29 de junio de 2005

Sobre el tratamiento del amor en la lírica

Juez y parte. Las travesuras de Erato. David Curbelo
Roberto Fernández Retamar ha afirmado recientemente que si bien muchos denuestan la literatura política por achacarle escasas calidades literarias, pocos hacen lo mismo con la literatura amorosa, en cuyo nombre se han cometido cuantiosos crímenes de lesa poesía. Es cierto. No obstante, me gustaría romper algunas lanzas a favor de la poesía de amor y de lo que ha significado para la historia de la lírica, amparándome, desde luego, en la obra de sus más destacados cultivadores. (...)
Casi en los mismos orígenes de la lírica, encontramos al primer subversivo: Arquíloco de Paros. Sus poemas de amor por Neobule, hija de Licambes, entrañan un perfecto desafío al orden aristocrático imperante, al cual el poeta no se cansó de cuestionar poniendo en tono de solfa valores sacrosantos como la gloria, el combate, la belleza arquetípica, el galanteo gentil. Su origen popular le hizo fácil la tarea: criticar los paradigmas de la aristocracia no significaba un problema, sino una forma distinta de entender la realidad y de apreciar la utilidad de la poesía. Arquíloco asentó, además, una idea del amor que ha sido recurrente hasta nuestros días: la del sufrimiento que sobreviene con el ímpetu de una grave enfermedad.[1] De ahí que su influencia haya sido notable, ya sea para afirmarla, ya para rebatirla, en la lírica amorosa -y erótica- que le sucedió. Si a esto añadimos que el poeta eligió el yambo, un metro nacido de la tradición popular, para expresarse, y que lo empleó sin atender demasiado a leyes muy estrictas, sino más bien innovando en el ritmo cuando lo reclamaron sus necesidades expresivas, no vacilaremos en concluir que la revuelta fue absoluta y, por añadidura, concebida estéticamente, fruto de un pensamiento artístico consciente, que atrajo sobre Arquíloco la animadversión y el repudio de algunas de las firmas más notables del orden aristocrático (Heráclito, Píndaro, Critias), sin que ello condujera, al cabo, a mermar un ápice su legado a la posteridad.
Otra revoltosa notable fue la lesbia Safo, cuyos poemas más conocidos, aquellos donde canta las bondades del amor lésbico, han encantado los oídos de sus lectores de todos los tiempos. Pero la revolución no estriba únicamente en darle autenticidad literaria a una variante amorosa que luego resultaría marginada por los severos cánones del cristianismo y las formaciones sociales, sino en erigirse en una suerte de bastión ante la tormentosa vida política de la época (cognoscible en parte gracias a los poemas de Alceo, para quien sí constituyó una obcecación), frente a la que opuso la fábula de su vida amorosa, tanto la lésbica como la pasión por Faón que fuera, a la postre, la presumible causa de su suicidio, para insinuarnos un camino hacia la libertad. Su escuela de educación artística, doméstica y amatoria, donde se suponía que habría de convertirse a la adolescente en mujer y a la soltera en casada y dueña de casa,
[2] me parece una respuesta coherente, y amparada por la tradición, al desorden familiar imperante en virtud de las continuas guerras y movilizaciones militares que padecía la sociedad. Loar, entonces, las bondades de esa educación sentimental (que incluía, claro, los gozos y las sombras de la pasión y del sexo), implicaba una afirmación de obvio matiz político, destinada a refrendar la postura femenina y su papel como sostenedora del hogar por vía del equilibrio, el matrimonio y la procreación. No debemos olvidar que, junto con los encendidos textos lésbicos, existen indicios de que Safo cultivara con asiduidad un tipo de epitalamio costumbrista y de inspiración popular, cuya existencia sirve de apoyo a la idea de una tendencia hacia la salvación del espíritu mediante el rescate del andamiaje familiar. Los poemas sáficos, asimismo, son expresión del lenguaje vernáculo y coloquial, sobre cuyos metros alzó incluso la invención de una estrofa, la sáfica, que es el eje formal de su poesía. Inútil sería reiterar la importancia de Safo y el peso de su influencia en el desarrollo de la poesía.

27 de junio de 2005

Un encuentro gratificante

Entre los meses de abril, mayo y junio, participamos con la prof. Erica Holc del curso de Posgrado:
"El Mito Griego en sus Expresiones Plásticas, Literarias, Históricas y geográficas. espejo y Memoria de la Humanidad", que se dictó en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Nordeste. Allí tuvimos el gusto de conocer a una de las profesoras dictantes, Elbia Haydée Difabio de Raimondo (Univ. Nac. de Cuyo) quien nos concedió el placer de oirla hablar y leernos textos en griego clásico, ojalá alguna vez pueda visitar el INSTVA y a nuestro profesorado. Algo que nos sorprendió positivamente, es saber que en Mendoza, hay escuelas que enseñan Griego y Latin desde EGB 3, de manera que esos alumnos salen con un caudal léxico riquísimo al cumplir los 17 años, y Elbia asesora en la didáctica de las lenguas clásicas no sólo en Mendoza sino también en San Luis, además de enseñar el idioma a seminaristas y en la facultad.
Para quienes no la conocen, aquí transcribo parte de un mensaje que ella nos acerca a raiz de la creación del weblog Hekate:
"Es una manera muy ingeniosa de difundir y de unir a los amantes de lo clásico." (...) "Me dedico a la literatura clásica desde hace veintiséis años, como elección de vida y de área del saber. Con ella he podido comunicarme desde el aula y la radio, charlas y conferencias (por ejemplo en grupos juveniles y de psicoanálisis, también entre militares -juramento patriótico- y médicos -juramentohipocrático-). En la literatura clásica hay temas convocantes y otros más específicos. Ejemplo de los primeros: el mito; ejemplo de los segundos: métrica y escansión de textos poéticos."
Aquí quedan disponibles algunos links para conocer su trabajo:
Etimología griega (Resumen de un Congreso en Brasil organizado por El Círculo Fluminense de Estudos Filológicos e Lingüísticos)
Relaciones Intertextuales entre el libro de Alexandre y la Antigüedad clásica(Acta segundas jornadas internacionales de Estudios clásicos y medievales) (esperar para que se cargue el documento en este link)
Sus trabajos se pueden hallar en Sinthesis (Centro de Estudios de literatura clásica. Publicación de la Universidad de la Plata) y en UBA (publicaciones de la FAcultad de Filosofía y letras)

23 de junio de 2005

Yo leo a Cortázar, que leyó a Keats, que leyó a los griegos, que leyeron a Homero, que....

“Yo creo que desde muy pequeño mi desdicha y mi dicha al mismo tiempo fue no aceptar las cosas como dadas. A mi no me bastaba que me dijeran que eso era una mesa o que la palabra ¨madre¨ era la palabra ¨madre¨ y ahí de acaba todo. Al contrario, en el objeto mesa y en la palabra madre empezaba para mí un itinerario misterioso que a veces llegaba a franquear y a veces me estrellaba”.
“En suma, desde pequeño, mi relación con las palabras, con la escritura, no se diferencia de mi relación con el mundo en general. Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas”.
Julio Cortázar
Cito a J.C. porque su confesión sobre su relación con el lenguaje, resume de alguna manera, la curiosidad de la humanidad toda, ante lo desconocido. Y es aquí donde Cortázar se conecta con lo mítico, desde la extraña atracción que le producen las palabras y lo que ellas pueden llegar a encerrar. Tal es su inconformismo ante lo que se presenta como real, que ensaya nuevas versiones y se inventa nuevos recorridos inclusive para los personajes míticos, obviamente que como él mismo lo evidencia, tuvo escritores que lo invitaron a adentrarse en lo clásico, como se observa en Imagen de Jhon Keats, escrita entre 1951 y 1952.
Es esta concepción de la escritura y del mundo, la que lo llevó a escribir textos como Circe , Los reyes o Las ménades.
Para Jauss (1989,241) una obra clásica articula un diálogo entre un sujeto presente y un discurso pasado, donde el sujeto presente descubre la respuesta implícita contenida en el discurso pasado y la percibe como respuesta a una cuestión que le compete plantear ahora.
¿De qué manera se conecta la Circe arquetípica con la Circe de Cortázar? ¿Qué sentidos despierta para mi, lector moderno, inmerso en mar rodeado de circes televisivas y fórmulas mágicas que se compran con tarjetas de crédito en forma telefónica?

