23 de julio de 2005

¿Qué hay en este lugar?

Este es un espacio dedicado a la literatura clásica y es también una ambiciosa invitación a mirar la realidad desde lo misterioso y lo fantasmático como los ojos de la misma Hékate. Porque aún en la literatura más ancestral se pueden descubrir ciertas formas de magia ocultas en el lenguaje, ese antiguo artefacto creado por el hombre que permite construir realidades de las que nadie suele discutir su existencia, tal es el caso del mythos.¿Qué se puede hacer aquí? Simplemente bucear, leer y si fuera posible, conversar con todos aquellos que ingresen al blog. Con sólo un clik en comentarios pueden dejar preguntas existenciales, dudas o visiones acerca de las lecturas que de aquí cuelgan o de otras que ustedes encuentren interesantes mencionar.A la derecha de sus pantallas se encuentran Todos los links sugeridos para consultar desde cuestiones de género, hasta temas específicos de cultura y literatura griegas, bibliografía sugerida y actividades de clase. Bajo el título Textos de la semana, se encuentran los textos posteados en la página principal, que son relecturas o interpretaciones de otros lectores-donde me incluyo-, a las que se pueden sumar sus aportes, sus visiones.Todos pueden aportar un verso.
*Hékate: Diosa telúrica, problablemente de origen prehelénico. Poco precisa en sus lineamientos e historia mítica. Algunos han pensado que es una diosa lunar, tiene gran relación con Artemis, con Selene y otras deidades borrosas. Niegan otros que haya habido en Grecia cultos lunares. Hija de Coeo y Febe. Zeus la colmó de dones y prerrogativas y le dio poder absoluto sobre la tierra y el mar. Pronto fue también diosa del mas allá.Preside ciertas formas de magia y adivinación. Era venerada en las encrucijadas y sus estatuas están represetadas con tres cuerpos y tres cabezas y muchas veces con cuatro de una y otra parte. Las tres caras fueron explicadas luego como símbolo de una triada femenina, en que aparece como Selene, reina del cielo nocturno, Artemis, reina de la tierra, y Hécate, reina del abismo subterráneo. Invocada contra los amores deshechos y tenía el don de atraer o matar al amante que se había alejado del ser amado. Sus misterios fueron instituidos por Orfeo.
Cuidado, Hékate podría estar observándolos.

El conflicto del Héroe

“La existencia humana tiene la estructura de un relato, por eso la verdad de uno
mismo aparece al relatar la propia vida, y por eso se puede definir al hombre
como el ser que cuenta historias”. Jacinto Choza y Pilar Choza
Por JOAQUÍN CABANILLAS SERRANO (Filósofo / Huelva)



