“La existencia humana tiene la estructura de un relato, por eso la verdad de uno
mismo aparece al relatar la propia vida, y por eso se puede definir al hombre
como el ser que cuenta historias”. Jacinto Choza y Pilar Choza
Por JOAQUÍN CABANILLAS SERRANO (Filósofo / Huelva)
“Ulises, un arquetipo de la existencia humana”.
Pues sí; tuvo que haberlo. No tuvo más remedio que existir un tiempo de total bullición en el que lo originario acompañaba al hombre en cada uno de sus movimientos. Desde la especulativa lejanía te pones a dar vueltas en nuestra capacidad de imaginación retrospectiva, y no se me ocurre otro inicio a todo el “cotarro” existencial en el que nos movemos que ver a los primeros habitantes de la aldea eternamente conmovidos ante todo lo que se le ponía por delante, saliendo de su inicial ensimismamiento a través de interminables situaciones de sorpresa,actuando desde la novedad iniciática en unos tiempos de génesis de la novedad, de génesis de todo. Y hablo desde la perspectiva de lo humano, desde la perspectiva de los primeros hombres desde el punto de vista del nacimiento de la conciencia;hablo imaginativamente de los primeros habitantes de un espacio ya no original,pero que ellos iban a empezar a dominar a través de los intentos de explicación que, al parecer, hemos de llamarle míticos. La imaginación, al menos mi imaginación, me lleva a representar en mi mente situaciones originarias absolutamente conmovedoras, situaciones de búsqueda de explicación sin herenciacultural, y que a su vez serían el primer empujón para que esta ausencia de herencia desapareciera. Pues sí, el hombre sin herencia no tenía más remedio que imaginar desde la nada, y es esta imaginación la que tomaba el papel protagonista en su actuar primigenio, en su llevar a cabo sin manual de instrucciones para salir del, que me imagino, abismo en el que se debía encontrar inmerso. Está claro, hubo un tiempo en el que el hombre estaba obligado, obligadísimo, a imaginar.Había que encontrar explicación a toda la desocultación esencialmente oculta, elhombre desde sus inicios quiso encontrarse a sí mismo a través de su relación con lo otro; el y sus acompañantes debían de tener una causa ajena a sí mismos. Imagino, y es la forma más clara que se me ocurre, un proceso de puesta en escena de las primeras conciencias poseídas de un auténtico espanto motivado por la autopercepción de empequeñecimiento a las que se veían sometidas ante el resto del mundo. Se veían tan poquita cosa que no cabía la menor duda sobre la existencia de lo superior; toda la inmensidad que lo rodeaba sólo era explicable apelando a seres para nada empequeñecidos. El hombre desde su obligada imaginación inicial ha gustado de representaciones que lo superen. Me atrevo a decir, a riesgo de caer en la exageración especulativa, que lo humano y lo transhumano van de la mano desde la génesis más génesis de todas las génesis, desde antes de todo, siempre humanamente hablando. El hombre, imagino, siempre necesitó trascenderse, y en esa trascendental necesidad fue construyendo un más allá de lo sensible que fue ocupando sus representaciones con fines explicativos que desde siempre lo han transportado allende lo presente. En su progresivo encaje de piezas, la construcción de lo transhumano, imagino, fue una preocupación que antecedió a la construcción de lo meramente humano, entiéndase, desde el punto de vista poiético; y conforme lo trascendente, lo superior, lo metasensible fue cogiendo forma, su imaginación iba creando un trasmundo no exento de la imagen de su creador; y es que, imagino, el creador de las primeras explicaciones míticas actuaba desde la más absoluta libertad de imaginación, desde la más originaria ausencia de prejuicios; imaginaba para sí, y desde su para sí no dudo en trasladar su imaginación libre a la creaciónigualmente libre, en tanto que originaria, de un escondido mundo cuyo intento de desocultamiento trajo consigo el progresivo florecer de la narración mítica, la más libre de todas las narraciones. Pues sí, el hombre va engrandeciéndose desde su imaginación creadora de un trasmundo que diera explicación y, quizás también,orden al abismático caos inicial. Al imaginar, queramos o no, se está mirando a sí mismo, por lo que no es de extrañar que sus representaciones transmundanas no estuvieran desprovistas de su propia imagen. La creaciónde lo superior a sí partía de la necesidad de explicarse, por una parte, y de imaginarse engrandecido, por otra. El engrandecimiento imaginado fue dando progresivamente un aparente sentido al hombre original, y se lo sigue dando al hombre de copia en el que nos hemos ido convirtiendo. En esa búsqueda de sentido fue surgiendo toda la realidad extraempírica que, de una u otra manera, nos constituye. Imagino que la necesidad de explicación originaria trajo consigo el nacimiento de los dioses a imagen y semejanza del hombre de la imaginación creadora, del hombre sin herencia, cuyo afán por hallarse explicado en lo desconocido fue confeccionando figuras mentales con parte de su forma, pero increíblemente superiores en sus capacidades. Conmovedor, nacen las deidades en cuyo desenvolvimiento nace la figura del héroe: Héroes inicialmente imaginados más allá de lo sensible, en tanto que coetáneos a las deidades, e incluso me atrevería a decir que isomórficos, y progresivamente instaurados en la realidad que nos rodea. La inicial búsqueda de la superación y/o de lo superior creó a las deidades a través de un salir de sí que con su regreso a sí engendró no sólo la representación, sino la existencia objetiva del héroe: héroe, en cierto modo, mediador entre lo humano y lo transhumano, ya que su carácter de semidiós o semihombre le colocaba por encima ( no veas que fuerte ) de sus propios creadores. Será el