22 de junio de 2005

por qué esta página, sugerencias para su uso

Este es un espacio dedicado a la literatura clásica y es también una ambiciosa invitación a mirar la realidad desde lo misterioso y lo fantasmático como los ojos de la misma Hékate. Porque aún en la literatura más ancestral se pueden descubrir ciertas formas de magia ocultas en el lenguaje, ese antiguo artefacto creado por el hombre que permite construir realidades de las que nadie suele discutir su existencia, tal es el caso del mythos.
¿Qué se puede hacer aquí? Simplemente bucear, leer y si fuera posible, conversar con todos aquellos que ingresen al blog. Con sólo un clik en comentarios pueden dejar preguntas existenciales, dudas o visiones acerca de las lecturas que de aquí cuelgan o de otras que ustedes encuentren interesantes mencionar.
A la derecha de sus pantallas se encuentran Todos los links sugeridos para consultar desde cuestiones de género, hasta temas específicos de cultura y literatura griegas, bibliografía sugerida y actividades de clase. Bajo el título Textos de la semana, se encuentran los textos posteados en la página principal, que son relecturas o interpretaciones de otros lectores-donde me incluyo-, a las que se pueden sumar sus aportes, sus visiones.Todos pueden aportar un verso.
*Hékate: Diosa telúrica, problablemente de origen prehelénico. Poco precisa en sus lineamientos e historia mítica. Algunos han pensado que es una diosa lunar, tiene gran relación con Artemis, con Selene y otras deidades borrosas. Niegan otros que haya habido en Grecia cultos lunares. Hija de Coeo y Febe. Zeus la colmó de dones y prerrogativas y le dio poder absoluto sobre la tierra y el mar. Pronto fue también diosa del mas allá.
Preside ciertas formas de magia y adivinación. Era venerada en las encrucijadas y sus estatuas están represetadas con tres cuerpos y tres cabezas y muchas veces con cuatro de una y otra parte. Las tres caras fueron explicadas luego como símbolo de una triada femenina, en que aparece como Selene, reina del cielo nocturno, Artemis, reina de la tierra, y Hécate, reina del abismo subterráneo. Invocada contra los amores deshechos y tenía el don de atraer o matar al amante que se había alejado del ser amado. Sus misterios fueron instituidos por Orfeo.

Cuidado, Hékate podría estar observándolos.