“Ulises, un arquetipo de la existencia humana”.
Pues sí; tuvo que haberlo. No tuvo más remedio que existir un tiempo de total bullición en el que lo originario acompañaba al hombre en cada uno de sus movimientos. Desde la especulativa lejanía te pones a dar vueltas en nuestra capacidad de imaginación retrospectiva, y no se me ocurre otro inicio a todo el “cotarro” existencial en el que nos movemos que ver a los primeros habitantes de la aldea eternamente conmovidos ante todo lo que se le ponía por delante, saliendo de su inicial ensimismamiento a través de interminables situaciones de sorpresa,actuando desde la novedad iniciática en unos tiempos de génesis de la novedad, de génesis de todo. Y hablo desde la perspectiva de lo humano, desde la perspectiva de los primeros hombres desde el punto de vista del nacimiento de la conciencia;hablo imaginativamente de los primeros habitantes de un espacio ya no original,pero que ellos iban a empezar a dominar a través de los intentos de explicación que, al parecer, hemos de llamarle míticos. La imaginación, al menos mi imaginación, me lleva a representar en mi mente situaciones originarias absolutamente conmovedoras, situaciones de búsqueda de explicación sin herenciacultural, y que a su vez serían el primer empujón para que esta ausencia de herencia desapareciera. Pues sí, el hombre sin herencia no tenía más remedio que imaginar desde la nada, y es esta imaginación la que tomaba el papel protagonista en su actuar primigenio, en su llevar a cabo sin manual de instrucciones para salir del, que me imagino, abismo en el que se debía encontrar inmerso. Está claro, hubo un tiempo en el que el hombre estaba obligado, obligadísimo, a imaginar.Había que encontrar explicación a toda la desocultación esencialmente oculta, elhombre desde sus inicios quiso encontrarse a sí mismo a través de su relación con lo otro; el y sus acompañantes debían de tener una causa ajena a sí mismos. Imagino, y es la forma más clara que se me ocurre, un proceso de puesta en escena de las primeras conciencias poseídas de un auténtico espanto motivado por la autopercepción de empequeñecimiento a las que se veían sometidas ante el resto del mundo. Se veían tan poquita cosa que no cabía la menor duda sobre la existencia de lo superior; toda la inmensidad que lo rodeaba sólo era explicable apelando a seres para nada empequeñecidos. El hombre desde su obligada imaginación inicial ha gustado de representaciones que lo superen. Me atrevo a decir, a riesgo de caer en la exageración especulativa, que lo humano y lo transhumano van de la mano desde la génesis más génesis de todas las génesis, desde antes de todo, siempre humanamente hablando. El hombre, imagino, siempre necesitó trascenderse, y en esa trascendental necesidad fue construyendo un más allá de lo sensible que fue ocupando sus representaciones con fines explicativos que desde siempre lo han transportado allende lo presente. En su progresivo encaje de piezas, la construcción de lo transhumano, imagino, fue una preocupación que antecedió a la construcción de lo meramente humano, entiéndase, desde el punto de vista poiético; y conforme lo trascendente, lo superior, lo metasensible fue cogiendo forma, su imaginación iba creando un trasmundo no exento de la imagen de su creador; y es que, imagino, el creador de las primeras explicaciones míticas actuaba desde la más absoluta libertad de imaginación, desde la más originaria ausencia de prejuicios; imaginaba para sí, y desde su para sí no dudo en trasladar su imaginación libre a la creaciónigualmente libre, en tanto que originaria, de un escondido mundo cuyo intento de desocultamiento trajo consigo el progresivo florecer de la narración mítica, la más libre de todas las narraciones. Pues sí, el hombre va engrandeciéndose desde su imaginación creadora de un trasmundo que diera explicación y, quizás también,orden al abismático caos inicial. Al imaginar, queramos o no, se está mirando a sí mismo, por lo que no es de extrañar que sus representaciones transmundanas no estuvieran desprovistas de su propia imagen. La creaciónde lo superior a sí partía de la necesidad de explicarse, por una parte, y de imaginarse engrandecido, por otra. El engrandecimiento imaginado fue dando progresivamente un aparente sentido al hombre original, y se lo sigue dando al hombre de copia en el que nos hemos ido convirtiendo. En esa búsqueda de sentido fue surgiendo toda la realidad extraempírica que, de una u otra manera, nos constituye. Imagino que la necesidad de explicación originaria trajo consigo el nacimiento de los dioses a imagen y semejanza del hombre de la imaginación creadora, del hombre sin herencia, cuyo afán por hallarse explicado en lo desconocido fue confeccionando figuras mentales con parte de su forma, pero increíblemente superiores en sus capacidades. Conmovedor, nacen las deidades en cuyo desenvolvimiento nace la figura del héroe: Héroes inicialmente imaginados más allá de lo sensible, en tanto que coetáneos a las deidades, e incluso me atrevería a decir que isomórficos, y progresivamente instaurados en la realidad que nos rodea. La inicial búsqueda de la superación y/o de lo superior creó a las deidades a través de un salir de sí que con su regreso a sí engendró no sólo la representación, sino la existencia objetiva del héroe: héroe, en cierto modo, mediador entre lo humano y lo transhumano, ya que su carácter de semidiós o semihombre le colocaba por encima ( no veas que fuerte ) de sus propios creadores. Será el desenvolvimiento que ha llevado a cabo la figura del héroe el que nos ocupe en las próximas páginas, tomando como instrumento de trabajo mi imaginación, no tan libre como la que dio origen a la narración mítica en la que se contextualiza la aparición del héroe, entre otros, y, por qué no decirlo, una estimulante dosis de eso que llaman pensar a través del pensar de otros. Sin pretensiones iniciales de diacronía, pero convencido de que no podré escapar a ese recurso, iremos desentrañando la involutiva evolución o evolutiva involución que haido constituyendo tanto al héroe en sí como nuestra concepción del mismo; Así, hemos pasado por su, indirectamente, imaginativo nacimiento, claramente etendible como sentimiento religioso iniciático, e iremos pasando, quizás organizadamente, desde la antigüedad clásica hasta la posmoderna modernidad, realizando nuestras oportunas paraditas en el medievo de las mil y una realidades yen la modernidad de las mil y dos revoluciones; intentaremos entender la heroicidad sin desviarnos demasiado del lenguaje del ideal, lenguaje o de la historia.La imaginación pasa a representarse en el lenguaje, el lenguaje pasa a explicitarse en el mito, y en el mito, lugar donde se patentiza la imaginacióncreadora, sale a la luz el héroe, se da a conocer. Así, desde su nacimiento, el héroe ha desenvuelto su quehacer cumpliendo una serie de características que, a grandes rasgos, ha soportado en su devenir histórico; no quiero decir con esto que la imagen del héroe sea una imagenhomogénea a lo largo de la historia, sino que ciertas características han permanecido, mientras que el rasgo heterogéneo se lo otorga el escalonado paso desde la existencia objetiva de estas señas de identidad hacia la excesiva subjetivización ante la que los héroes de moda se ven sorprendidos.
Me explico: el héroe, desde su génesis, siempre ha sido considerado como un hombre al que una voluntad de superación lo ha colocado por encima de los demás hombres. No olvidemos el origen etimológico de la palabra: el griego heros significa semidiós. Este estar en medio entre lo humano y lo transhumano permanece en la imagen del héroe, con la salvedad de que ciertos rasgos que posibilitaban este estar a caballo no son lo mismo: El progresivo avance en el tiempo ha desplazado un tanto el carácter heroico de la fuerza física encaminada a su desplegarse en cualquiera de los múltiples campos de batalla que el hombre ha ido construyendo en su dialéctica historia; la sempiterna búsqueda de identidad a través del poder del más fuerte constituyó en el hombre desde sus orígenes la necesidad de hombres cuyo desenvolvimiento en la lucha marcara su rasgo más definitorio y así “ limpiaba el terreno” para su contacto con los dioses, dioses por supuesto de acuerdo con esta forma de desplegar la estancia en el mundo. Meimagino, por ejemplo en el medievo, en la Dinamarca legendaria de Hrothgar, Grendel y Beowulf... No, mejor me imagino en un botellón en la España del Cid: Rodrigo Díaz y sus colegas tan simplemente humanos; por entonces el Don Simón se llamaría San Simón, o San... algo así; dominguito, día de descanso, como Dios manda; un solano pelín mamón, pero unas pedazos de sombra bajo unos pedazos de medievales arboles en un pedazo de medieval bosque a la vera de un pedazo de medieval lago donde unas pedazos de medievales féminas le dan la espalda al héroe que llega de vacío y vestido de paisano y a sus aduladores, también de paisano, pero cargando con las bolsas de vino, por supuesto previamente purificado. Al ratillo, uno de los colegas guerreros, entre risas difícilmente retenidas y el rabillo derecho de su boca goteando purificación, se levanta no sin esfuerzo, se dirige a Rodrigo Díaz, le pasa su brazo por el hombro derecho al héroe, dejándose caer lo justito, y le dice: “ no te vea, rodri, si eres bueno; claro, por eso lo de héroe, y además religioso; eres el mejor. De aquí a ná, vamos en dos navajazos más, dios y tú ... como si se hubierais criado juntos.” Insisto en que imagino, pero el contexto del reconocimiento del héroe a través de su superioridad en la batalla ha permanecido, siendo este
reconocimiento una condición sine qua non para que lo humano y lo transhumano se rocen los dedos. Antes del botellón, había dejado caer la idea sobre el progresivo decaer del valor de la fuerza física en cuanto a su relación con la heroicidad. Pero se me entenderá mejor si en lugar de hablar de decaimiento hablo en términos de desplazamiento. El campo de batalla, lugar de desenvolvimiento del héroe desde sus orígenes míticos, ha ido viéndose sometido a una serie de variaciones a lo largo de su historia: el héroe clásico, tan sutilmente imaginado por Homeros yHesíodos, y tan prodigiosamente representados en Aquiles, Ajax, Ulises, Hércules (todos ellos en plural) se desenvuelven desde la imaginación creadora en campos de batalla dotados de una mitificación tan poderosa que gana en artificio a cualquier imaginación posterior; en su abismática localización, el semidiós es tal por una innata pasión por el riesgo, por una desenvoltura ante la intranquila presencia de lo trascendente que lo coloca por encima de lo meramente humano, cuando su pasión por la arriesgada supervivencia es acompañada de una desmesurada fuerza física, claramente transhumana, y posibilitadora de hacerle salir, no sin el empujoncito divino ( no olvidemos que es un semidiós) de las situaciones más comprometidas que jamás se hayan imaginado. Desde la infinita creatividad imaginativa de los 5narradores míticos, el contacto entre dos realidades heterogéneas entre sí ha necesitado de la presencia de seres capacitados para salir con éxito de su irremediada existencia polémica. El héroe clásico no titubeaba en la batalla, ya que su esencia se constituía a través de guerrear valientemente, actuar desde la emeridad, y conseguir hazañas que le permitieran su superioridad ante lo meramente humano y su aproximación a los dioses. Ya desde su nacimiento, se distinguen de los simples mortales; en la poesía épica, nos encontramos, la gran mayoría de los casos, con hijos de un dios o una diosa, cuya posición privilegiada les posibilita la ayuda y protección para su aventura vital.La Odisea de Homero, gran paradigma de la representación del héroe clásico, nos
ofrece a Ulises como el gran abanderado de la existencia heróica. En unpormenorizado estudio que sobre la obra llevaron a cabo Jacinto y Pilar choza, en su compartido “ Ulises, un arquetipo de la existencia humana”, se nos muestra al héroe clásico representado en la figura del gran guerrero con una de serie de valores que acompañan al primordial de la fuerza física, o que más bien son en parte posibilitados por ésta. Así, la técnica en su visión teleológica se ofrece
como un rasgo claramente definitorio de las cualidades del héroe, cuyas especiales disposiciones para planear la batalla instrumentalmente lo colocan un escalón por encima del resto, y a su vez dota de caracteres claramente humanos a la figura del héroe clásico: la técnica es una actividad específicamente humana. En su empeño por acercar a lo humano la imagen del héroe, nos ofrecen al hombre-héroe como aquel que” se aventura a lo desconocido, haciendo frente a lo que todavía no es y no tiene forma”. En su imparable enfrentamiento con las fuerzas desconocidas del más allá de lo presente, y en su imparable enfrentamiento con las fuerzas de la naturaleza, el panteísmo de Homero coloca al héroe ante situaciones que le llevarána la fama a través de un reconocimiento que, al no haber televisión, venía marcado por las cicatrices, símbolo físico del sufrimiento, la entrega y la autenticidad de la aventura heroica, así como muestra de un nuevo signo de cercanía entre lo heroico y la existencia humana. Un aspecto claramente llamativo dentro del relato homérico es la aparición del juego; con el juego, el campo de batalla se humaniza, y su desenvolvimiento en él se convierte en todo un valor que acompaña al héroe arquetípicamente humano que nos desvela la épica homérica; en una concepción que permanece mediáticamente engrandecida en nuestra sociedad del espectáculo ( aprovechándome un pelín de las no aptas para depresivos aportaciones de Guy Debord ), el juego ya aparece en la narración mítica, la más libre de todas las narraciones, como forma de alcanzar la gloria, la inmortalidad, de hacerse reconocido: toda una muestra de poder. La aparición del juego en la Odisea exalta tanto el valor de la habilidad ( recordemos el episodio de la lucha contra los 6pretendientes a través del lanzamiento de arco y flecha), en su inseparable relación con la fuerza física ( recordemos la escena del lanzamiento de disco del aún extranjero ); valores, que reiterando en una idea esbozada más arriba, no se constituirían como tales sin la figura del espectador, del testigo de la hazaña, del partidario, de la afición... ; el ser que actúa heroicamente
necesita del ser que reconoce la superioridad del acto, en un reconocimiento tanto de las virtudes del ganador del juego como de su propia inferioridad que le lleva al elogio si quiere ser de algún modo partícipe del éxito ajeno. Esta necesidad del reconocimiento queda explícitamente expresada en la siguiente cita de Jacinto y Pilar Choza, que me hepermitido entresacar de su obra tal cual: “ El ser humano necesita que alguna vez alguien crea algo en él, y entonces sus fuerzas físicas y su ánimo subjetivo crecen” ( pág. 59). Esta necesidad de ser reconocido acerca al héroe al resto de los mortales, sin cuya comparativa lo heróico no tendría ni forma ni contenido. El héroe clásico tiene la peculiaridad, con respecto a los héroes de moda, de su existencia objetiva; en el héroe clásico, la virtud surge de su propia naturaleza;héroes por esencia y existencia claramente diferenciables de los héroes creados y manipulados desde dentro y fuera de sí que continuamente traen a nuestra presencia esos nuevos formatos televisivos en los que cualquiera puede ser un héroe. El fenómeno de los mass-media se aprovecha continuamente deladormecimiento general para la creación de esos efímeros ídolos que ya no necesitan de cualidades innatas, sino que se construyen con la misma facilidad que se diluyen. Fernando Savater, en su más que meritorio ensayo “La tarea del héroe” nos dice, en clara relación, desde mi punto de vista, con esta creación de héroes no de por sí, que en la práctica, la virtud puede llegar a fracasar y de hecho fracasa ante la “ inercia viciosa del mundo”. La aventura que siempre ha acompañado la estancia del héroe, y es más, compone su mundo, se va desvirtuando conforme el rosa se erige como el color favorito. Pero no quiero seguir por esta vía, ya que de ningún modo pretendo comunicaros una crítica de nuestra criticada sociedad, lo cual nos desviaría varios pueblos de la pretensión inicial. Así, no entraré a evaluar la oncepción posmoderna de la aventura, sino que tomaré la aventura como el mundo del héroe, una aventura plenificadora para el que la lleva a cabo en tanto que incrementa su enfrentamiento con lo imprevisible, una aventura en la que la autonomía del héroe va creciendo por momentos en la medida en la que nadie puede decidir por él, una aventura en la que se intensifica la existencia, y en la que el esfuerzo y la capacidad de sorpresa van de la mano, y en la que el constante asomo de la muerte toma un papel altamente protagonista. Refiriéndose a la aventura, Fernando Savater nos dice en la citada obra: “ todo en ella tiene el sello de la intensidad, del esfuerzo, de la sorpresa, de la pasión, del tesoro...”