desenvolvimiento que ha llevado a cabo la figura del héroe el que nos ocupe en las próximas páginas, tomando como instrumento de trabajo mi imaginación, no tan libre como la que dio origen a la narración mítica en la que se contextualiza la aparición del héroe, entre otros, y, por qué no decirlo, una estimulante dosis de eso que llaman pensar a través del pensar de otros. Sin pretensiones iniciales de diacronía, pero convencido de que no podré escapar a ese recurso, iremos desentrañando la involutiva evolución o evolutiva involución que haido constituyendo tanto al héroe en sí como nuestra concepción del mismo; Así, hemos pasado por su, indirectamente, imaginativo nacimiento, claramente etendible como sentimiento religioso iniciático, e iremos pasando, quizás organizadamente, desde la antigüedad clásica hasta la posmoderna modernidad, realizando nuestras oportunas paraditas en el medievo de las mil y una realidades yen la modernidad de las mil y dos revoluciones; intentaremos entender la heroicidad sin desviarnos demasiado del lenguaje del ideal, lenguaje o de la historia.La imaginación pasa a representarse en el lenguaje, el lenguaje pasa a explicitarse en el mito, y en el mito, lugar donde se patentiza la imaginacióncreadora, sale a la luz el héroe, se da a conocer. Así, desde su nacimiento, el héroe ha desenvuelto su quehacer cumpliendo una serie de características que, a grandes rasgos, ha soportado en su devenir histórico; no quiero decir con esto que la imagen del héroe sea una imagenhomogénea a lo largo de la historia, sino que ciertas características han permanecido, mientras que el rasgo heterogéneo se lo otorga el escalonado paso desde la existencia objetiva de estas señas de identidad hacia la excesiva subjetivización ante la que los héroes de moda se ven sorprendidos.
Me explico: el héroe, desde su génesis, siempre ha sido considerado como un hombre al que una voluntad de superación lo ha colocado por encima de los demás hombres. No olvidemos el origen etimológico de la palabra: el griego heros significa semidiós. Este estar en medio entre lo humano y lo transhumano permanece en la imagen del héroe, con la salvedad de que ciertos rasgos que posibilitaban este estar a caballo no son lo mismo: El progresivo avance en el tiempo ha desplazado un tanto el carácter heroico de la fuerza física encaminada a su desplegarse en cualquiera de los múltiples campos de batalla que el hombre ha ido construyendo en su dialéctica historia; la sempiterna búsqueda de identidad a través del poder del más fuerte constituyó en el hombre desde sus orígenes la necesidad de hombres cuyo desenvolvimiento en la lucha marcara su rasgo más definitorio y así “ limpiaba el terreno” para su contacto con los dioses, dioses por supuesto de acuerdo con esta forma de desplegar la estancia en el mundo. Meimagino, por ejemplo en el medievo, en la Dinamarca legendaria de Hrothgar, Grendel y Beowulf... No, mejor me imagino en un botellón en la España del Cid: Rodrigo Díaz y sus colegas tan simplemente humanos; por entonces el Don Simón se llamaría San Simón, o San... algo así; dominguito, día de descanso, como Dios manda; un solano pelín mamón, pero unas pedazos de sombra bajo unos pedazos de medievales arboles en un pedazo de medieval bosque a la vera de un pedazo de medieval lago donde unas pedazos de medievales féminas le dan la espalda al héroe que llega de vacío y vestido de paisano y a sus aduladores, también de paisano, pero cargando con las bolsas de vino, por supuesto previamente purificado. Al ratillo, uno de los colegas guerreros, entre risas difícilmente retenidas y el rabillo derecho de su boca goteando purificación, se levanta no sin esfuerzo, se dirige a Rodrigo Díaz, le pasa su brazo por el hombro derecho al héroe, dejándose caer lo justito, y le dice: “ no te vea, rodri, si eres bueno; claro, por eso lo de héroe, y además religioso; eres el mejor. De aquí a ná, vamos en dos navajazos más, dios y tú ... como si se hubierais criado juntos.” Insisto en que imagino, pero el contexto del reconocimiento del héroe a través de su superioridad en la batalla ha permanecido, siendo este
reconocimiento una condición sine qua non para que lo humano y lo transhumano se rocen los dedos. Antes del botellón, había dejado caer la idea sobre el progresivo decaer del valor de la fuerza física en cuanto a su relación con la heroicidad. Pero se me entenderá mejor si en lugar de hablar de decaimiento hablo en términos de desplazamiento. El campo de batalla, lugar de desenvolvimiento del héroe desde sus orígenes míticos, ha ido viéndose sometido a una serie de variaciones a lo largo de su historia: el héroe clásico, tan sutilmente imaginado por Homeros yHesíodos, y tan prodigiosamente representados en Aquiles, Ajax, Ulises, Hércules (todos ellos en plural) se desenvuelven desde la imaginación creadora en campos de batalla dotados de una mitificación tan poderosa que gana en artificio a cualquier imaginación posterior; en su abismática localización, el semidiós es tal por una innata pasión por el riesgo, por una desenvoltura ante la intranquila presencia de lo trascendente que lo coloca por encima de lo meramente humano, cuando su pasión por la arriesgada supervivencia es acompañada de una desmesurada fuerza física, claramente transhumana, y posibilitadora de hacerle salir, no sin el empujoncito divino ( no olvidemos que es un semidiós) de las situaciones más comprometidas que jamás se hayan imaginado. Desde la infinita creatividad imaginativa de los 5narradores míticos, el contacto entre dos realidades heterogéneas entre sí ha necesitado de la presencia de seres capacitados para salir con éxito de su irremediada existencia polémica. El héroe clásico no titubeaba en la batalla, ya que su esencia se constituía a través de guerrear valientemente, actuar desde la emeridad, y conseguir hazañas que le permitieran su superioridad ante lo meramente humano y su aproximación a los dioses. Ya desde su nacimiento, se distinguen de los simples mortales; en la poesía épica, nos encontramos, la gran mayoría de los casos, con hijos de un dios o una diosa, cuya posición privilegiada les posibilita la ayuda y protección para su aventura vital.La Odisea de Homero, gran paradigma de la representación del héroe clásico, nos