La vigencia del mito de Edipo

Por Mar Uriarte
El mito de Edipo
Antes de que Edipo naciera el oráculo de Delfos había vaticinado que Layo, el rey de Tebas, moriría a manos de su hijo y que luego éste se casaría con su madre. Ante tan terrible pronóstico, cuando la esposa de Layo, Yocasta, dio a luz a su primer hijo, Layo tuvo miedo, y entonces, encargó a un fiel sirviente que matara al niño, pero, por el horror que le producía la orden, el criado no cumplió su cometido, solo perforó los pies del bebé y lo colgó con una correa de un árbol situado en el monte Citerón.Por ese lugar pasó Forbas, un pastor de los rebaños del rey de Corintio, escuchó el llanto del bebé y lo recogió entregándoselo para su cuidado a Polibio. La esposa de Polibio, Peribea (Mérope en la tragedia de Sófocles), se mostró encantada y lo cuidó con cariño en su casa, dándole por nombre Edipo, que significa "el de los pies hinchados".Edipo creció bajo el cuidado de Polibio y Peribea, era muy ágil en todos los juegos gimnásticos levantando la admiración de muchos oficiales del ejército que veían en él a un futuro soldado. Uno de sus compañeros de juegos, lleno de envidia por las capacidades de Edipo lo insultó y le dijo que no era más que un hijo adoptivo y que no tenía honra. Atormentado por las dudas, Edipo preguntó a Peribea, pero ésta, mintiendo, le dijo que ella era su auténtica madre. Edipo, sin embargo, acudió al oráculo de Delfos, éste le pronosticó que mataría a su padre y se casaría con su madre, y le aconsejó que nunca volviera a su país. Al oír esas palabras Edipo prometió no volver jamás a Corinto, creyendo que estaba allí su origen, y emprendió viaje hacia Fócida. Cerca de Delfos encontró en un camino estrecho cuatro personas que le impedían el paso, entre ellos un anciano arrogante. Se entabló una disputa y Edipo mató al viejo sin conocerle. Éste era Layo, su verdadero padre. Una nueva calamidad cayó entonces sobre Tebas sin rey: la Esfinge. Este monstruo tenía cabeza de mujer, voz de hombre, cuerpo de león y alas de pájaro, devoraba a cuantas personas no acertaban a descifrar los enigmas que les proponía. Creonte, el rey de Tebas, prometió dar la mano de su hermana Yocasta y el trono a aquel que consiguiera resolverlos: “¿Cuál es el ser que anda ora con dos, ora con tres, ora con cuatro patas y que, contrariamente a la ley general, es más débil cuantas más patas tiene?“. Había también otro enigma: “Son dos hermanas una de las cuales engendra a la otra y a su vez es engendrada por la primera”. Edipo, que deseaba la gloria más que nada, dio respuesta a los misterios de la Esfinge diciendo que la respuesta al primero es: “el Hombre”; pues en su infancia anda sobre sus manos y sus pies, cuando crece solamente sobre sus pies y en su vejez ayudándose de un bastón como si fuera un tercer pie. La respuesta al segundo es “El día y la noche” (el nombre del día es femenino en griego, es pues la “hermana” de la noche). La Esfinge, enormemente furiosa, se suicidó abriéndose la cabeza contra una roca. Entonces Edipo se casó con Yocasta y vivieron felices durante muchos años. Tuvieron cuatro hijos: Etéocles, Polinice, Antígona e Ismene. En un determinado momento, las cicatrices de los tobillos de Edipo, revelan su identidad a Yocasta. Sófocles cambia esta versión: Un día hubo una gran peste que arrasó a toda la región sin que tuviera remedio alguno, el oráculo de Delfos informó de que tal calamidad sólo desaparecería cuando el asesino de Layo fuese descubierto y echado de Tebas. Edipo, como buen rey que era, animó concienzudamente la investigación, fulmina contra el autor del crimen una maldición e interroga al adivino Tiresias para averiguar quien es el culpable. Esta maldición acabará cayendo sobre su propia cabeza: él era quien había matado a Layo, su padre y se había casado con Yocasta, su madre.Yocasta, después de este descubrimiento se suicidó y Edipo, abrumado por la gran tragedia, creyó no merecer volver a ver la luz del día y se sacó los ojos. Sus dos hijos, impíos, le expulsaron de Tebas y Edipo se fue al Ática, acompañado de Antígona, su fiel lazarillo, que le facilitaba la tarea de encontrar alimento y le daba el cariño que requería. Una vez, cerca de Atenas, llegaron a Colono, santuario y bosque dedicado a las Erinias, que estaba prohibido a los profanos. Los habitantes de la zona lo identificaron e intentaron matarlo pero las hermosas palabras y las lágrimas de Antígona, pudieron salvar su vida. Edipo pasó el resto de sus días en casa de Teseo, quien le acogió misericordiosamente.Existen variaciones del mito, por ejemplo que el asesinato se descubrió porque Edipo le enseñó a Yocasta el cinturón del anciano al que había matado; y otra versión afirma que murió en el propio santuario de Colono, pero antes de expirar Apolo le prometió que ese lugar sería sagrado, estaría consagrado a él y sería extremadamente provechoso para todo el pueblo de Atenas.En la Iliada también Homero habla de Edipo, cuenta que reinó en Tebas hasta su muerte, y alude a su incesto, pero no se dice nada de que sus cuatro hijos fueran fruto de esta unión.Edipo en la literatura clásicaEste es el marco del mito griego a partir del cual Sófocles construye su Edipo rey, se la considera la más perfecta obra del teatro griego, y junto con Antígona una de las más bellas. El asunto central es el descubrimiento del verdadero origen de Edipo. Sófocles escribe otra tragedia: Edipo en Colono, su testamento espiritual, que es una continuación de la primera y donde se narra la llegada de Edipo al Ática, región de la antigua Grecia que tenía como capital a Atenas.Desde que Esquilo apuntó en su Prometeo las leyes del páthei máthos (comprensión a través del sufrimiento) se dramatizaron las vías del conócete a ti mismo. Para Sófocles, el saber trágico es la tensión del conocimiento: conocimiento del hombre y del espacio trascendente que lo envuelve, escisión entre verdad y realidad. El interrogante que el mito de Edipo plantea es todavía el nuestro, está inscrito en nuestra cultura y en nuestra visión del mundo. “Los mitos griegos son una especie de taquigrafía cuya economía origina ilimitadas variaciones pero que en sí misma no necesita ser reinventada”. El mito y su trascendencia poseen la dinámica de la repetición, ese “preguntar de nuevo” a través del tiempo; de aquí su eterno retorno, su vigencia, su fecundidad.Edipo es el que quiere saber. Alguien superior que ha vencido a la Esfinge desvelando sus enigmas por medio de la razón. Por eso se convierte en el rey de Tebas, aportando bendición y riqueza.Pero, por otra parte, es también el hombre que no quiere aceptar ninguna ilusión, que saca a la luz unos actos terribles que él mismo ha cometido, provocando así su ruina. ¿Pero hasta que punto no es culpable?, Edipo ha matado a una persona, que resulta ser Layo, solo por soberbia. Aunque no sabe que ha sido el oráculo funesto dictado a su padre quien le ha llevado a consumar ese parricidio y el incesto con su propia madre:¿Qué es mi misión sacar a la luz?, ¿Qué soy, y cuál es mi propio ser?.Tiresias*, el adivino ciego, es quien conducirá a Edipo a descubrir su origen y su destino nefasto:Tiresias:Me voy; pero diciendo antes aquello por lo que fui llamado, sin temor a tu mirada; que no tienes poder para quitarme la vida. Así, pues, te digo: ese hombre que tanto tiempo buscas y a quien amenazas y pregonas como asesino de Layo, está aquí, se le tiene por extranjero domiciliado; pero pronto se descubrirá que es tebano de nacimiento, y no se regocijará al conocer su desgracia. Privado de la vista y caído de la opulencia en la pobreza, con un bastón que le indique el camino se expatriará hacia extraña tierra. Él mismo se reconocerá a la vez hermano y padre de sus propios hijos; hijo y marido de la mujer que lo parió, y comarido y asesino de su padre. Retírate, pues, y medita sobre estas cosas; que si me coges en mentira, ya podrás decir que nada entiendo del arte adivinatorio.Tiresias es ciego por haber contemplado aquello que está reservado a los dioses. Para Edipo, la verdad, la luz, es todo aquello de lo que es consciente; es decir, todo lo que está sometido a su voluntad y a su conocimiento. Para Tiresias, en cambio, la verdad es también todo lo que no puede ser abarcado por la mirada, lo que se le sustrae. Para Edipo la verdad es todo lo que queda encerrado en la esfera humana; y para Tiresias, lo que queda fuera. Lo que para uno es luz, para el otro es noche. En el momento en que Edipo es consciente de la verdad que le había sido ocultada, se arranca los ojos, entrando en un nuevo mundo de significados. La ceguera ha estado simbólicamente interpretada como signo de una revelación: adviene a quien ha cambiado la luz exterior por la luz interior.Edipo:Que no sea lo mejor lo que he hecho, ni tienes que decírmelo ni tampoco darme consejos. Pues yo no sé con qué ojos, si la vista conservara, hubiera podido mirar a mi padre en llegando al infierno, ni tampoco a mi infortunada madre, cuando mis crímenes con ellos dos son mayores que los que expían con la estrangulación. Pero ¿acaso la vista de mis hijos engendrados corno fueron engendrados podía serme grata? No, de ningún modo; a mis ojos, jamás. Ni la ciudad, ni las torres, ni las imágenes sagradas de los dioses, de todo lo cual, yo, en mi malaventura siendo el único que tenía la más alta dignidad en Tebas, me privé a mí mismo al ordenar a todos que expulsaran al impío, al que los dioses y mi propia familia hacían aparecer como impura pestilencia; y habiendo yo manifestado tal deshonra como mía, ¿podía mirar con buenos ojos a éstos? De ninguna manera; porque si del sentido del oído pudiese haber cerradura en las orejas, no aguantaría yo el no habérselas cerrado a mí desdichado cuerpo, para que fuese ciego y además nada oyese, pues vivir con el pensamiento apartado de los males es cosa dulce. [...] Y al final:El relator:[...] El entonces arrancó los broches de oro que adornaban sus ropas, y enseguida los clavó en sus ojos, exclamando que así ya no vería más, ni su miseria, ni su crimen En la oscuridad no volverían ver a quien no debía ver, y que mejor jamás hubieran visto. Gritando así se punzaba los ojos una y otra vez, la sangre que corría le bañaba hasta la barba, no eran gotitas lo que fluía de sus ojos, era un torrente oscuro, como una granizada de sangre. En todo esto ambos fueron los artífices, y la desgracia acabó con la mujer y con el hombre. Su antigua felicidad fue en su momento verdadera. Ahora no es más que culpa, muerte, vergüenza, de todos los males que tienen nombre, ninguno falta.El precio que paga Edipo en su camino hacia el saber es el exilio. Ciego, viejo y mísero es desterrado en un paisaje espiritual donde coinciden la esencia y la apariencia, lo verdadero y lo falso que reinan en ambos mundos, soportando su contradicción. Este es el enigma trágico por excelencia. Un no-lugar que está simbolizado por el errar lejos del mundo de los dioses y de los hombres. Este es uno de los motivos más apasionantes del mito y uno de los puntales de reflexión en nuestro tiempo.
De la tragedia del rey sabio nos queda su dolor y su grandeza más allá del bien y del mal. La lección que nos enseña es su desamparo y su lucha para lograr la conciliación. La belleza está en los versos, porque es en la poesía donde la conciencia trágica encuentra la expresión de su pensamiento: su atmósfera nos hace sentir la tensión y la desventura que se esconden tanto en un fragmento cotidiano de realidad como en la vida del universo. El sentimiento de sympatheia (“sufrir con”) que nos embarga, nos hace reencontrarnos con nuestros orígenes y dejar que la inmensidad se instale en nuestra sencilla existencia.En general, todas estas obras maestras del teatro griego no nacieron de la nada, sino que estuvieron inspiradas en las historias de la mitología griega que, al pasar de boca en boca y difundirse a través del tiempo, contaron con muchas versiones diferentes, versiones que a pesar de su diversidad, cuentan siempre un tema recurrente: la relación de Edipo con sus padres.En su poética, Aristóteles (384?-322) elogia el Edipo Rey de Sófocles, considerándola como la más típica de las tragedias, con una estructura dramática perfecta. Piensa que es el modelo a seguir por todos los que quieran elaborar textos teatrales. Algunos críticos exaltan el ingenio con que en la obra, se desarrolla el argumento, excitando la imaginación del espectador.Desde el punto de vista filosófico, el drama de Sófocles afirma que el dolor es el contribuyente básico de la naturaleza humana. A través del cual el hombre encuentra toda su verdad, y se libera de las culpas que lo atormentan. Esquilo, en las leyendas del ciclo tebano, muestra una visión ética del mundo que gira en torno al tema de la “maldición familiar”. Así, ambos autores tienen una noción diferente de culpa. Para Esquilo, es una culpa heredada, que continua sobre todas las generaciones malditas y. para Sófocles es una verificación trágica universal.A lo largo de los siglos, otros autores, como Eurípides (480-406 a.C), Séneca (3 a.C.-65 d.C.) y Corneille (1606-1684), retomaron el tema. En la música, Mendelssohn (1809-1847), Mússorgsky (1839-1881) y Stravinsky (1882-1971), entre otros, dedicaron partituras a la leyenda del hombre que trató de burlar al destino.
En las artes plásticas, el mito ha sido muy representado. Aparecen algunos vasos y relieves, especialmente en urnas funerarias. Las representaciones plásticas más numerosas se refieren al encuentro de Edipo con la Esfinge que, apoyada en una roca, enuncia su enigma.En esta leyenda tan dramática hay mucho prejuicio, facilitado por tanto oráculo. Quizá las cosas han cambiado y la perspectiva actual no es la misma que la del mundo griego, dominado por la idea determinista de la fatalidad, los tiempos cíclicos y, sobre todo, los aconteceres ya predeterminados por los vaticinadores. Pero no hay que olvidar que las enseñanzas de la mitología tienen una validez permanente y, por lo tanto, deben interpretarse con los matices que pueda darle el tiempo en que se recrean.
En esta historia hay aprensiones, adquiridas por la creencia en lo que dicen los adivinos. Y son, precisamente estos temores preconcebidos, los que alteran la libertad, los que conducen por derroteros equivocados la conducta hasta el sarcasmo, hasta el drama... Como Edipo y Layo que, sin complejos, llevaron hasta la exasperación la fatalidad de sus prejuicios.
* El link de Tiresias es más que interesante porque les abre perspectivas sobre otros adivinos y su función en la religión y en la literatura griegas.