Así, Siguiendo la doctrina savateriana, se desprende otra característica fundamental en la concepción del héroe: su carácter aventurero, claramente diferenciado del mero juego debido a la comentada presencia de la muerte, situa al héroe aventurero provisto de un halo ultravital que lo individualiza y diferencia del resto,así que, llegados a este punto, no se me ocurre otra cosa que decir que todo el que se lance a la aventura, no a cualquier aventura, sino a la aventura, será, al menos por mí, considerado un héroe. El héroe clásico en campo de batalla busca su independencia, deja su casa, se abandona momentáneamente para reencontrarse a través de la autonomía de su acción; la
placidez del cosmos paterno se sustituye por la, al menos en su inicio, caótica aventura, por el enfrentamiento directo con el mundo, no por ello renunciando a la memoria de su origen, sino autoinvitándose a engrandecerla. Su carácter aventurero otorga a la idea de héroe una esencia ya de por sí diferente al simple andar por el mundo; el sin pena ni gloria se aleja de laheroicidad, el héroe constituye su paso por la vida desde un continuo planteamiento de las cosas, desde un ir más allá, desde una perpetua apertura de vínculos, desde una constante extensión de horizontes, desde una búsqueda de sentido cuyo no conformismo lo configura en su desasogada existencia; su proceso de individualización y diferenciación viene marcado por una coimplicación directa entre su heroica forma de estar en el mundo y la libertad que lo constituye: heroicidad ylibertad no serían la una sin la otra; el despliegue del carácter heróico es el despliegue más absoluto de la libertad en su pura esencia, libertad que, a su vez, bien llevada a cabo es la posibilidad más clara de construirse desde lo heroico. Sudistinción como sujeto individual, ya que por lo general la identidad del héroe es una identidad individual, lo coloca en un inacabado viaje interior hacia la autoafirmación, a la vez que en su desplegarse exterior muestra un anhelo casi originario por la libertad, pero no por la suya propia, ya que su existencia heroica ya lo hace libre, sino por la libertad de los demás; su filantropía, su peligrosa ytemeraria filantropía erige al héroe en un continuo desafiante mirar de frente a larealidad, en un continuo alejarse de cualquier síntoma de pasividad, en una puesta en marcha de la revolución; la valentía revolucionaria del héroe clásico implica que lo efímero sea un rasgo inseparable de su camino hacia la autenticidad. El paso por el mundo del arquetípico Ulises, del enamorado Tristán, del familiar Arturo, del solitario Marshal, del revolucionario Ché, de la provocativa Marilyn, del extravagante Elvis, del soñador Lennon, y de tantos otros caracteres heroicos que han constituido nuestra historia, tiene desde su evidente heterogeneidad una serie de rasgos comunes y estables: no cabe duda que en todos ellos el lugar de acción, el campo de batalla se ha ido modificando, pero la superioridad de lo heroico siempre se ha manifestado, sea cual fuere el lugar de desenvoltura, a través de su aparición, las muestras de gloria que su acción convirtieron en legado, la inmortalización de sus incomparables y divergentes hazañas, y su muerte acompañada, en la gran mayoría de los casos, de un halo trágico; quizás, una mayor permanencia degradaría su acción virtuosa, favorecería la caída en el olvido. En el humano extraordinario muerte e inmortalidad se contienen la una a la otra.Volviendo o continuando en el tema, y Respecto a lo que hemos ido comentando hasta ahora sobre lo que de homogéneo tiene el héroe diverso de la historia, me gustaría entresacar una cita de la laboriosa obra de Joseph Campbell, “el héroe de mil caras”, que nos servirá de síntesis de lo hasta ahora expresado: “El héroe que a través de los siglos parte, se purifica, cumple sus hazañas, regresa y es sacrificado, en un ciclo eterno que siempre se está cumpliendo”. El héroe medieval es también un héroe clásico; también caracterizado por su especial fuerza física con fines guerreros, su virtud heroica va desempeñándose poco a poco en un campo de batalla que con el transcurrir de la historia ha ido perdiendo su carácter mitológico, su carácter legendario; pero no será en el medievo cuando esta legendariedad desaparezca ( realmente nunca ha desaparecido, si tenemos en cuenta que el ser imaginativo del hombre lleva consigo el ser legendario ); lo que quiero decir situándome en esta
parte de la historia es que el héroe medieval se sitúa entre lo que es mitología y lo puramente pagano; lo que si tengo claro es que el relato mítico del medievo pierde fuerza en su despliegue al no poseer la originariedad ni la originalidad de la poesía épica de Homero y compañía; pero alejándome de los aspectos plásticos, en los que no me cabe duda acabaría dentro de un laberinto, quiero reafirmarme en la idea del estar a caballo entre lo mitológico y lo profano, cuya línea divisoria viene marcada por las cruzadas, en una época en la que, imagino, la espontaneidad del héroe va perdiéndose en favor del credo, en una época en la que la doctrina empieza a ocupar un lugar primordial en la vida diaria. Reitero la idea de que se mantiene el valor y la fuerza física como signos de identidad heroicas, pero el campo de batalla se desplaza desde lo legendario hacia lo religioso, y empieza a tomar forma eso que tan en voga continúa en nuestra era de las múltiples representaciones, empieza a tomar forma el concepto de guerra santa, empiezan a cogerse de la mano lo heroico y lo religioso en la batalla, empieza a desenvolverse la defensa de los ideales trasmundanos, y el adjetivo de religioso acompañará al concepto de éroe,aumentando su valor y su reconocimiento. Señores, aparecen los héroes de la guerra santa, héroes que en su acción belicosa desplazan la búsqueda de la gloria personal, dando entrada a la lucha por la autopurificación ( tal vez otra forma de 9glorificación personal); ahora, el símbolo más evidente de la derrota del enemigo era su conversión, en una época de ineludible convivencia entre la religión, la magia y la brujería; en una época en la que el fluir del transhumano poder mágico( de ahí la cierta conexión existente entre lo mítico, lo mágico y lo heróico ), iba construyendo a pasos agigantados el progresivoolvido de esa transhumanidad; la magia, en su quehacer, poseía su propiahospitalización. La magia de la época de las mil y una realidades, profundamentetildada de hereje y subversiva, desde su pasión por el más allá, desde su pasiónpor interconectar realidades, acabó declinando la balanza del lado de lo humano,y fue abriendo la puerta a los poderes de la ciencia posterior, que supuso a suvez la salida de escena de lo mágico para dejar paso al cierto encuentro delhombre consigo mismo que supuso la suplencia de lo metaempírico ante la novedady divinidad del trabajo científico. Progresivamente, el hombre se iría alejandode puntillas de la especulación sobre deidades, desplazando su fé en lo no vistohacia una implacable y no menos destructora, fé en su actuar por sí mismo; así,me atrevo a decir, que en cierto modo, la heroicidad de la magia se sustenta engran parte en el hecho de que más que alejarse de la realidad, acerca al hombreposterior al descubrimiento del poder de la ciencia. Pero este paso no seejecutó de un día para otro, sino que en el trascurso del periodo medieval, lafigura del héroe con armadura se nos presenta con una personalidad que confluyeentre lo legendario y lo histórico, en el que el discurso mítico aún tiene plenavigencia, aunque no plena originalidad, y en el que la leyenda seguirá siendo laencargada de ensalzar a ciertos hombres hacia el reino de lo deífico; lossecretos de la naturaleza que la realidad mágica intenta desocultar seránmitológicamente desvelados a través del convencimiento animista del poder queposee lo inerte: “Las cosas tienen vida propia, todo es cuestión de despertarleel ánima” , pregonaba el gitano Melquíades al llegar a Macondo con sus nuevos inventos.El héroe de la mitología medieval continua su lucha con lo desconocido, continua enfrentándose con las fuerzas ocultas de la naturaleza, continualadicotomía entre el bien y el mal en un terreno en el que se necesitaba superarlo monstruoso para alcanzar el reconocimiento del pueblo, superar lo monstruosocomo auténtica demostración de cualidades de liderazgo. Cuentos como “Beowulf”,“Tristán e Isolda”, o “Titurel y el santo grial” nos muestra la permanencia dela fuerza física como valor heroico, del reconocimiento a través de lasfracturas, la permanencia de la importancia del relato como símbolo deautenticidad de las experiencias aventureras del héroe, de la continua presenciaamenazadora de la muerte, de la valentía para la lucha, y del especial trato del héroe muerto, bajo undestino heroicamente trágico. El hombre medieval continúa viéndose imperfecto, y utilizará narraciones como las de “ Titurel