ofrece a Ulises como el gran abanderado de la existencia heróica. En unpormenorizado estudio que sobre la obra llevaron a cabo Jacinto y Pilar choza, en su compartido “ Ulises, un arquetipo de la existencia humana”, se nos muestra al héroe clásico representado en la figura del gran guerrero con una de serie de valores que acompañan al primordial de la fuerza física, o que más bien son en parte posibilitados por ésta. Así, la técnica en su visión teleológica se ofrece
como un rasgo claramente definitorio de las cualidades del héroe, cuyas especiales disposiciones para planear la batalla instrumentalmente lo colocan un escalón por encima del resto, y a su vez dota de caracteres claramente humanos a la figura del héroe clásico: la técnica es una actividad específicamente humana. En su empeño por acercar a lo humano la imagen del héroe, nos ofrecen al hombre-héroe como aquel que” se aventura a lo desconocido, haciendo frente a lo que todavía no es y no tiene forma”. En su imparable enfrentamiento con las fuerzas desconocidas del más allá de lo presente, y en su imparable enfrentamiento con las fuerzas de la naturaleza, el panteísmo de Homero coloca al héroe ante situaciones que le llevarána la fama a través de un reconocimiento que, al no haber televisión, venía marcado por las cicatrices, símbolo físico del sufrimiento, la entrega y la autenticidad de la aventura heroica, así como muestra de un nuevo signo de cercanía entre lo heroico y la existencia humana. Un aspecto claramente llamativo dentro del relato homérico es la aparición del juego; con el juego, el campo de batalla se humaniza, y su desenvolvimiento en él se convierte en todo un valor que acompaña al héroe arquetípicamente humano que nos desvela la épica homérica; en una concepción que permanece mediáticamente engrandecida en nuestra sociedad del espectáculo ( aprovechándome un pelín de las no aptas para depresivos aportaciones de Guy Debord ), el juego ya aparece en la narración mítica, la más libre de todas las narraciones, como forma de alcanzar la gloria, la inmortalidad, de hacerse reconocido: toda una muestra de poder. La aparición del juego en la Odisea exalta tanto el valor de la habilidad ( recordemos el episodio de la lucha contra los 6pretendientes a través del lanzamiento de arco y flecha), en su inseparable relación con la fuerza física ( recordemos la escena del lanzamiento de disco del aún extranjero ); valores, que reiterando en una idea esbozada más arriba, no se constituirían como tales sin la figura del espectador, del testigo de la hazaña, del partidario, de la afición... ; el ser que actúa heroicamente
necesita del ser que reconoce la superioridad del acto, en un reconocimiento tanto de las virtudes del ganador del juego como de su propia inferioridad que le lleva al elogio si quiere ser de algún modo partícipe del éxito ajeno. Esta necesidad del reconocimiento queda explícitamente expresada en la siguiente cita de Jacinto y Pilar Choza, que me hepermitido entresacar de su obra tal cual: “ El ser humano necesita que alguna vez alguien crea algo en él, y entonces sus fuerzas físicas y su ánimo subjetivo crecen” ( pág. 59). Esta necesidad de ser reconocido acerca al héroe al resto de los mortales, sin cuya comparativa lo heróico no tendría ni forma ni contenido. El héroe clásico tiene la peculiaridad, con respecto a los héroes de moda, de su existencia objetiva; en el héroe clásico, la virtud surge de su propia naturaleza;héroes por esencia y existencia claramente diferenciables de los héroes creados y manipulados desde dentro y fuera de sí que continuamente traen a nuestra presencia esos nuevos formatos televisivos en los que cualquiera puede ser un héroe. El fenómeno de los mass-media se aprovecha continuamente deladormecimiento general para la creación de esos efímeros ídolos que ya no necesitan de cualidades innatas, sino que se construyen con la misma facilidad que se diluyen. Fernando Savater, en su más que meritorio ensayo “La tarea del héroe” nos dice, en clara relación, desde mi punto de vista, con esta creación de héroes no de por sí, que en la práctica, la virtud puede llegar a fracasar y de hecho fracasa ante la “ inercia viciosa del mundo”. La aventura que siempre ha acompañado la estancia del héroe, y es más, compone su mundo, se va desvirtuando conforme el rosa se erige como el color favorito. Pero no quiero seguir por esta vía, ya que de ningún modo pretendo comunicaros una crítica de nuestra criticada sociedad, lo cual nos desviaría varios pueblos de la pretensión inicial. Así, no entraré a evaluar la oncepción posmoderna de la aventura, sino que tomaré la aventura como el mundo del héroe, una aventura plenificadora para el que la lleva a cabo en tanto que incrementa su enfrentamiento con lo imprevisible, una aventura en la que la autonomía del héroe va creciendo por momentos en la medida en la que nadie puede decidir por él, una aventura en la que se intensifica la existencia, y en la que el esfuerzo y la capacidad de sorpresa van de la mano, y en la que el constante asomo de la muerte toma un papel altamente protagonista. Refiriéndose a la aventura, Fernando Savater nos dice en la citada obra: “ todo en ella tiene el sello de la intensidad, del esfuerzo, de la sorpresa, de la pasión, del tesoro...”