16 de junio de 2005

"Regresa vencedor o no regreses"...

...solían decir las madres espartanas a sus valerosos hijos, convertidos luego de una rigurosa formación, en armas mortales.
Ayax o los verdaderos héroes.
Ayax, soldado griego, el segundo más valiente luego de Aquiles, cumple con este mandato, el de "no regresar". ¿Cómo regresar en esta condición?
"Y ahora ¿qué debo hacer? Yo que soy claramente aborrecible a los dioses, al que el ejército de los helenos odia, y Troya entera, así como estas llanuras, detestan...¿Acaso atravesaré el mar Egeo en dirección a mi casa abandonando estos lugares que nos sirven de puertos y dejando solos a los Atridas? ¿y qué rostro mostraré a mi padre Telamón? ¿Cómo va a soportar verme si aparezco sin galardones, de los que él obtuvo una gran corona de gloria? No es cosa soportable.
Entonces, pues ¿iré hacia la fortificación de los troyanos y combatiré yo solo contra ellos sin nadie mas, para hacer alguna proeza, y por último, morir ? Pero de esta manera yo daría gusto a los Atridas. No es prosible esto. Tengo que buscar un proyecto de unas características tales que evidencien a mi anciano padre, de algún modo, que no he nacido de él para ser un cobarde. Porque vergonzoso es que un hombre deseee vivir largamente sin experimentar ningún cambio en sus desgracias. ¿Cómo puede alegrarnos añadir un día a otro y apartarnos de morir?-No compraría por ningún valor al hombre que se anima con esperanzas vanas; el noble debe vivir con honor o cono honor morir. Mi discurso por entero has escuchado".
Quienes rodean a Ayax, sostienen que él está loco, está perdido, poseído por la manía, la locura divina, pero en cambio yo percibo en él, el mayor instante de lucidez, él, quien nunca necesitó hablar, él, esa masa corpulenta e invencible, que sabía cómo hacer respetar el silencioso código de honor, abriéndose paso entre una marea de espadas y hombres muy parecidos a él. Ese Ayax, más coherente que nunca ha visto como luego de la batalla las máscaras de sus propios hermanos de batalla caen, todo es una farza y lo único verdadero es su soledad ante su destino.
La muerte para él es la única salida digna, no caben otras opciones en su mundo, y yo me pregunto, en el mundo que vivimos hoy, caben otras salidas? ¿o buscamos discursos dulces y arcádicos que justifiquen nuestra cobardía ante este tipo de decisiones?.