y el santo grial” para expresarsus propias limitaciones, para transportarse hacia el eterno anhelo del paraiso, y para ocultar la inaceptada imperfección de lo presente con la búsqueda de lo perfecto ausente, pero siempre pensable. Conforme se va saliendo de la necesaria ensoñación, conforme se va pasando del discurso mítico a la realidad histórica, evidentemente influida por la leyenda, se observa un fenómeno que permanece y otro que, más que desaparecer , amplia la concepción del héroe: Permanece ensalzado el carácter lúdico del hombre, en general, y la particularidad y heroicidad que el buen desenvolvimiento en el juego otorga; progresivamente y desde la imaginación creadora de Homero,el juego, el deporte fue constituyéndose como todo un proceso de selección de figuras extraordinarias, a través de demostraciones de superioridad física que, sobre todo desde la aportación de la Grecia clásica, no tenían porque estar directamente encaminadas a la destrucción n la batalla, sino a la competitividad en el delimitado espacio de juego. El duelo deportivo continuará en el medievo con su función de colocar a los triunfadores por encima de los derrotados; los famosos duelos de caballería, tan recurrentes para la representación cinematográfica, trasponían las encarnizadas batallas a un campo de oposición que servía de claro entrenamiento y proceso selectivo con vistas a la realidad polémica que debían de defender. El rasgo que amplia la concepción del héroe es aquel que está marcado por el paso delcarácter individual que había tomado a lo largo de su devenir hacia la concepción grupal de la imagen de lo heroico. Las caballerías que salíanreafirmadas en la victoria en la batalla eran reconocidas y acogidas en su regreso como heroicas en su conjunto; así, la solidaridad empezaba a tomar parte del trabajo heroico; la necesidad de la totalidad del conjunto para desplegar labatalla exitósamente hizo que la autónoma soledad del héroe se tornara en la necesaria compañía para que lo heroico saliera a la luz. Los templarios, Los caballeros de SanJuan... eran elevados a héroes de manera grupal, en una pluralización de lo heroico que se mantiene como rasgo sobresaliente a través del demacrado paso del tiempo, pero que, en absoluto, ha podido solapar al héroe originariamente individual.Con la aparición de la ciencia, y el pseudoinfinito poder que ésta otorga al hombre, el humano de la investigación científica empieza a desacralizar su labor, la cual adquiere su carácter sagrado a través de la divinización del propio hombre, a través del acercamiento de lo extraterreno al espacio humano; ya no se busca desde fuera del hombre, sino que el hombre ilustrado encuentra en sí mismo y en lo que le rodea el secreto delcontrol de la realidad; la actividad coimplicada entre sujeto y objeto comienza su proceso de desimplicación a través de los giros copernicanos que empiezan a otorgar al hombre el papel protagonista en el proceso de desvelación.
Así, el hombre, con sus hazañas científicas, empieza a heroificar, a exaltar su labor no desde el terreno de la superioridad física, sino desde el terreno de la superioridad de la capacidad intelectiva.
Insistiendo en la idea con la que prácticamente abrimos el discurso, el valor de la fuerza física empieza a decaer en la concepción de lo heroico; en su perpetuo enfrentamiento con lo metasensible, el héroe de guerra empieza a dejar paso al héroe de laboratorio; lo monstruoso ya no se derrocará desde el relato legendario, sino que se intentará controlar desde la observación directa del hombre y sus circunstancias. Lo bélico, actitud que ha acompañado al hombre desde su estancia sin herencia, ni que decir tiene que no desaparece, pero entramos en un camino en el que vamos pasando de la individualidad del héroe clásico, revestido de su pasión por el riesgo y de sus éxitos militares, hacia un proceso mágico de tecnificación del héroe. El individual héroe de guerra va transformándose a través del avance de la investigación humana, en ejercitos:
ejercitos que con los medios modernos de despliegue en la batalla desobjetivizan la existencia de lo heroico; el sempiterno carácter dialéctico del hombre en su pavorosa constitución, toma en nuestros tiempos de destrucción masiva y daños colaterales, un cariz tecnológico que impide la superioridad de un militar sobre
otro; la superioridad en la batalla que había constituido la imagen del humano extraordinario, se imposibiliza con el uso de equipamientos de prodigiosa inutilidad real. El crecimiento de la ciencia y todo lo que le acompaña no podía obviar la guerra. En estos días, uno no puede evitar asombrarse pavorosamente al observar el revestimiento bélico de esas llamadas fuerzas aliadas, y no dejo de preguntarme cómo es posible que el hombre malgaste tanta creatividad encaminada a la destrucción; toda esa tecnificación bélica, sin que me sirva hirviendo la sangre, equipara a todo el que la posee, y así desde el terreno de lo heroico, el héroe de guerra ya no lo es por sus dotes especiales de desenvolvimiento en la lucha, sino que el héroe de guerra mantiene la pluralización de la caballería templaria, por ejemplo; ya el héroe no es el que triunfa, sino el que sobrevive, y su heroicidad ya no recae en la existencia objetiva de cualidades innatas, sino en la influencia de agentes y hechos externos a su propia sustancia individual. La fuerza física decae ante la avalancha de medios externos, pero a la vez se desplaza a diferentes campos de batalla: me refiero nuevamente al componente lúdico del hombre, me refiero nuevamente al papel protagonista que el
juego, el deporte toma en el proceso de selección de héroes; un deporte cuya selectividad, o más bien su campo de presencia ha crecido a velocidad de récord desde que el mundo pasó de ser nuestro pequeña parte del mundo a ser la aldea global mediáticamente controlada. El mundo de la investigación científica ha ido expandiendo su conocimiento hasta la saciedad, y el fenómeno de disponer imágenes de todo ha provocado la extinción del mito original, por una parte, y el aumento de las personas que se erigen como testigos de las hazañas que los seres superiores ejecutan en sus manifestaciones deportivas, por otra. El cercamiento del mundo posibilitado por las retransmisiones televisivas ha aumentado de forma abismática, y continuamente tenemos como compañeros de mesa ante nuestra presencia la contradictoria existencia de las miserias y maravillas del mundo.Somos permanentes testigos de todo lo que nos enseñan del mundo, y este hecho trasladado al terreno de lo heroico supone que el reconocimiento constituyente de la concepción del héroe haya aumentado a escala mundial; tanto el reconocimiento como la heroicidad que éste constituye se han universalizado; el héroe local, que por supuesto continúa existiendo, se ha convertido en auténtico ídolo de masas, en auténtica referencia universal. Pero esta globalización de la heroicidad se compone de elementos que conjugan la sinceridad del auténtico héroe con el aprovechamiento de necesidades que hacen surgir la antiheroica imagen del héroe que nos domina desde lo efímero de su presencia. Con la sinceridad del auténtico héroe me refiero a la existencia objetiva de lo heroico que se observa cuando personalidades superiores al resto desenvuelven sus especiales cualidades físicas en el campo de batalla de la lucha deportiva. La exaltación de la habilidad y fuerza física, que ya nos mostraba Homero en sunarración mítica, se mantiene engrandecida al ensancharse absolutamente su campo de presencia, su campo de observación y reconocimiento.
Me refiero almostrarse superior de personalidades como las deMichael Jordan y/o MiguelIndurain, cuyo dominio total y absoluto de sus heterógeneos campos de batalla los colocan por encima del resto, les confiere unas dotes heroicas marcadas por una serie de caracteres que se le escapan al resto de simples
mortales: su superioridad física para la lucha, sus cualidades innatas espléndidamente desenvueltas, su continuo paso por delante, su capacidad de abstracción a la presión de todo un primer mundo que lo observa e incluso necesita, su victoria a las adversidades, su búsqueda de lo imposible desde la
purificación del juego, sus cimas siempre alcanzadas, la sensación de empequeñecimiento que se observa tanto en sus contrincantes como en sus millones de aduladores, su diversión para la diversión,su capacidad de sufrimiento, su toma de iniciativa, su último kilómetro, su último segundo. Son la más clara
muestra que se me ocurre del desauge que en la era de las telecomunicaciones y las retransmisiones sufre el ídolo religioso en favor de la profanidad del ídolo de masas, que en casos como el de los dos más grandes deportistas que como habitante de este mundo he podido percibir, su ser profano casi que se confunde
con la sacralidad de sus actos deportivos: “es un dios” era Page 13