Así, Siguiendo la doctrina savateriana, se desprende otra característica fundamental en la concepción del héroe: su carácter aventurero, claramente diferenciado del mero juego debido a la comentada presencia de la muerte, situa al héroe aventurero provisto de un halo ultravital que lo individualiza y diferencia del resto,así que, llegados a este punto, no se me ocurre otra cosa que decir que todo el que se lance a la aventura, no a cualquier aventura, sino a la aventura, será, al menos por mí, considerado un héroe. El héroe clásico en campo de batalla busca su independencia, deja su casa, se abandona momentáneamente para reencontrarse a través de la autonomía de su acción; la
placidez del cosmos paterno se sustituye por la, al menos en su inicio, caótica aventura, por el enfrentamiento directo con el mundo, no por ello renunciando a la memoria de su origen, sino autoinvitándose a engrandecerla. Su carácter aventurero otorga a la idea de héroe una esencia ya de por sí diferente al simple andar por el mundo; el sin pena ni gloria se aleja de laheroicidad, el héroe constituye su paso por la vida desde un continuo planteamiento de las cosas, desde un ir más allá, desde una perpetua apertura de vínculos, desde una constante extensión de horizontes, desde una búsqueda de sentido cuyo no conformismo lo configura en su desasogada existencia; su proceso de individualización y diferenciación viene marcado por una coimplicación directa entre su heroica forma de estar en el mundo y la libertad que lo constituye: heroicidad ylibertad no serían la una sin la otra; el despliegue del carácter heróico es el despliegue más absoluto de la libertad en su pura esencia, libertad que, a su vez, bien llevada a cabo es la posibilidad más clara de construirse desde lo heroico. Sudistinción como sujeto individual, ya que por lo general la identidad del héroe es una identidad individual, lo coloca en un inacabado viaje interior hacia la autoafirmación, a la vez que en su desplegarse exterior muestra un anhelo casi originario por la libertad, pero no por la suya propia, ya que su existencia heroica ya lo hace libre, sino por la libertad de los demás; su filantropía, su peligrosa ytemeraria filantropía erige al héroe en un continuo desafiante mirar de frente a larealidad, en un continuo alejarse de cualquier síntoma de pasividad, en una puesta en marcha de la revolución; la valentía revolucionaria del héroe clásico implica que lo efímero sea un rasgo inseparable de su camino hacia la autenticidad. El paso por el mundo del arquetípico Ulises, del enamorado Tristán, del familiar Arturo, del solitario Marshal, del revolucionario Ché, de la provocativa Marilyn, del extravagante Elvis, del soñador Lennon, y de tantos otros caracteres heroicos que han constituido nuestra historia, tiene desde su evidente heterogeneidad una serie de rasgos comunes y estables: no cabe duda que en todos ellos el lugar de acción, el campo de batalla se ha ido modificando, pero la superioridad de lo heroico siempre se ha manifestado, sea cual fuere el lugar de desenvoltura, a través de su aparición, las muestras de gloria que su acción convirtieron en legado, la inmortalización de sus incomparables y divergentes hazañas, y su muerte acompañada, en la gran mayoría de los casos, de un halo trágico; quizás, una mayor permanencia degradaría su acción virtuosa, favorecería la caída en el olvido. En el humano extraordinario muerte e inmortalidad se contienen la una a la otra.Volviendo o continuando en el tema, y Respecto a lo que hemos ido comentando hasta ahora sobre lo que de homogéneo tiene el héroe diverso de la historia, me gustaría entresacar una cita de la laboriosa obra de Joseph Campbell, “el héroe de mil caras”, que nos servirá de síntesis de lo hasta ahora expresado: “El héroe que a través de los siglos parte, se purifica, cumple sus hazañas, regresa y es sacrificado, en un ciclo eterno que siempre se está cumpliendo”. El héroe medieval es también un héroe clásico; también caracterizado por su especial fuerza física con fines guerreros, su virtud heroica va desempeñándose poco a poco en un campo de batalla que con el transcurrir de la historia ha ido perdiendo su carácter mitológico, su carácter legendario; pero no será en el medievo cuando esta legendariedad desaparezca ( realmente nunca ha desaparecido, si tenemos en cuenta que el ser imaginativo del hombre lleva consigo el ser legendario ); lo que quiero decir situándome en esta