El Edipo Rey de Sófocles. Leandro Pinkler

*http://www.temakel.com/texmitediporey.htm
Me encuentro ante ustedes en la circunstancia de hablar acerca de un mito que en más de un sentido ha sido experimentado como fundante de nuestra civilización. y de su principal versión, el texto de Sófocles. De éste nos separan prácticamente veinticinco siglos; y una infinidad de lecturas e interpretaciones se yerguen entre el texto y una posible lectura de hoy. Además están los trabajos de crítica textual propios de la Filología Clásica, y es importante señalar que han sido fecundos en el último tiempo en lo que toca a la obra sofoclea. En efecto, la famosa serie Oxford Classical Texts en la obra de renovación de las ediciones de los textos trágicos ha publicado una nueva edición de Sófocles en 1990 (Sophoclis Fabulae, edit. H. Lloyd Jones y N.G. Wilson) que ha venido a reemplazar a la de Pearson 1924, edición de la máxima aceptación por los estudiosos. Y en segundo lugar, Jean Bollack ha publicado en 1991 una traducción con amplios comentarios, en cuatro gruesos volúmenes, en Presses de l Université de Lille. Me interesa partir, a modo de introducción, de la mención de algunas consideraciones de Bollack acerca de qué es la filología (fueron publicadas en la revista L" Áne 1992.) "La ciencia aplicada en estos textos se llama filología. Ella se define como una disciplina histórica tocante a las obras escritas. Me refiero a ellas como a una ciencia de las prácticas efectivas de la lectura". Esta disciplina, que conglomeró en la segunda mitad del siglo pasado a gran parte de la inteligencia alemana, a Federico Nietzsche entre otros, tiene como propósito una lectura ideal que puede entenderse como una interpretación = cero. Quiero decir con esto que mediante el conocimiento histórico, gramatical, estilístico y de todo lo que concierne a un texto antiguo, se propone el ideal de desentrañar lo que el autor mismo expresó de acuerdo a sus coordenadas históricas, propias de una cierta visión del mundo. Si tal propósito es posible o no, o si constituye un mero criterio epistemológico, poco importa. La tarea del filólogo es la de enmarcar y contextualizar para legitimizar las lecturas posibles. La imposibilidad de una lectura reside en su incompatibilidad con la Weltanschauung que dio origen al texto. En efecto, la más habitual práctica de lectura proyecta elementos de nuestra propia visión del mundo sobre un texto imbricado con otras cadenas asociativas, muy distintas de las nuestras modernas, en lo referente a religión, civilización y pensamiento. Valga esta advertencia preliminar, porque en lo sucesivo nos proponemos no una nueva lectura del Edipo Rey, sino una contextualización de los principales suelos en que se enraiza el texto. Comenzaremos, entonces, con la inserción del mito de Edipo en su tradición mitológica. Con respecto de ésta es menester recordar que el griego, por su particular religiosidad. se distingue de lo que Paul Ricoeur denomina las religiones "proclamáticas" o proféticas, esto es, las religiones de libro sagrado: la hebraica, cristiana e islámica. No existía en Grecia un libro canónico sino una tradición poética fundada en la mediación de las divinas Musas hijas de Mnemosyne, la Memoria. En ella se inscriben los cantos homéricos y la obra de Hesíodo, referencias obligadas para todo heleno, y posteriormente la lírica en época arcaica y la tragedia, en la clásica, momentos en los que la tradición poético-religiosa se reformula y se mantiene viva. Por eso, al encuadrar un mito, hay que situarlo, según los testimonios de que disponemos, en contexto micénico, homérico, arcaico, clásico o en contextos helenísticos y posteriores. En este sentido hay que discriminar el mito de su versión particular -la que se haya conservado- y situar ésta en su idiosincracia de época. De esto se desprende que toda interpretación es interpretación de una cierta versión del mito. Dicho esto, enmarcamos el mito de Edipo dentro del llamado Ciclo tebano, esto es, el conjunto de mitos agrupados en torno de la ciudad de Tebas, fundada por Cadmo. Tal como comienza el Edipo Rey: "Hijos, nuevo retoño de Cadmo, el antiguo." A su vez, el background del Ciclo tebano refiere a un contexto micénico, muy anterior a la escritura de las epopeyas homéricas. Así, Martín Persson Nilsson, uno de los principales estudiosos de la religión griega, refiere –v. The Mycenaean Origin of Greek Mythology, 1937- que el nombre Oidípous data de época micénica por presentar en su formación de derivación morfológica una constitución muy arcaica. Con todo, las principales versiones acerca del Ciclo tebano datan de época clásica, muy posteriormente. Se supone, entonces, que originariamente Edipo era el héroe de un folktale, cuyo mitema principal era la recuperación de un trono que le correspondía; en tal reconstrucción conjetural se excluye toda referencia originaria al parricidio y al incesto. Tal es la opinión de Roberts, autor de una obra monumental acerca de Edipo –v. Oedipus, 1915-. Ahora bien, dentro del marco de la epopeya homérica hallamos una referencia precisa al mito de Edipo -v. Odisea, XI 271 ss- relatada por Odiseo en el relato de su descenso a la morada de Hades: "Vi también a la madre de Edipo, la bella Epicasta, quien realizó tremendo acto (méga érgon) por unirse a su hijo, sin saberlo en sus mentes. Pues él, tras matar a su padre, con ella casó. Pero él reina en la hermosa Tebas sufriendo sus dolores merced a las terribles determinaciones de los dioses." Advertimos en el texto dos diferencias significativas respecto de las versiones trágicas del mito: el cambio de nombre de Yocasta a la que se llama Epicasta y el hecho de que Edipo sigue reinando sin alusión alguna a la mutilación de sus ojos. Respecto de la primera diferencia, sólo cabe observar si tal cambio en el nombre de la madre-esposa d Edipo es o no relevante. Notemos, en principio, que la diferencia se opera en la primera parte de la composición: se cambia el epi- de Epicasta por un yo-, mientras queda inalterable el segundo componente. Sobre éste no hay dudas respecto de su significación etimológica: deviene de un tema kas –v. Verbo kaínyamai-con el sentido de "sobresalir", emparentado asimismo con Cadmo, "el sobresaliente", esto es, el introductor del alfabeto, de ciertos misterios y fundador de Tebas. Epicasta significa, entonces, "la muy sobresaliente" donde el prefijo epi- funciona como un intensivo. En cambio, no resulta clara en su significación la introducción de Yocasta. Si bien algunos autores han relacionado esto con el griego hyiós, "hijo", para llegar a una significación sugestiva –Yocasta sería "la que sobresale por su hijo" si se admite tal derivación semántica-, no es posible una asociación de esta especie desde una etimología rigurosa. Resulta, por lo tanto, más significativa la segunda diferencia aportada por la versión homérica: Edipo no se arranca los ojos y sigue reinando; no hay, por así decirlo, crimen y castigo, sólo crimen y ciertos padecimientos que la versión menciona. Este paso de la mentalidad homérica a la de la Época arcaica ha sido estudiada por Dodds en su conocido libro Los griegos y lo irracional. Él habla del paso de una cultura de vergüenza a una de culpabilidad y menciona el caso del Edipo homérico para atestiguar la falta del sentimiento de culpa. Y en efecto, no era propio de una cultura de aristocracia guerrera hacerse mucho problema por una cama o una muerte. El siguiente paso en el recorrido de las versiones del mito apunta a la época arcaica, de la que no nos queda más que un papiro encontrado en Lille dentro de una momia en 1976. Se trata de un texto que bollack mismo editó bajo el título de "La respuesta de Yocasta". Hay dificultades en determinar el autor y se lo considera como de Pseudestesícoro para representar la posibilidad, no constatada, de que sea una obra de Estesícoro, por razones de léxico y métrica. Con todo, el texto nos aporta novedades o diferencias respecto a otras versiones.Lo más relevante es la afirmación de Yocasta acerca de su descreimiento de los oráculos, cosa que presenta afinidades con ciertas intervenciones de Yocasta en el Edipo Rey. Paralelamente a las versiones mencionadas, es fundamental la reconstrucción de la secuencia mítica anterior al nacimiento de Edipo porque, cuando se abre el Edipo Rey, él ya adulto reina en Tebas. Nos referimos a la procedencia de la generación de los Labdácidas, a la que aludiremos sumariamente, para preguntarnos qué ocurrió en la sucesión Lábdaco – Layo – Edipo. En este problema dependemos fundamentalmente de textos trágicos, muchos de ellos conservados fragmentariamente, como en el caso del Edipo de Eurípides y de Esquilo, de los que sólo nos quedan ciertas referencias exteriores. Es importante el grupo de fragmentos de la tragedia Crisipo de Eurípides. pues resulta la principal fuente de los problemas relativos al linaje de Edipo. Aparte de estas fuentes dependemos de textos tardíos, como por ejemplo, La Biblioteca de Apolodoro. Con todo, es poco lo que se puede reconstruir acerca de Lábdaco, sólo sabemos que murió cuando Layo, su hijo, era muy pequeño y que a su muerte lo sucedió Lico, en el trono de Tebas. Se reitera, aunque en circunstancias diversas, cierto elemento del mito de Edipo, pues Layo es exiliado de Tebas siendo niño y apartado de su destino real. Es recibido en la casa de Pélope, personaje importante para la tradición mitológica griega. Un conocido mito cuenta que Tántalo, padre de Pélope, ofreció a su hijo como un festín para los dioses, para poner a prueba la providencia divina. Se dice que sólo Deméter llegó a probar bocado del filicidio, que Tántalo sufrió eternos castigos en la morada de Hades por su afrenta y que Pélope fue revivido y devuelto a su destino mortal. Ocurre que Pélope tiene un hijo, Crisipo -que da nombre a la tragedia de Eurípides- con quien se encuentra Layo en su exilio. Sabemos por referencias que Eurípides narraba en esa pieza la violación de Crisipo por Layo y el posterior suicidio de aquél. De acuerdo a esto, Layo violó las leyes de la hospitalidad, de esencial significado para los griegos, y las de la naturaleza, pues pasa por ser el introductor de la homosexualidad en Grecia. Asimismo recibió de Pélope una terrible maldición que afectaría a su futura descendencia. Si