13una frase de lo más recurrente para los narradores de las hazañas, hazañas, que reconociendo el componente hiperbólico que puede revestir su reconocimiento, lo colocan como personas admiradas con exaltación, es decir ídolos, los colocan como personas rodeadas de una extraordinaria estima, es decir mitos. Considero que el héroe deportivo tan representativo de nuestra era toma en ellos su cariz más sincero y objetivo. Son los héroes universales que solapan, en tanto que son vistos desde todos los rincones del mundo, la existencia de los héroes locales, de aquellos que, afortunadamente siguen actuando desde el anonimato, aquellos a los que se les presentan acciones no buscadas, sino puestas sorpresivamente ante sus ojos y actúan sin titubeos. Me resisto a creer que lo heroico de hoy en día se reduzca a la imagen televisiva. En la más cercana realidad que nos constituye cuando no estamos delante del televisor, he tenido la oportunidad de observar casos en los que el anónimo se ha efrentado a situaciones límites, saliendo de ellas con la limpieza con la que tiene que salir un héroe; la complicada existencia en la que nos encontramos irremediablemente inmersos ofrece cotidianos casos en los que el hombre anónimo ha de actuar desde lo heroico, ha de desvestirse de gran parte de su componte racional, para llevar a cabo la acción desde su parte más pasional, catártica e impulsiva; aquel que interacciona altruistamente en ayuda del otro necesitado ante la aparición de
situaciones límites, realiza su acción acompañada de gran parte de los caracteres que hemos visto que definen al héroe. El acto de salvar una vida que se pone imprevisiblemente en peligro se deja entrever como algo que permanece durante la ejecución en sí del salvamento, pero que una vez terminado sólo queda en el recuerdo; la heroicidad cotidiana, la que no sale en la tele, sobrevive en el recuerdo del testigo, en una época en la que lo heroico y lo criminal son, en gran parte de las ocasiones, inseparables, pero que afortunadamente aún deja
cabida para los héroes anónimos que alejándose de ellos mismos otorgan a la idea de héroe un romántico halo de recuerdo restringido a su lugar de acción. En nuestra época de desacralización del héroe, la sinceridad de ciertos personajes deportivos y de ciertos localismos anónimos, desgraciadamente se mezcla con una
heroica antiheroicidad que la pasividad del hombre posmoderno no duda en aceptar como superior a sí mismo. No cabe duda de que el hombre siempre ha necesitado de héroes, héroes que en gran medida y desde su génesis, han sido reflejo del propio hombre que lo ha creado; el problema estriba cuando esa creación ha ido degenerando en la sociedad global desde las elogiosas creaciones de los super-héroes, que en gran parte son la muestra más clara de la tecnificación del relato mítico, hasta llegar al peligroso alargamiento de la idea de héroe. La pseudocultura del ocio se aprovecha continuamente de la alienación del hombre ontemporaneo y de su necesidad de héroes para cubrir su no creativo tiempo libre con la viciosa creación de ídolos pertenecientes a las manifestaciones culturales menos refinadas; seguros de su éxito, no dudan en otorgar una realidad heroica falsamente ontológica a cualquier manifestación que favorezca el adormecer del pueblo: el bombardeo del cine de serie, de la canción ligera, del deporte no auténtico....nos traen continuamente a la presencia a personajes, de cuya dignidad no dudo, pero, permítanme dudar de su heroicidad; los héroes de desahogo tienen dos características principales que lo alejan de la autenticidad del ser heroico: por un lado el reconocimiento al que se les somete no es un reconocimiento sobre cualidades objetivas, sino un
reconocimiento que se basa simple y tristemente en su consumo; y por otro, la necesaria coimplicación que ha de darse entre la heroicidad y la libertad desaparece en el ídolo televisivo,completamente aprisionado por las necesidades del guión. Lo que queda claro es que nos movemos en una época en la que, por muchos lados positiva, la desacralización también ha alcanzado a la figura del héroe, en la que el héroe es un antihéroe definido por su estrechez de miras, su ausencia de élite, su intrascendencia y sus valorados disvalores, pero que en cierto modo siguen siendo reflejo de nosotros mismos, de nuestra propia existencia contradictoria. De todos modos, y como dice mi madre, tampoco hacen daño a nadie. He dejado para el final a un personaje que ni quiero ni puedo obviar en un discurso dedicado a lo que al hombre le engrandece en su alejamiento del pr opio hombre, y que, supongo se ha echado de más su ausencia : la creación de Sófocles, una de las más altas cimas estético-culturales que la humanidad jamás ha alcanzado: Antígona, la heroína más extraordinaria jamás pensada, el paradigma más claro del autoconvencimiento, del no dejarse arrastrar por lo legalmente establecido, la imagen más clara de las virtudes constituyentes de un héroe más allá de su fuerza física.
La identidad heroica de Antígona viene marcada desde su inicio por la lucha contra la fuerza superior
del destino, por la búsqueda de unreconocimiento que no implica ninguna recompensa exterior, ya que la victoriaheroica de Antígona nace desde dentro de ella misma, desde su llevar a cabo sin atenerse a las consecuencias posibles. Con Antígona, la heroicidad se gesta desde su alejamiento de lo humano y ordinario partiendo de la más bella defensa de la conciencia individual; En Antígona, en particular, y en la tragedia griega en general,la heroicidad se rebela desde su conciencia individual a la temible simbiosis entre la ley y el destino; su creencia en la separación existente entre lo legal y lo justo,entre lo normativo social y la percepción individual, entre lo público y lo privado colocan a esta heroína como claro ejemplo de inmortalidad, de resistencia al paso del tiempo y al cambio de espacios, la colocan, en definitiva, como el
referente más evidente de la dialéctica de la autorrealización. Su destino trágico, como no podía ser de otra manera, es la muestra más clara de la cristalización de la libertad, de la lucidez de su polémico obrar, lo cual determina, desde el convencimiento de lo hecho, la sustancia de su yo, la autenticidad de su identidad condenada a la rebelión y al desenlace trágico. Observando la extraordinaria excepcionalidad de la personalidad de Antígona, no es de extrañar que la fuerza del pensamiento, la capacidad de crear valores culturales importantes, la capacidad de construir desde dentro, sean rasgos que también configuran a un héroe, aunque tengamos laadquirida costumbre de nombrarlos como intelectuales, en unos casos, y movilizadores, en otros. Bergson, en su obra “las dos fuentes de la moral”, no duda en calificar como héroes a personalidades como las de Sócrates, Cristo y Rousseau por revelar valores tan influyentes como
desatendidos, tales como el valor de la caridad y el sentimiento de la naturaleza. La heroificación de Cristo por parte de Bergson es una clara muestra de humanización del mártir cristiano, o al menos lo acerca más a su personaje histórico.
Más allá de consideraciones religiosas, me apunto a este rasgo intelectivo que se atribuye a lo heroico, me apunto a heroificar a todo aquel que de su vida hiciera, hace y hará una reflexión sobre loque constituye su
existencia, me apunto a heroificar a todo aquel que se aleje de lo humano en beneficio del propio hombre, a todo aquel que haya sido capaz de desvelar su sabiduría, me apunto a heroificar a todas las mentes lúcidas que han exteriorizado, y aún las hay, aunque se nos escondan, sus especiales concepciones de todo esto, y me apunto a heroificar, incluso a beatificar a todo aquel que encuentre desde, la investigación interior y la observación exterior, soluciones reales al sempiterno conflicto que nos constituye desde que el hombre
estaba obligado a imaginar.
Page 16
BIBLIOGRAFÍA _ Diccionarios Rioduero. Mitología Griega y Romana._ Diccionario
de Filosofía Larousse. _ Diccionario de mitología Griega y Romana Larouuse. _
DRAE. • “ Ulises, un arquetipo de la existencia humana”. Jacinto Choza y Pilar
Choza.Editorial Ariel, Barcelona 1996. • “ Edad Media”. H.A. Guerber. Colección
Mitología. Editorial Edimat, Madrid 2000. • “ Quién es quien en la mitología”.
Alexander S. Murray. Editorial Edimat, Madrid 2000. • “ La Odisea”. Homero.
Ediciones Altaya, Barcelona 1995. • “ La Sociedad del Espectáculo”. Guy Debord.
Editorial Pre-Textos, Valencia 2002. • “ Las Dos Fuentes de la Moral”.
H.Bergson. Editorial Sudamericana, Buenos Aires 1962. • “ La Tarea del Héroe”.
Fernando Savater. Editorial Taurus, Madrid 1986. • “ Antígonas”. G. Steiner.
Editorial Gedisa, Barcelona 1987. • “ El Santo, el Genio y el Héroe”. Max
Scheler. Editorial Nova, Buenos Aires 1961. • “ Mito y Realidad”. Mircea Eliade.
Editorial Labor, Barcelona 1983. • “El Imperio de lo Efímero”. G. Lipovetsky.
Ed.Anagrama, Barcelona 1990.