parte de la historia es que el héroe medieval se sitúa entre lo que es mitología y lo puramente pagano; lo que si tengo claro es que el relato mítico del medievo pierde fuerza en su despliegue al no poseer la originariedad ni la originalidad de la poesía épica de Homero y compañía; pero alejándome de los aspectos plásticos, en los que no me cabe duda acabaría dentro de un laberinto, quiero reafirmarme en la idea del estar a caballo entre lo mitológico y lo profano, cuya línea divisoria viene marcada por las cruzadas, en una época en la que, imagino, la espontaneidad del héroe va perdiéndose en favor del credo, en una época en la que la doctrina empieza a ocupar un lugar primordial en la vida diaria. Reitero la idea de que se mantiene el valor y la fuerza física como signos de identidad heroicas, pero el campo de batalla se desplaza desde lo legendario hacia lo religioso, y empieza a tomar forma eso que tan en voga continúa en nuestra era de las múltiples representaciones, empieza a tomar forma el concepto de guerra santa, empiezan a cogerse de la mano lo heroico y lo religioso en la batalla, empieza a desenvolverse la defensa de los ideales trasmundanos, y el adjetivo de religioso acompañará al concepto de éroe,aumentando su valor y su reconocimiento. Señores, aparecen los héroes de la guerra santa, héroes que en su acción belicosa desplazan la búsqueda de la gloria personal, dando entrada a la lucha por la autopurificación ( tal vez otra forma de 9glorificación personal); ahora, el símbolo más evidente de la derrota del enemigo era su conversión, en una época de ineludible convivencia entre la religión, la magia y la brujería; en una época en la que el fluir del transhumano poder mágico( de ahí la cierta conexión existente entre lo mítico, lo mágico y lo heróico ), iba construyendo a pasos agigantados el progresivoolvido de esa transhumanidad; la magia, en su quehacer, poseía su propiahospitalización. La magia de la época de las mil y una realidades, profundamentetildada de hereje y subversiva, desde su pasión por el más allá, desde su pasiónpor interconectar realidades, acabó declinando la balanza del lado de lo humano,y fue abriendo la puerta a los poderes de la ciencia posterior, que supuso a suvez la salida de escena de lo mágico para dejar paso al cierto encuentro delhombre consigo mismo que supuso la suplencia de lo metaempírico ante la novedady divinidad del trabajo científico. Progresivamente, el hombre se iría alejandode puntillas de la especulación sobre deidades, desplazando su fé en lo no vistohacia una implacable y no menos destructora, fé en su actuar por sí mismo; así,me atrevo a decir, que en cierto modo, la heroicidad de la magia se sustenta engran parte en el hecho de que más que alejarse de la realidad, acerca al hombreposterior al descubrimiento del poder de la ciencia. Pero este paso no seejecutó de un día para otro, sino que en el trascurso del periodo medieval, lafigura del héroe con armadura se nos presenta con una personalidad que confluyeentre lo legendario y lo histórico, en el que el discurso mítico aún tiene plenavigencia, aunque no plena originalidad, y en el que la leyenda seguirá siendo laencargada de ensalzar a ciertos hombres hacia el reino de lo deífico; lossecretos de la naturaleza que la realidad mágica intenta desocultar seránmitológicamente desvelados a través del convencimiento animista del poder queposee lo inerte: “Las cosas tienen vida propia, todo es cuestión de despertarleel ánima” , pregonaba el gitano Melquíades al llegar a Macondo con sus nuevos inventos.El héroe de la mitología medieval continua su lucha con lo desconocido, continua enfrentándose con las fuerzas ocultas de la naturaleza, continualadicotomía entre el bien y el mal en un terreno en el que se necesitaba superarlo monstruoso para alcanzar el reconocimiento del pueblo, superar lo monstruosocomo auténtica demostración de cualidades de liderazgo. Cuentos como “Beowulf”,“Tristán e Isolda”, o “Titurel y el santo grial” nos muestra la permanencia dela fuerza física como valor heroico, del reconocimiento a través de lasfracturas, la permanencia de la importancia del relato como símbolo deautenticidad de las experiencias aventureras del héroe, de la continua presenciaamenazadora de la muerte, de la valentía para la lucha, y del especial trato del héroe muerto, bajo undestino heroicamente trágico. El hombre medieval continúa viéndose imperfecto, y utilizará narraciones como las de “ Titurel y el santo grial” para expresarsus propias limitaciones, para transportarse hacia el eterno anhelo del paraiso, y para ocultar la inaceptada imperfección de lo presente con la búsqueda de lo perfecto ausente, pero siempre pensable. Conforme se va saliendo de la necesaria ensoñación, conforme se va pasando del discurso mítico a la realidad histórica, evidentemente influida por la leyenda, se observa un fenómeno que permanece y otro que, más que desaparecer , amplia la concepción del héroe: Permanece ensalzado el carácter lúdico del hombre, en general, y la particularidad y heroicidad que el buen desenvolvimiento en el juego otorga; progresivamente y desde la imaginación creadora de Homero,el juego, el deporte fue constituyéndose como todo un proceso de selección de figuras extraordinarias, a través de demostraciones de superioridad física que, sobre todo desde la aportación de la Grecia clásica, no tenían porque estar directamente encaminadas a la destrucción n la batalla, sino a la competitividad en el delimitado espacio de juego. El duelo deportivo continuará en el medievo con su función de colocar a los triunfadores por encima de los derrotados; los famosos duelos de caballería, tan recurrentes para la representación cinematográfica, trasponían las encarnizadas batallas a un campo de oposición que servía de claro entrenamiento y proceso selectivo con vistas a la