bien no nos quedan en los fragmentos del Crisipo de Euripides alusiones precisas a la falta de Layo, contamos con importantes comentarios de autores antiguos. como por ejemplo el de Eliano -traduzco del Tragicorum Graecorum Fragmenta de Nauck: Layo, como cuenta Eurípides y enseña la fauna, fue el primero en emprender el deseo (éros) por los machos. También Cicerón, en la Tusculana IV al recordar el episodio homosexual entre Zeus y Ganimedes hace idéntica alusión a Layo a partir de Eurípides. Y también Platón -en Leyes VIII 836c- habla de "las cosas que vienen desde Layo" al referirse a la homosexualidad masculina. Ahora bien. hacemos referencia a este hecho porque resulta un contexto esencial del Edipo Rey. Recordemos ante todo que nosotros, inmersos en los parámetros de una cultura escrita, olvidamos que los espectadores de la tragedia contaban con los datos de la vulgata mitológica por una tradición oral, recreada en las tragedias mismas. Y para ellos Layo era el violador de Crisipo y el productor de una gran mancha. Otro hecho importante atañe el linaje de los Labdácidas, observado por primera vez por Levi Strauss en la primera compilación de su Antropología Estructura. En efecto, él fue el primero en advertir cierto motivo reiterado en la significación de los nombres de Lábdaco, Layo y Edipo -v. también los comentarios de J, P. Vemant al problema en Mito y Tragedia en la Grecia Antigua, vol. II-. El problema señalado por Levi Strauss es que los tres nombres aluden a una anomalía en los pies y en el andar: el nombre de Lábdaco se asocia con la renguera, como el caso de Lábda, la coja, mencionada por Heródoto, de la que se origina el linaje de los Cispélidas; laiós, de donde deriva Layo, significa "zurdo", con una connotación negativa; y Oidípous del primer componente oidi -v.oidma "hinchazón", "ola"- y poús "pie" significa, como es sabido. "el de los pies hinchados". Ahora bien, Levi Strauss tuvo en su primera aproximación un gran dislate en la interpretación del hecho que él evidenció, pues asoció la significación del "mal andar" de los Labdácidas con el contexto de los amerindios, en el que indica una autoctonia, una ligazón fuerte con la propia tierra, mientras nada semejante ocurre en contexto helénico. El mismo Levl Strauss se desdijo de esa analogía ilegítima. Lo importante es que la mención del pie se reitera asimismo en el enigma de la Esfinge, como lo conservamos por ejemplo en la hypóthesis I de las Fenicias de Eurípides: "En la tierra hay un ser dipoús, tripoús, tetrapoús –de dos pies, de tres pies, de cuatro pies- cuya voz es única. Sólo él cambia de naturaleza entre los que frecuentan el cielo, el aire y el mar. Cuando se apoya sobre el mayor número de pies, sus miembros tienen menos fuerza." Vernant, en la obra ya mencionada, ofrece ciertos lineamientos acerca de la interpretación del "mal andar / mala fonnación de pies" por referencias mitológicas a Hefesto y al pasaje del Banquete de Platón, en el que Aristófanes describe los personajes bisexuales primigenios. Para una contextualización del problema son importantes los artículos de este autor. Sólo nos queda agregar, en la hermenéutica podológica, que en las concepciones que se desprenden de ciertos datos lingüísticos del grupo indoeuropeo la palabra "pie" es siempre de género masculino, opuesta a todo lo que el pie horada, la tierra, el camino, siempre de género femenino. Recordemos que originariamente estos géneros gramaticales representaban concepciones de macho y hembra y no meras convenciones. Los instrumentos de trabajo agrícola, como el pie, son masculinos porque trabajan la pasividad femenina de la tierra. Puede ser ésta otra perspectiva para acercarse a la significación de "la mala pata" de los Labdácidas. Además de las cuestiones mencionadas, otra fuente imprescindible para la contextualización de los problemas del Edipo Reyes por supuesto la Poética de Aristóteles. Fundamentalmente porque Aristóteles, a menos de un siglo de distancia. pone en varias oportunidades la versión de Sófocles como un paradigma trágico. Así, en el capítulo XIII, después de establecer el carácter catártico de la tragedia "mediante el temor y la compasión", advierte que la compasión se enciende ante un ser que no merece su desgracia y el temor se produce ante alguien en desgracia que es sentido como un semejante -hómoios-, y para ejemplificar alude al Edipo Rey: "es el caso de un hombre que en circunstancias tremendas sufre desgracia sin haberla provocado por maldad sino merced a un error,". En el texto griego la palabra que significa "error" es hamartía. Término que en el Nuevo Testamento es traducido del original griego por peccatus -pecado- en la Vulgata latina. Y Aristóteles indica el sentido de la hamartía como una acción que produce un mal sin intención, por ignorancia, En Ética a Nicomaquea 1135 b, Aristóteles distingue entre una hamartía y una adikía -injusticia- por el hecho de que la primera supone la ignorancia del ejecutor. Y tal es por supuesto el caso de Edipo. Hay que tener en cuenta en el contexto jurídico antiguo que la ley no tomaba en consideración la intención. Sólo la acción contaba. Así funcionaba el juicio legal hasta fines de la época arcaica, mientras que en época clásica durante el siglo de los grandes trágicos, la intención comienza a ser tenida en consideración. Digamos, entonces, que ante un supuesto tribunal ateniense Edipo hubiese sido absuelto por ignorancia de los cargos de "parricidio" e "incesto", pero no hubiese aliviado en nada su destino trágico. Es por eso que Aristóteles refiere el caso de Edipo como "gran hamartia" poniendo a su lado el nombre de Tiestes, quien sin saberlo comió a sus hijos en un guisado ofrecido por su hermano Atreo; pues ambos han cometido las cosas más horrorosas por ignorancia. Estos asuntos, concernientes al error trágico y a la responsabilidad de la acción, son fundamentales para toda la comprensión de la tragedia griega. El mismo Sófocles ofrece un significativo texto en torno de la responsabilidad de Edipo, v. Edipo en Colono 535 ss: Edipo, viejo y exhausto, es descubierto en su identidad y cuestionado por sus actos. Ante la pregunta de si ha hecho incesto, contesta" -No he hecho.(,..) acepté un don..." Ya la pregunta del Coro acerca de si mató a su padre. responde: Sin saber lo que hacía maté, pero estoy libre ante la ley, pues ignorante llegué a eso. Pues bien, tras habernos referido a los principales problemas contextuales. tomaremos aunque muy sumariamente ciertas cuestiones planteadas por el texto mismo de la versión sofoclea del mito. En este sentido, me interesa partir de una idea -ya desarrollada por Vernant en el libro citado- que hace del Edipo Rey la tragedia de la anfibología, de la equivocidad como un núcleo neurálgico del texto, que Sófocles utiliza como una ironía trágica constante. El doble sentido en la expresión es ciertamente un elemento que no podía faltar en una tragedia como el Edipo Rey que tiene como trasfondo el decir de los oráculos, el enigma de la Esfinge y la mántica de Tiresias, pero es un fenómeno de la léxis de la tragedia, rastreable en muchas de las que se conservaron. Con todo, para los estudiosos que gustan del rastreo cuantitativo ha quedado constatado que es en el Edipo Rey donde se da la mayor cantidad de anfibologías -cincuenta expresiones de doble sentido-. Con todo, si bien las expresiones –fundamentalmente las utilizadas por Tiresias- resultan muy significativas, con la denominación de "tragedia de la anfibología" aludimos a una equivocidad esencial del drama. Pues Yocasta –como se dice en Antígona v.53- es "madre y esposa, doble palabra"; y Layo, padre y víctima de Edipo. Sobre este doble rol de los dramatis personae se fundan todas las demás equivocidades de la expresión, y también, claro está, por el paso de la ignorancia de ese hecho por parte de Edipo a su conocimiento –lo que llama Aristóteles angnórisis, "reconocimiento"-. Así, ya desde el Prólogo –58ss- Sófocles hace decir a Edipo: Os presentaís anhelando cosas conocidas y no desconocidas para mí. Y Edipo conoce los trances de la peste que afectan la ciudad, así como desconoce los suyos propios -que aún no lo afectan- hasta convertirse en un cazador cazado. Con la intención de indicar simplemente algunos nudos dramáticos, pasamos de la equivocidad a la situación inicial del Prólogo en su implicancia religiosa: los ciudadanos de Tebas se presentan. en calidad de suplicantes frente a Edipo al que llaman "el primero de los mortales", Ocurre que esta escena representa una de las instituciones de la religión antigua, la hikéteia "la Suplicancia" podemos traducir, esto es, el hecho de presentarse -como en la tragedia de Esquilo Hikétides- como suplicante ante alguien con un poder. Ahora bien, J.P. Vernant, tantas veces citado, relaciona esta circunstancia con la celebración anual de las targelias, una de las muchas festividades religiosas del calendario griego, en la que los celebrantes se presentaban en calidad de suplicantes, coronados y con frascos con miel o vino, para producir mediante una suerte de magia homeopática la expurgación de la pólis. Tal purificación se llevaba a cabo por el exilio, cargado de violencia en la celebración. de algún personaje de la ciudad de características detestables, un esperpento que cargaba con los males de la pólis. Se lo echaba violentamente como un remedio purificativo y se lo llamaba justamente pharmakós. Phármakon -de donde viene "farmacia"- resulta un veneno, como el bebido por Sócrates en el relato del Fedón. que en pequeñas dosis es altamente curativo y purificatorio. Pharmakós es la denominación para referirse a una función similar en una persona, en este caso el "Lumpen" arrojado que carga con los males de todos. Es mediante esta analogía por la que Vernant propone una lectura en clave farmacológica para el Edipo Rey en la que la visión trágica quiere que sea Edipo, "el Primero de los mortales", el pharmakós. Aunque no proponemos esto como la clave, sirve para enfatizar un hecho esencial del drama: el Edipo Rey resulta inseparable del par mancha –purificación, esto es, miasma, la mácula, que produce la peste. Y el oráculo traído por Creonte responderá que procede del asesino impune de Layo. y posteriormente-en el primer episodio- el adivino Tiresias dirá a Edipo