22 de julio de 2005

Electra de Sófocles: imitación de una acción esforzada, mujer virtuosa

por Carolina Muñoz
Litterae III Nº III Octubre - Diciembre 2000 ISSN 0717-5892 e-mail: litterae@udec.cl
Grupo Litterae Departamento de Español Universidad de Concepción Chile http:www.udec.cl/~litterae pp 2
Aristóteles en La Poética diferencia a la Tragedia de otras artes por los objetos imitados: Acciones esforzadas o de baja calidad, ejecutadas por caracteres que sobresalen por la virtud o por el vicio.
Así, Electra de Sófocles, en cuanto imitación de una acción esforzada se nos presenta como la tensión de dosfuerzas contrarias, Electra y Clitemnestra, ambas generadoras de la unidad de acción. Esta poiesis pone, sin duda, en relieve la figura de Electra, quien junto a Orestes pretende vengar la muerte de Agamenón, el padre; asesinado por Clitemnestra movida por una intemperante pasión hacia Egisto.
Ahora bien, siguiendo a Aristóteles en el texto Los tres tratados de Ética, es posible proponer una definición de acción esforzada sobre la base de la comprensión de los actos virtuosos.
De esta manera, se plantea que los actos de Electra, como figura central del drama, encuentran su felicidad en la virtud, ya que "por generosidad y por grandeza del alma soporta grandes y numerosos infortunios"1 Ya en el principio de la obra escuchamos a Electra lamentarse por la muerte de su padre:
"¡Oh, purísima luz y aire que envuelves toda la tierra!, cuantos doloridos lamentos y golpes que vulneran mis ensangrentados pechos oyes de mí todos los días, así que la tenebroso noche desaparece. Pues mis nocturnos padecimientos ya los saben los odiados lechos de esta malhadada casa: cuánto lloro a mi infeliz y desgraciado padre, a quien en tierra extraña el cruel Marte respetó; pero mi madre y el adúltero Egisto, como leñadores que cortan sin lástima ninguna encina, le segaron la cabeza con ensangrentada hacha. Y no hay aquí otra que tal vez te llore más que yo. ¡oh, padre!, habiendo sido tan cruel, injusta e inicuamente asesinado."2
En espera tristísima de su hermano Orestes:
"Sin cesar le estoy esperando, sin hijos, desdichada y sin marido, y me muero, bañada en lágrimas, en este interminable cúmulo de desgracias. Más él se ha olvidado de lo que sufrió y de lo que se le enseñó. ¿Cuántas falsas noticias no he recibido ya durante tanto tiempo? Siempre desea venir y, deseándolo, no se digna parecer."3
Junto a su lúcido conocimiento de su condición de oprobio familiar y social:
"Pero ya he pasado la myor parte de mi vida sin lograr mis esperanzas y logros, y no puedo más: vivir sin hijos me consume lentamente, y no tengo varón amante que me asista, sino que, como si fuera indigna extranjera, trabajo en la casa de mi padre, así como me veis, con este indecente vestido, y sirvo a la mesa en que me falta el señor."4
Además, ella es modelo de una conducta inquebrantable frente a "los azares de la fortuna"5, "sin perder en nada su dignidad"6. Esta conducta la vemos reflejada en el momento en que el Coro increpa a Electra sobre la razón de ser de su indignación. Electra a su vez responde:
"Por los malos tratos fui obligada, por los malos tratos. Comprendo muy bien mi cólera, no se me oculta. Pero aunque me encuentre en tan miserable situación, no cejaré por un momento, en mis imprecaciones mientras me asista la vida. ¿Cómo, pues, si no hiciera esto, ¡oh, queridas amigas!, podré oir jamás una palabra de alabanza, de cualquiera que piense bien?." 7
Lo mismo ocurre, cuando Clitemnestra y Electra se enfrentan, injuriándose mutuamente:
"Electra: ...Si quieres, pregona ante todo el mundo que yo soy una malvada, una maldiciente y una desvergonzada; porque si ducha soy en todo esto, en nada avergüenzo a tu propia y natural condición.
Clitemenestra: ¿Qué necesidad tengo yo de guardar respetos a esta que de tal manera injuria a la madre que la parió, no siendo más que una muñeca? ¿Acaso crees que puedes hacer todo lo que se antoje, sin ningún recato?
Electra: Sabes bien que tengo vergüenza de todas estas cosas, aunque no te lo aprezca. Yo sé que lo que hago es inoportuno e impropio de mí. Pero tu aviesa intención y tu conducta me obligan a hacer todo esto contra mi voluntad, pues viviendo con descocados, no se aprenden más que desvergüenzas."8
Según lo expuesto, Electra es conciente de su gran cólera y de lo impropio de sus injurias, frente a lo cual intenta "sacar el mejor partido posible"9 de las circunstancias adversas con la finalidad de vengar el crimen
hacia su padre. En este contexto, es importante resaltar que las desgracias que acontecen a Electra, no corresponden precisamente a "infortunios ordinarios"10, sino más bien son "los más grandes y repetidos desastres."11 Así, Egisto y Clitemenstra pretenden exiliar a Electra, quien es enterada por boca de su hermana Crisótemis:
"Pues te diré todo lo que he oído. si no desistes de tus lamentaciones, te van a mandar a un sitio donde no verás la luz del sol, y vivirás a llí en tenebrosa caverna, fuera del mundo,
llorando tus desdichas. Ya lo sabes. Reflexiona, pues, y no me acuses luego de lo que sufras; porque aún es tiempo de tomar buen consejo."12
Luego, se entera de la falsa muerte de Orestes:
"El Ayo: Ha muerto Orestes. En resumen, eso es todo.
Electra: ¡Ay, mísera de mí! ¡Hoy me muero!."13
Tales infortunios van a potenciar en Electra, el recto jucio y le harán despreciar los peligros, erigiéndose así, como un carácter valiente. Ella le comunica a Crisótemis su decisión de matar con sus propias manos a Egisto:
"Electra: Escucha, pues, lo que he decidido hacer. Bien sabes que no nos queda auxilio de nadie, pues Plutón nos ha privado de todos los seres queridos y hemos quedado solas. Yo, mientras sabía que nuestro hermano vivía lleno de robustez, tenía esperanza de que vendría alguna vez a vengar la muerte del padre. Pero ya que él ha muerto, pongo mi esperanza en ti, para que no rehuses matar, con esta hermana tuya, a Egisto, el asesino de nuestro padre."
Coro: En estas circunstancias, la prudencia es la mejor ayuda para el que aconseja y para el aconsejado. Crisótemis: Y tanto, ¡oh mujeres!, que si ésta no se dejara llevar por locas resoluciones, habría tomado antes de hablar toda suerte de precauciones, cosa que no ha hecho.
Electra: Prevista tenía tu contestación; bien sabía que habías de desaprobar lo que te propusiera; pero yo sola con mi propia mano, he de llevar a cabo esta obra; no la dejaré sin cumplimiento."14
Frente a la cobardía de Crisótemis, Electra ya se ha resuelto ha efectuar la venganza que debía ser obra de Orestes, pero luego de la agnición, "la virtud brilla con todo su resplandor"15, Orestes y Electra se reconocen:
"Electra: ¿Acaso eres tú? Orestes: Fíjate en esta marca que en la piel me hizo el padre y sabrás si digo verdad."16
Se consuma la venganza de Agamenón con el matricidio:
"Electra: ¿ Ha muerto la infeliz? Orestes: No temas ya que la soberbia de la madre te insulte jamás."17 y el asesinato de Egisto:
"Egisto: ¿Temes que me escape?
Orestes: No; lo que quiera es que mueras sin ningún consuelo. Es preciso que yo te reserva esta última amargura."18
Electra de Sófocles es "imitación de una acción esforzada"19, cuya ejecución está mediatizada por la figura de Electra, cuyo carácter sobresale por el ejercicio de la virtud.

Notas
1 Aristóteles: Hombres esforzados o de baja calidad en: La Poética. http://www.udec.cl/~teatro
2 Sófocles: Electra. Editorial Ercilla.Santiago, 1985. Pág 99
3 Ob. cit. pág. 101
4 Ob. cit. pág. 101
5 Aristóteles: Hombres esforzados o de baja calidad en: La Poética. http://www.udec.cl/~teatro
6 Ibid.
7 Sófocles: Electra. Editorial Ercilla.Santiago, 1985. Pág 102
8 Ob. cit. pág. 112
9Aristóteles: Hombres esforzados o de baja calidad en: La Poética. http://www.udec.cl/~teatro
10 Ibid.
11 Ibid.
12 Sófocles: Electra. Editorial Ercilla.Santiago, 1985. Pág 106
13 Ob. cit. pág. 114
14 Ob. cit. pág. 123
15 Aristóteles: Hombres esforzados o de baja calidad en: La Poética. http://www.udec.cl/~teatro
16 Sófocles: Electra. Editorial Ercilla.Santiago, 1985. Pág 130
17 Ob. cit. pág. 136
18 Ob. cit. pág. 13819 Aristóteles: Hombres esforzados o de baja calidad en: La Poética.
http://www.udec.cl/~teatro

4 de julio de 2005

La visión aristocrática en la poesía de Safo de Lesbos

Arbey Atehortúa Atehortúa
«...mucho más melodiosa que una lira...
mucho más aúreo que el oro...»
Safo
Safo, la poeta Lesbia de la Grecia Arcaica, es sin duda una de las figuras más importantes entre los líricos de los siglos VII y VI aC. Ella subvierte el paradigma creado por los cantores masculinos, y como un reto a la sociedad eminentemente patriarcal opone un mundo femenino. Su visión aristocrática es lo que la conecta con la estructura de mundo de la Grecia Arcaica.

La poetisa Safo de Lesbos, cuya acmé se ubica en el año 590 a.C. representa una de las estrellas más luminosas en el espacio de la Lírica Griega Arcaica, hecha exclusivamente por figuras masculinas.
Safo no fue por supuesto la única: nombres como Gorgo y Amdrómeda están unidos a ésta por haber sido rivales en la creación de grupos femeninos. Pero de ellas no se conserva obra alguna; este fenómeno contribuye a la particularidad en el panorama lírico griego de la figura de Safo.
El hecho es aún más peculiar si consideramos en términos generales la condición de la mujer en Grecia. La fuerte estructura patriarcal griega relegó a la mujer a la condición de madre de familia y administradora del hogar. El trato con el esposo, e incluso previo al matrimonio era mínimo. Por eso Sócrates llegó a preguntar a un esposo:
«¿Hay alguien con quien hables menos que con tu esposa? (...) Si hay alguno no son muchos»(1) .