realidad polémica que debían de defender. El rasgo que amplia la concepción del héroe es aquel que está marcado por el paso delcarácter individual que había tomado a lo largo de su devenir hacia la concepción grupal de la imagen de lo heroico. Las caballerías que salíanreafirmadas en la victoria en la batalla eran reconocidas y acogidas en su regreso como heroicas en su conjunto; así, la solidaridad empezaba a tomar parte del trabajo heroico; la necesidad de la totalidad del conjunto para desplegar labatalla exitósamente hizo que la autónoma soledad del héroe se tornara en la necesaria compañía para que lo heroico saliera a la luz. Los templarios, Los caballeros de SanJuan... eran elevados a héroes de manera grupal, en una pluralización de lo heroico que se mantiene como rasgo sobresaliente a través del demacrado paso del tiempo, pero que, en absoluto, ha podido solapar al héroe originariamente individual.Con la aparición de la ciencia, y el pseudoinfinito poder que ésta otorga al hombre, el humano de la investigación científica empieza a desacralizar su labor, la cual adquiere su carácter sagrado a través de la divinización del propio hombre, a través del acercamiento de lo extraterreno al espacio humano; ya no se busca desde fuera del hombre, sino que el hombre ilustrado encuentra en sí mismo y en lo que le rodea el secreto delcontrol de la realidad; la actividad coimplicada entre sujeto y objeto comienza su proceso de desimplicación a través de los giros copernicanos que empiezan a otorgar al hombre el papel protagonista en el proceso de desvelación.
Así, el hombre, con sus hazañas científicas, empieza a heroificar, a exaltar su labor no desde el terreno de la superioridad física, sino desde el terreno de la superioridad de la capacidad intelectiva.
Insistiendo en la idea con la que prácticamente abrimos el discurso, el valor de la fuerza física empieza a decaer en la concepción de lo heroico; en su perpetuo enfrentamiento con lo metasensible, el héroe de guerra empieza a dejar paso al héroe de laboratorio; lo monstruoso ya no se derrocará desde el relato legendario, sino que se intentará controlar desde la observación directa del hombre y sus circunstancias. Lo bélico, actitud que ha acompañado al hombre desde su estancia sin herencia, ni que decir tiene que no desaparece, pero entramos en un camino en el que vamos pasando de la individualidad del héroe clásico, revestido de su pasión por el riesgo y de sus éxitos militares, hacia un proceso mágico de tecnificación del héroe. El individual héroe de guerra va transformándose a través del avance de la investigación humana, en ejercitos:
ejercitos que con los medios modernos de despliegue en la batalla desobjetivizan la existencia de lo heroico; el sempiterno carácter dialéctico del hombre en su pavorosa constitución, toma en nuestros tiempos de destrucción masiva y daños colaterales, un cariz tecnológico que impide la superioridad de un militar sobre
otro; la superioridad en la batalla que había constituido la imagen del humano extraordinario, se imposibiliza con el uso de equipamientos de prodigiosa inutilidad real. El crecimiento de la ciencia y todo lo que le acompaña no podía obviar la guerra. En estos días, uno no puede evitar asombrarse pavorosamente al observar el revestimiento bélico de esas llamadas fuerzas aliadas, y no dejo de preguntarme cómo es posible que el hombre malgaste tanta creatividad encaminada a la destrucción; toda esa tecnificación bélica, sin que me sirva hirviendo la sangre, equipara a todo el que la posee, y así desde el terreno de lo heroico, el héroe de guerra ya no lo es por sus dotes especiales de desenvolvimiento en la lucha, sino que el héroe de guerra mantiene la pluralización de la caballería templaria, por ejemplo; ya el héroe no es el que triunfa, sino el que sobrevive, y su heroicidad ya no recae en la existencia objetiva de cualidades innatas, sino en la influencia de agentes y hechos externos a su propia sustancia individual. La fuerza física decae ante la avalancha de medios externos, pero a la vez se desplaza a diferentes campos de batalla: me refiero nuevamente al componente lúdico del hombre, me refiero nuevamente al papel protagonista que el
juego, el deporte toma en el proceso de selección de héroes; un deporte cuya selectividad, o más bien su campo de presencia ha crecido a velocidad de récord desde que el mundo pasó de ser nuestro pequeña parte del mundo a ser la aldea global mediáticamente controlada. El mundo de la investigación científica ha ido expandiendo su conocimiento hasta la saciedad, y el fenómeno de disponer imágenes de todo ha provocado la extinción del mito original, por una parte, y el aumento de las personas que se erigen como testigos de las hazañas que los seres superiores ejecutan en sus manifestaciones deportivas, por otra. El cercamiento del mundo posibilitado por las retransmisiones televisivas ha aumentado de forma abismática, y continuamente tenemos como compañeros de mesa ante nuestra presencia la contradictoria existencia de las miserias y maravillas del mundo.Somos permanentes testigos de todo lo que nos enseñan del mundo, y este hecho