que él mismo es el miástor. "el que produce la mácula". Desde ese momento, la verdad ha sido dicha, sólo habrá que aceptarla. Sin embargo, las lecturas del Edípo Rey se han detenido más en otros aspectos, distintos del pharmakós. Que ellas han sido muchas y dispares, lo atestigua el hecho de que Dodds, el autor de Los Griegos y lo irracional. las ha podido clasificar en su artículo "On misunderstandig Oedipus Rex" (Malinterpretando el Edipo Rey). En él da Cuenta de la reiteración de malentendidos, todos surgidos de la proyección de visiones extemporáneas al mundo de la tragedia, en lecturas de tono moralizante o religioso. Me quiero referir, a partir de la referencia de Dodds, al hecho de que muy a menudo se ha leído el Edipo Rey con las categorías de determinación versus libertad, como el drama del hombre que no puede escapar de su destino. Si bien el tema está presente de hecho, por ser en gran parte una tragedia sobre la verdad oracular, el malentendido reside en la Concepción de lo que se llama "destino" y de lo que los griegos entendían por tal. Resulta anacrónica la oposición libertad-destino en época clásica, si bien es habitual en nuestras asociaciones, pues no podemos pensar en el destino sin oponerlo a la libertad. En realidad, históricamente esta oposición es netamente cristiana, y puede hallarse anticipos de esta concepción en el estoicismo, pero nunca en época clásica o anteriormente. En efecto, en época helenística, en la que se desarrolla el estoicismo, la palabra habitual para "destino" es heimarméne –v. Verbo meíromani, del mismo tema radical de moira-"parte repartida". Resulta esencial señalar que entre las diferencias entre la Weltanschauung moderna y la antigua, la concepción del destino es seguramente la más significativa. Pues para el hombre del mundo clásico, arcaico u homérico, ésta resulta ser una categoría omnipresente, para la cual disponían de varios términos; y se hallaba continuamente en la vivencia cotidiana con el sentido fundamental de "la posición de un orden divino del mundo", o bien "el carácter numinoso de la realidad". Que después de Descartes es muy difícil pensar en esos términos, o incluso comprenderlos, es el problema en que se encuentra nuestra comprensión del mundo antiguo. En principio, ocurre algo semejante a lo que se da con el término "religión", para el que los griegos no tenían un solo equivalente sino varias palabras, con distintos matices. O lo que constatan los estudios de ciertas civilizaciones, que no disponen de una palabra para decir pájaro, como género, pero sí muchísimas para denominar a cada especie. Y como nosotros damos cuenta de la noción destinal por un solo término -las palabras "fortuna" o "azar" no tienen ya un carácter numinoso- las diferencias se pierden. Así atestiguamos que en el griego clásico existe un importante grupo de palabras para cubrir la semántica del destino: si partimos de las tres más importantes-moíra, tyche anánke-, es para advertir que está constatado en usos textuales que donde aparece una no cabe el uso semántica de otra. Las tres aparecen, y varias veces, en el Edipo Rey, en distintas acepciones por supuesto, pero generalmente han sido traducidas por "destino" y sus equivalencias en otras lenguas modernas. Veamos, entonces, las diferencias entre estos tres términos, que no son los únicos: moira se relaciona etimológicamente, como habíamos indicado con su equivalente helenístico heimarméne, pero si bien en ambas está la idea de "parte", la diferencia reside en el hecho de que heimarméne es un participio perfecto pasivo con la idea de algo ya previamente repartido, cuyo resultado es la determinación en que se halla el hombre, idea helenística, anticipo de la oposición con la noción de "libertad". Por el contrario, moira para el hombre clásico -o de épocas anteriores- significa pura y simplemente "parte", digamos "la que te tocó". En términos contemporáneos, es habitual decir "yo no creo en el destino". Pero aunque se trate del ser más racionalista que pisa esta tierra, siempre algo le tocó. Nació en Buenos Aires, en Almagro, y no en Bagdad o en París; es hijo de inmigrantes españoles, y no descendiente de la nobleza rusa o de una fabela de Río de Janeiro, etc. Esto es la moira, las circunstancias peculiares de cada existencia, Estas no se entienden como opuestas a la libertad, sino como un hecho concreto de la existencia que hay que afrontar. "Bancate la que te tocó", es la sabiduría de la moira, Por eso, Platón en el fin de la República presenta el mito de Er el Panfilio, en el que se Indica que cada uno elige su moira, cosa de que uno no pueda protestar acerca de que la culpa la tiene el otro, y sólo queda hacerle frente a su parte. Veamos, entonces, la significación de anánke, muchas veces con la traducción de "necesidad". Existe la arcaica concepción acerca de que "Contra Anánke ni los dioses luchan", escrita con mayúscula para señalar su carácter de potencia animada, numinosa, Se trata de lo que es de una manera y no puede ser de otra, pero como fundante de todo; de que todo, en cierto sentido, es de una manera y no puede ser de otra. No entendido trivialmente, o "si soy así, qué voy a hacer". Esta palabra da cuenta de todo lo que no está producido por nuestra voluntad, pero a gran escala. como una voluntad del mundo, de la realidad. No se presenta como una totalidad armónica al ser humano, sino con cierta violencia. Se la ha analogizado con "el estado de yecto" heideggeriano, o "el principio de realidad" freudiano. Nuevamente, la concepción de anánke llama a la aceptación, a comprender que ciertos elementos esenciales de la realidad son como son y no pueden ser de otra manera. Pasemos, entonces, a la palabra tyche que es la que se ha tomado como más ejemplar, generalmente, de la idea de destino, pero que es mucho más equivalente a "fortuna". Ahora bien, si se piensa en el sentido de "destino = determinación, opuesto a libertad", el malentendido es enorme, pues tyche significa más bien la total indeterminación, el hecho de que a cada cual le puede pasar cualquier cosa. Se dice "Tyche se complace con los variados cambios". Si volvemos a nuestro hombre moderno, supongamos que es un positivista lógico, que no cree en el destino, no está libre de que se le caiga un andamio en la cabeza, o lo atropelle un colectivo, no está libre de Tyche. Mientras está uno vivo, está sometido a los posibles avatares, lo que se asocia con el final del Edipo Rey, en donde se afirma que de un hombre sólo se puede decir que es feliz después que ha muerto. Justamente, en esa parte final del texto se dice: "He aquí a Edipo, el que solucionó los famosos enigmas y fue hombre poderosísimo, al que los ciudadanos miraban con envidia por su destino". Y en el texto griego la palabra utilizada es tychas -un plural de acusativo- para dar cuenta de que son envidiables los cambios de fortuna de Edipo, pero ahora horrorosos. Asimismo, en un importante momento de la tragedia, después de enterarse de la muerte de Pólibo, Edipo exclama, pues ya se ha enterado de que no es hijo de quienes creía: "Yo, que me tengo a mí mismo por hijo de la Tyche. la que da con generosidad, no seré deshonrado...". Una expresión propia del paradigma del héroe trágico, el que se entrega a la tyche. Bien, dejamos como propuesta la verificación de los distintos términos que forman el grupo de la significación de "destino-fatalidad-fortuna", para profundizar una perspectiva del Edipo Rey. Por último, de acuerdo a la noción de Bollack de lo que es la Filología, cabe preguntarse qué lectura moderna se ha producido legítimamente, esto es con arreglo a la visión del mundo de la época en que fue creada la tragedia. En ese sentido, Heidegger, en el seminario editado con el título de Introducción a la Metafísica, ha considerado como "muy griega" la interpretación de Karl Reinhardt -v. Sophocles 1933, hay traducción francesa- del Edipo Rey como "tragedia de la apariencia". Con esto, Heidegger alude a la etimología, que él mismo divulgó, de la palabra alétheia, "verdad", como des- ocultamiento. El hecho concreto es que muchos elementos de la lengua griega, y no sólo esa palabra, dejan ver que las categorías de "manifiesto -oculto" eran vitales para su comprensión de la realidad. Edipo sufre el paso de la apariencia a la manifestación de la realidad en el sentido de la sabiduría dionisíaca que Nietzsche señaló como esencialmente trágica para mostrar cómo lo real, latente bajo la apariencia, no es justamente dulce para el hombre. Y Reinhardt subraya justamente como esencial del Edipo Rey la ruptura, el quiebre, del nivel de la apariencia. Y por cierto que tales cosas pueden rastrearse a lo largo de toda la tragedia: ya desde el principio- v. 132- Edipo expresa su voluntad de "sacar a la luz" todo lo concerniente al asesinato de Layo, y se mantiene en su deseo a pesar de que todos los demás, especialmente Tiresias y después Yocasta desean disuadirlo. Ella misma le dice -v. 1068-: "Desventurado, que nunca llegues a saber quién eres". Sabemos de la brutal anagnórisis -esto es, "reconocimiento" según la Poética, como paso de la ignorancia al conocimiento- de Edipo, y de su mutilación. Esta misma mutilación afecta la vista, el sentido ejemplar del simbolismo del conocimiento para los griegos, asociada precisamente con Apolo, el Sol, "el que ve todas las cosas", y es Apolo, con su simbólica cognoscitiva-y el saber ocular délfico y la mántica de Tiresias- el dios de esta tragedia. Hay que señalar que en todo acontecer trágico además de los dramatis personae, los personajes del drama, se puede verificar la presencia actuante de un ser numinoso, una deidad, como Afrodita en el Hipólito de Eurípides, y Hades en la Antígona. Y este numen marca el imbricado simbólico -"el imaginario" según se dice actualmente- en que se desarrolla el hecho trágico. Apolo, el dios délfico del "Conócete a ti mismo", es la presencia numinosa del Edipo Rey. Por eso, si Edipo cometió una hybris, una desmesura, fue con respecto del dominio de Apolo. Edipo quiso saber más y más. Por eso dijo Holderlin: "quizás el viejo Edipo tenga un ojo de más". (*)(*) Fuente: Leandro Pinkler, en La tragedia griega. Victoria Julia (editora), ED. Plus ultra, Bs. As. 1989, texto de un conjunto de conferencias. Y editado con anterioridad en El hilo de Ariadna .