Pericles predica para la mujer el ideal de la sofrosyne: «una mujer debe tratar de que los hombres no hablen de ella ni para bien ni para mal» (Instrumentos didácticos,1987,22). Pero no en toda Grecia (ni en toda época) la mujer sufrió la misma represión. Si bien en Atenas fue donde más sometida estuvo a su marido, las espartanas gozaron de mayor libertad debido al oficio permanente de los hombres: la guerra. Por otra parte, la normatividad fue más obligada para las mujeres de clase media y alta. Existieron igualmente las llamadas hetairas, mujeres no comprometidas y que gozaban de la sociedad de los hombres.
¿Qué sucede en Lesbos para que surja la figura de Safo? Manuel Rabanal explicitó la condición de la mujer lesbia diciéndonos que ellas alcanzaron cierto grado de cultura, y una mayor libertad que en las demás ciudades estado, para salir y entrar, hablar entre ellas o con hombres, reunirse en tertulias de carácter más o menos religiosos y aún celebrar concursos de belleza.
Geográficamente la ubicación de la isla de Lesbos también facilitó esa mayor libertad femenina. Esta fue un punto de paso entre la Hélade y Asia Menor. Lesbos recibe la influencia de diversas culturas y su gran movimiento poético propició dichos contactos. El mundo sáfico, por ejemplo, es Lidio(2). Es de allí de donde proceden los perfumes, las joyas, los adornos y las mismas discípulas como Anactoria. Es a Egipto hacia donde parte su hermano Caraxo en busca de riqueza.
La situación política de la isla de Lesbos también influyó para que la mujer lesbia, y Safo en particular, gozara de mayor libertad. Ella, después de su destierro en Siracusa durante el gobierno de Mírsilo, regresa a Lesbos bajo la dictadura de Pítaco. Es pues la dictadura en su estado maduro quien gobierna la isla. Bajo la sombra de ésta,y de la esposa de Pítaco en particular, surgen ciertos «grupos femeninos» de dedicación incierta. Lo único claro de ellos es que cultivaron la lírica y cumplieron cierta función ritual y social, como lo fue la creación de epitalamios.
La dictadura lesbia favoreció esta clase de «asociaciones femeninas» y sobre todo porque no trataron abiertamente el tema político como lo hizo Alceo, desterrado durante las tiranías de Mírsilo y Pítaco.
El oficio de Safo, en cuanto a agrupadora, no fue excepcional. La permanente alusión a Gorgo y Andrómeda, directoras de otros grupos, nos demuestra que fue una práctica normal en Lesbos. En el caso de Safo, su condición de mujer sola le pudo haber facilitado la mayor libertad para dedicarse a su oficio: poeta.
Los hechos anteriores explican la mayor libertad de la mujer en Lesbos pero no la particularidad de la figura de Safo. No existe otro nombre femenino en la lírica griega arcaica de tal magnitud. Las razones pueden ser varias partiendo de la explicación del sentido de los grupos femeninos en Lesbos. Manuel Galiano en un ensayo titulado El descubrimiento del amor en Grecia dedica un amplio espacio a esta explicación, descartando las afirmaciones de que eran grupos pedagógicos, tíasos o centros de prostitución. Su propuesta final a la que nos anexamos dice:
«yo lo definiría como una colección de amigas que se reúnen para oir versos sáficos, tal vez para cantarlos, o quizás todo lo más para dedicar sus actividades conjuntas a la interpretación en común de epitalamios compuestos por nuestra poetisa.»(3).

Este tipo de asociaciones indiscutiblemente facilitó el cultivo de la lírica en sectores femeninos.
La ambiguedad sobre el origen y función de estos grupos persiste. Un hecho claro es su marginación del devenir político. La poesía sáfica que contiene la alusión al grupo, a las otras, no habla de Pítaco ni de los personajes de la vida pública, elementos presentes en la estructura de la Lírica Arcaica. Safo deja de lado estos temas y los concernientes al mundo masculino. Por eso, en un conocido poema en el cual el epílogo recuerda a Anactoria, compara la belleza y la actitud de Helena como superior a la areté expuesta por el mundo de la guerra(4) :
Dicen que una tropa de carros unos,
otros que de infantes, de naves otros,
es lo más hermoso en la negra tierra;
ya que todo aquello es
lo que uno ama.
Y es sencillo hacer que cualquiera entienda
esto, pues Helena, que aventajaba
en belleza a todos, a su marido,
alto en honores,
lo dejó y se fue por el mar a Troya,
y ni de su hija o sus propios padres
quiso ya acordarse, pues fue llevada

Los temas, las imágenes y la concepción interiorizada del sentimiento son innovadores en Safo. Ella no se dirige hacia la exterioridad. Es un mundo personal en el cual se llega y se conoce al otro por los colores, las imágenes, las caricias o esa aureola que lo envuelve. Ese otro por lo regular es una mujer. En Safo el mundo brusco, fuerte, masculino en conclusión, da paso al mundo del «ser», del «es» de la figura femenina. Manuel Galiano expone que el tipo de sentimiento en Safo es:
«exclusivamente absorbente, encerrado en aquel pequeño círculo un poco sofocante de menudas delicias y placeres femeninos; un amor del que el varón queda absolutamente eliminado. Más aún, diríamos que hay en el grupo sáfico una tónica general no sólo de indiferencia, sino de aversión hacia el hombre»
(Galiano, 1957,21).
En el caso de Safo, su condición de mujer sola le pudo haber facilitado la mayor libertad para dedicarse a su oficio: poeta.
Galiano se refiere tanto a la obra de Safo como a su vida personal. Pero aunque la visión de mundo sáfica se hace desde el paradigma femenino, el hombre no es excluido radicalmente. Ya se le compara con los dioses en los epitalamios o ya se le reprocha su modo de ser como se aprecia en poemas personales dedicados a Caraxo, el hermano de Safo. La figura masculina también se nombra para desligitimizarla como modelo. Veamos cómo la obra sáfica considera el orden masculino al estructurar una visión de mundo de carácter aristocrático.
El mundo masculino es transgredido por Safo; pero no se asume una actitud de desprecio hacia el varón. En el epitalamio A una mujer (5) se compara a un hombre con los dioses. Pero sus cualidades son muy distintas al ideal de hombre de la Grecia Arcaica. Este hombre no es un «general alto y bien plantado», ni un excelente rapsoda; es simplemente alguien que escucha a una mujer que habla dulcemente. Su actitud, además, es de reposo pues está sentado.
Me parece igual a los dioses ese
hombre que ahora está frente a ti sentado,
y tu dulce voz a tu lado escucha
mientras le hablas
y tu amable risa; lo cual, te juro,
en mi pecho el alma saltar ha hecho:
pues te miro apenas y mis palabras
ya no me salen
(Rodríguez, 1990, 37)
El hombre creado por Safo es abstracto, ideal. A través de él Safo subvierte la cultura masculina pues opone al hombre de acción un hombre contemplativo.
En este poema el elogio masculino se justifica en parte si consideramos el texto como un epitalamio. En este tipo de canciones hechas exclusivamente para bodas se expresa un elogio para los novios, pero la figura del hombre es un medio para estructurar una isotopía positiva de lo femenino. Es la mujer la que realmente importa. Es ella quien provoca la locura, el sentimiento que desestabiliza, es ella la de la dulce voz y la amable risa.
Esta postura la reafirma Safo en el poema que compara la belleza de Helena (muy superior) con infantes, tropas de carros y naves.
Y es sencillo hacer que cualquiera entienda
esto, pues Helena, que aventaja
en belleza a todos, a su marido,
alto en honores,
lo dejó y se fue por el mar a Troya,
y ni de su hija o sus propios padres
quiso ya acordarse, pues fue llevada

En este poema el mundo se mueve por una mujer: una mujer que aventajaba en belleza a todos, incluso a uno de los más grandes Atridas griegos. La areté se ha trasladado de un mundo heroico al planteado por la isotopía de los perfumes, las flores, los himnos y la belleza física femenina.
Este poema se puede considerar personal pues el fin último es rendirle un homenaje a Anactoria, una de las amigas preferidas de la poeta que ha partido para Lidia. Por esto Safo utiliza una analogía: Helena es su Anactoria. Ambas son bellas y han partido. Helena para Troya y Anactoria para Lidia. Por supuesto se analoga un referente mítico con uno real. La añoranza de Anactoria se evidencia en lo corporal, en cualidades físicas al igual que en el epitalamio anterior.
de ella ver quisiera su andar amable
y la clara luz de su rostro antes
que a los carros lidios o a mil guerreros
llenos de armas.