trasladado al terreno de lo heroico supone que el reconocimiento constituyente de la concepción del héroe haya aumentado a escala mundial; tanto el reconocimiento como la heroicidad que éste constituye se han universalizado; el héroe local, que por supuesto continúa existiendo, se ha convertido en auténtico ídolo de masas, en auténtica referencia universal. Pero esta globalización de la heroicidad se compone de elementos que conjugan la sinceridad del auténtico héroe con el aprovechamiento de necesidades que hacen surgir la antiheroica imagen del héroe que nos domina desde lo efímero de su presencia. Con la sinceridad del auténtico héroe me refiero a la existencia objetiva de lo heroico que se observa cuando personalidades superiores al resto desenvuelven sus especiales cualidades físicas en el campo de batalla de la lucha deportiva. La exaltación de la habilidad y fuerza física, que ya nos mostraba Homero en sunarración mítica, se mantiene engrandecida al ensancharse absolutamente su campo de presencia, su campo de observación y reconocimiento.
Me refiero almostrarse superior de personalidades como las deMichael Jordan y/o MiguelIndurain, cuyo dominio total y absoluto de sus heterógeneos campos de batalla los colocan por encima del resto, les confiere unas dotes heroicas marcadas por una serie de caracteres que se le escapan al resto de simples
mortales: su superioridad física para la lucha, sus cualidades innatas espléndidamente desenvueltas, su continuo paso por delante, su capacidad de abstracción a la presión de todo un primer mundo que lo observa e incluso necesita, su victoria a las adversidades, su búsqueda de lo imposible desde la
purificación del juego, sus cimas siempre alcanzadas, la sensación de empequeñecimiento que se observa tanto en sus contrincantes como en sus millones de aduladores, su diversión para la diversión,su capacidad de sufrimiento, su toma de iniciativa, su último kilómetro, su último segundo. Son la más clara
muestra que se me ocurre del desauge que en la era de las telecomunicaciones y las retransmisiones sufre el ídolo religioso en favor de la profanidad del ídolo de masas, que en casos como el de los dos más grandes deportistas que como habitante de este mundo he podido percibir, su ser profano casi que se confunde
con la sacralidad de sus actos deportivos: “es un dios” era Page 13
13una frase de lo más recurrente para los narradores de las hazañas, hazañas, que reconociendo el componente hiperbólico que puede revestir su reconocimiento, lo colocan como personas admiradas con exaltación, es decir ídolos, los colocan como personas rodeadas de una extraordinaria estima, es decir mitos. Considero que el héroe deportivo tan representativo de nuestra era toma en ellos su cariz más sincero y objetivo. Son los héroes universales que solapan, en tanto que son vistos desde todos los rincones del mundo, la existencia de los héroes locales, de aquellos que, afortunadamente siguen actuando desde el anonimato, aquellos a los que se les presentan acciones no buscadas, sino puestas sorpresivamente ante sus ojos y actúan sin titubeos. Me resisto a creer que lo heroico de hoy en día se reduzca a la imagen televisiva. En la más cercana realidad que nos constituye cuando no estamos delante del televisor, he tenido la oportunidad de observar casos en los que el anónimo se ha efrentado a situaciones límites, saliendo de ellas con la limpieza con la que tiene que salir un héroe; la complicada existencia en la que nos encontramos irremediablemente inmersos ofrece cotidianos casos en los que el hombre anónimo ha de actuar desde lo heroico, ha de desvestirse de gran parte de su componte racional, para llevar a cabo la acción desde su parte más pasional, catártica e impulsiva; aquel que interacciona altruistamente en ayuda del otro necesitado ante la aparición de
situaciones límites, realiza su acción acompañada de gran parte de los caracteres que hemos visto que definen al héroe. El acto de salvar una vida que se pone imprevisiblemente en peligro se deja entrever como algo que permanece durante la ejecución en sí del salvamento, pero que una vez terminado sólo queda en el recuerdo; la heroicidad cotidiana, la que no sale en la tele, sobrevive en el recuerdo del testigo, en una época en la que lo heroico y lo criminal son, en gran parte de las ocasiones, inseparables, pero que afortunadamente aún deja
cabida para los héroes anónimos que alejándose de ellos mismos otorgan a la idea de héroe un romántico halo de recuerdo restringido a su lugar de acción. En nuestra época de desacralización del héroe, la sinceridad de ciertos personajes deportivos y de ciertos localismos anónimos, desgraciadamente se mezcla con una
heroica antiheroicidad que la pasividad del hombre posmoderno no duda en aceptar como superior a sí mismo. No cabe duda de que el hombre siempre ha necesitado de héroes, héroes que en gran medida y desde su génesis, han sido reflejo del propio hombre que lo ha creado; el problema estriba cuando esa creación ha ido degenerando en la sociedad global desde las elogiosas creaciones de los super-héroes, que en gran parte son la muestra más clara de la tecnificación del relato mítico, hasta llegar al peligroso alargamiento de la idea de héroe. La pseudocultura del ocio se aprovecha continuamente de la alienación del hombre ontemporaneo y de su necesidad de héroes para cubrir su no creativo tiempo libre con la viciosa creación de ídolos pertenecientes a las manifestaciones culturales menos refinadas; seguros de su éxito, no dudan en otorgar una realidad heroica falsamente ontológica a cualquier manifestación que favorezca el adormecer del pueblo: el bombardeo del cine de serie, de la canción ligera, del deporte no auténtico....nos traen continuamente a la presencia a personajes, de cuya dignidad no dudo, pero, permítanme dudar de su heroicidad; los héroes de desahogo tienen dos características principales que lo alejan de la autenticidad del ser heroico: por un lado el reconocimiento al que se les somete no es un reconocimiento sobre cualidades objetivas, sino un
reconocimiento que se basa simple y tristemente en su consumo; y por otro, la necesaria coimplicación que ha de darse entre la heroicidad y la libertad desaparece en el ídolo televisivo,completamente aprisionado por las necesidades del guión. Lo que queda claro es que nos movemos en una época en la que, por muchos lados positiva, la desacralización también ha alcanzado a la figura del héroe, en la que el héroe es un antihéroe definido por su estrechez de miras, su ausencia de élite, su intrascendencia y sus valorados disvalores, pero que en cierto modo siguen siendo reflejo de nosotros mismos, de nuestra propia existencia contradictoria. De todos modos, y como dice mi madre, tampoco hacen daño a nadie. He dejado para el final a un personaje que ni quiero ni puedo obviar en un discurso dedicado a lo que al hombre le engrandece en su alejamiento del pr opio hombre, y que, supongo se ha echado de más su ausencia : la creación de Sófocles, una de las más altas cimas estético-culturales que la humanidad jamás ha alcanzado: Antígona, la heroína más extraordinaria jamás pensada, el paradigma más claro del autoconvencimiento, del no dejarse arrastrar por lo legalmente establecido, la imagen más clara de las virtudes constituyentes de un héroe más allá de su fuerza física.
La identidad heroica de Antígona viene marcada desde su inicio por la lucha contra la fuerza superior
del destino, por la búsqueda de unreconocimiento que no implica ninguna recompensa exterior, ya que la victoriaheroica de Antígona nace desde dentro de ella misma, desde su llevar a cabo sin atenerse a las consecuencias posibles. Con Antígona, la heroicidad se gesta desde su alejamiento de lo humano y ordinario partiendo de la más bella defensa de la conciencia individual; En Antígona, en particular, y en la tragedia griega en general,la heroicidad se rebela desde su conciencia individual a la temible simbiosis entre la ley y el destino; su creencia en la separación existente entre lo legal y lo justo,entre lo normativo social y la percepción individual, entre lo público y lo privado colocan a esta heroína como claro ejemplo de inmortalidad, de resistencia al paso del tiempo y al cambio de espacios, la colocan, en definitiva, como el
referente más evidente de la dialéctica de la autorrealización. Su destino trágico, como no podía ser de otra manera, es la muestra más clara de la cristalización de la libertad, de la lucidez de su polémico obrar, lo cual determina, desde el convencimiento de lo hecho, la sustancia de su yo, la autenticidad de su identidad condenada a la rebelión y al desenlace trágico. Observando la extraordinaria excepcionalidad de la personalidad de Antígona, no es de extrañar que la fuerza del pensamiento, la capacidad de crear valores culturales importantes, la capacidad de construir desde dentro, sean rasgos que también configuran a un héroe, aunque tengamos laadquirida costumbre de nombrarlos como intelectuales, en unos casos, y movilizadores, en otros. Bergson, en su obra “las dos fuentes de la moral”, no duda en calificar como héroes a personalidades como las de Sócrates, Cristo y Rousseau por revelar valores tan influyentes como
desatendidos, tales como el valor de la caridad y el sentimiento de la naturaleza. La heroificación de Cristo por parte de Bergson es una clara muestra de humanización del mártir cristiano, o al menos lo acerca más a su personaje histórico.
Más allá de consideraciones religiosas, me apunto a este rasgo intelectivo que se atribuye a lo heroico, me apunto a heroificar a todo aquel que de su vida hiciera, hace y hará una reflexión sobre loque constituye su
existencia, me apunto a heroificar a todo aquel que se aleje de lo humano en beneficio del propio hombre, a todo aquel que haya sido capaz de desvelar su sabiduría, me apunto a heroificar a todas las mentes lúcidas que han exteriorizado, y aún las hay, aunque se nos escondan, sus especiales concepciones de todo esto, y me apunto a heroificar, incluso a beatificar a todo aquel que encuentre desde, la investigación interior y la observación exterior, soluciones reales al sempiterno conflicto que nos constituye desde que el hombre
estaba obligado a imaginar.
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