La analogía está separada por la temporalidad: pasado épico y presente sáfico. Pero el epílogo del poema confirma la estructura en anillo y se homologan esos espacios con el mismo fin: descartar el mundo masculino y exaltar las cualidades femeninas.
Los hombres a los que se refiere Safo son los épicos: Héctor, Paris, Menelao. En la mayoría de los casos se alude a ellos mediante el recurso de la perífrasis. Este recurso es típico de la lírica, pero en algunos poemas Safo lo hace especialmente con las figuras masculinas, sean hombres o dioses. A las mujeres se les nombra en la mayoría de los casos y a los hombres se les alude. Es de alguna forma una manera de restarles importancia:
Safo también se refiere a hombres ideales, sin nombre y sin posibilidadad de identificarlos con referentes reales de la época. Teognis le habla a su amigo Cirno, Arquíloco a Glauco y Anacreonte a Cleóbulo. Pero Safo no se refiere a ningún hombre en particular. Cuando lo hace es una abstracción. Este hecho es un nuevo recurso para estructurar la imagen de mundo desde lo femenina. Por eso las mujeres, sean dioses o mortales, poseen nombre: Helena, Afrodita, Andrómaca y Hera en el nivel mítico y Anactoria, Góngula, Atis en el plano real. Ni siquiera en un poema personal dedicado a Caraxo, su hermano, éste es nombrado, aunque es evidente la recriminación hecha y el llamado a Afrodita para que interceda.
Conceded, Nereidas, y tú, Chipriota,
que mi hermano vuelva hasta aquí sin daño
y que todo aquello que en su alma ansía
sea cumplido;
(Rodríguez,1990,21)
La referencia a las divinidades confirma la visión femenina de Safo. Si bien en Lesbos hubo un templo dedicado a tres divinidades, en varios de los poemas sáficos se aprecia una estractificación, pues se nombra primero a Hera y después a los dioses masculinos (Zeus y Dionisio, por ejemplo). Si consideramos la significación para la lírica de los procesos de combinación y selección confirmamos la importancia de esta gradación. Igualmente, la poesía sáfica abunda en menciones a Afrodita, las Musas y las Nereidas.
El mundo sáfico, en conclusión,es femenino. Esta lectura introduce cierta ambiguedad puesto que Grecia y el siglo VI son masculinos. Safo trasgrede las espectativas en la Grecia Arcaica y Clásica porque permite la exploración de un mundo asumido como espacio íntimo, sensible y pasional: el mundo femenino, el espacio lírico. Por eso, la poesía sáfica está repleta de símbolos que estructuran una isotopía femenina.
Los epitalamios y los poemas personales revisados enumeran muchos de los objetos, olores o flores que se constituyen en símbolos de la poesía sáfica. Manuel Galiano los ha sintetizado así:
«rosas y lirios, melilotos y perifollos, hierba fresca de los prados, manzanos para el dulce reposo de las siestas, guirnaldas de opio (...) vestidos, muchos vestidos teñidos de mil colores (...) tuniquillas, mantos, bellos tocados de cabeza, diademas importadas (...) calzados lidios(...) en la intimidad de los dormitorios , ungüentos y cremas, cajas llenas de perfumes, jabones de tocador...¡Eterno todo ello, desde la más remota antigüedad hasta nuestros días y mientras haya una mujer en el mundo!»
(Galiano,1959,20)
El poema que retoma como motivo la boda de Héctor y Andrómaca contiene indiscutiblemente una gran cantidad y variedad de elementos propios del mundo sáfico. En éste se habla de la llegada de Andrómaca a la casa de Priamo; es posiblemente un epitalamio por su condición de bienvenida y exaltación a los novios. Nuevamente un tema mítico es reescrito y actualizado para colocarlo al servicio de la época.
Utilizamos el término de «reescrito» pues la focalización del acontecimiento hecha en la Iliada se realiza enteramente desde la figura de Héctor; en ésta no se celebra la llegada de Andrómaca sino la del hijo de Priamo, precedido de toda su gloria. En el poema de Safo las naves igualmente no son caracterizadas por elementos bélicos sino por un paradigma femenino y la actividad en Ilion gira alrededor del recibimiento de Andrómaca. El poema termina haciendo un elogio a la amada, descartándose por completo una alusión heroica, a no ser la realizada inconscientemente por el oyente al escuchar mencionar a Priamo y a Héctor.
Pero a medida que el poema avanza, ese mundo femenino lo invade todo y ya no es posible ni siquiera la alusión a lo masculino. Las flautas de dulce sonido suenan y las doncellas entonan sagradas canciones.
Los seis últimos versos en la traducción de Juan Manuel Rodríguez Tebal contienen toda la intensidad del acto:
Todo el lugar se llenaba de copas y cráteras;
sándalo, mirra e incienso su olor confundían,
y las mujeres más viejas lanzaban sus gritos
mientras en tono elevado los hombres cantaban
bellos peanes al lírico dios sagitario,
y celebraban cual dioses a Héctor y Andrómaca.
La mujer en la poesía sáfica es asimilada con lo suave y lo perfumado. Todo lo que levita y se opone al mundo rudo del hombre que es descartado de plano. Mientras que en los fragmentos del poema se aprecian dos adjetivos positivos para Andrómaca y un número mayor de términos que conducen al paradigma femenino, no hay ninguna alusión hacia el hombre a parte del enuncio de las naves y un verso que recita: y a los caballos uncían los hombres sus carros. Pero ambas alusiones giran en torno a la bienvenida preparada para Andrómaca.
No hay por supuesto en el poema, ningún verso despreciativo para el hombre: los «bellos peanes» celebran a Héctor y a Andrómaca». El referente mítico está puesto al servicio de un epitalamio, de una ceremonia de unión, en la cual prima el paradigma femenino y el masculino se limita y se pone al servicio del acto en cuestión.
Entre todo ese conjunto de símbolos enumerados, hay dos que merecen especial atención: la diosa Afrodita y la manzana.
Afrodita es un referente constante en la poesía sáfica y especialmente de un conocido himno (Himno a Afrodita) en el cual Safo, como personaje, pide que le sean otorgados los amores de alguien(6) . Afrodita en la mitología griega y según Pierre Grimal es la diosa del amor, la que despierta la pasión, el sentimiento hacia el otro. Pero igualmente es una diosa vengativa, pues ella castigó a las mujeres de Lemnos, impregnándolas de un olor insoportable, hasta el punto de que sus maridos las abandonaron por cautivas tracias. Para Safo Afrodita es la Diosa que concede los favores amatorios, es la confidente, la que intercede, la que acude cuando el sentimiento amoroso conduce a la locura. La manzana también cumple un papel en este sentido. Por medio de ella se realiza la declaración amorosa.
La manzana en la mitología griega está vinculada al origen de los mismos certámenes de belleza: por medio de ella Paris escogió entre Hera, Atenea y Afrodita a la más hermosa. Paris le «arroja» la manzana a Afrodita y esa acción se erige en símbolo de la belleza y la declaración.
En los poemas sáficos la manzana está asociada al culto de Afrodita; un culto que se hace en primavera. Aparece así el tema de la doncellez, de la manzana madura que no pudieron alcanzar los burdos cosecheros.
Como la manzana dulce se colorea
en la rama más alta, la más alta en la más alta,
de ella se olvidaron los cosecheros
de manzanas.
pero no es que la olvidaron,
es que no pudieron alcanzarla.
(Rodríguez Adrados. Frag.78)
La obra sáfica es por lo tanto revolucionaria en cuanto estructura una visión de mundo desde el paradigma femenino, subvirtiendo la mirada masculina de la Edad Arcaica, el mundo heroico, brusco, fuerte, sede su paso a uno sensible, delicado y suave; femenino en conclusión. Pero el elemento autoafirmativo de la obra Sáfica es su posición aristocrática; la poesía de Safo habla de lujos, de una vida llena de comodidades, de un mundoen el cual importa más los desórdenes indiviudales de carácter erótico que el mismo aconteceder histórico. Incluso la misma poeta quiso vivir de esa manera. La renuncia a la lucha política, fenómeno inherente al ejercicio poético de la época, es otra razón de esa postura aristocrática. Es por supuesto lo que proporciona la creación de este tipo de monodia y en ningún momento puede representar un nivel de condena. Incluso ni siquiera en versos donde la poeta se lamenta por no tener con qué «hacerse» de un bello tocado para su hija Cleis:
...pero tú tienes los cabellos
más rubios que una antorcha,
propios para coronas de flores bien lozanas...
No tengo, Cleis, de dónde hacerme
para ti con un tocado multicolor,(...)
(Rodríguez Adrados,1980,372)
Estos versos a nivel biográfico sustentan la pésima situación económica de Safo por ese tiempo. Pero igualmente son versos que a otro nivel retroalimentan el mundo refina do de la aristocracia que opone un lujoso tocado exportado de lidia a las simples cintas de púrpura. Safo no combatió la tiranía, ni expuso los ideales masculinos de la cultura griega. Tampoco le importó las lu chas internas de la Hélade. Ella fue un poco más allá y trató de aoscultar la interioridad, lo pasional, el sentimiento. Trató de expresar un concepto de mujer totalmente universal.
NOTAS
(1) Instrumentos didácticos. Eurípides, antología de textos sobre la mujer. Alcalá de Henares, 1987, p. 23.
(2) Es importante resaltar la estrecha relación sostenida por Lesbos con Asia Menor. Estos luchan contra Atenas por el dominio de Sigeo, conquistada finalmente por Pítaco. Creso, del reino de Lidia es uno de los lugares donde se exilia Alceo. Los Lesbios igualmente fundan Eno en Tracia.
(3) GALIANO, Manuel. El descubrimiento del amor en Grecia, Madrid, 1959, p.36.
(4) Poemas tomados de : RODRIGUEZ TEBAL, Juan Manuel.Safo: poemas y fragmentos. Akal-Clásica, Madrid, 1990.
(5) Aunque posee las características de un epitalamio, Francisco Rodríguez Adrados afirma que existen dudas.
(6) Ver: GRIMAL, Pierre. Diccionario de Mitología Griega y Romana. Editorial Paidós, Barcelona, 1990, p.12.
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