13 de junio de 2005

La nación: Los griegos están de moda?

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Una vuelta a la dramaturgia clásica Los griegos están de moda Las comedias y las tragedias encuentran entusiastas directores que las reinterpretan para volcar su propio pensamiento en producciones para adultos, infantiles y coreográficas
Históricamente, el teatro clásico griego sólo era abordado por los teatros oficiales o por algún que otro intrépido director del off que con su solo nombre garantizaba un mínimo número de espectadores. Pero en los últimos meses el teatro porteño demostró un gran cambio en ese aspecto. Se representaron y se representan un gran número de obras basadas en clásicos de la dramaturgia griega del siglo V a.C. Tal vez la mayor difusión se alcanzó en febrero pasado, cuando la Fundación Konex estrenó "Hipólito y Fedra" (en versión de Alejandro Ullúa), "Las troyanas" (Rubén Szuchmacher), "Electra-shock" (José María Muscari) y "Odisea, la comedia infantil" (Héctor Presa) en el marco de un ciclo sobre el Siglo de Pericles. Pero sus hacedores aseguran que más de 50.000 personas disfrutaron del Festival de Cultura Griega con las cuatro obras mencionadas.
Pero en el mismo período, hasta ahora, se estrenaron varios títulos que están basados en tragedias o en mitos griegos: "A mamá", basada en "La Orestíada", de Esquilo; "Bacantes", basada en "Las bacantes", de Eurípides; "Los reyes", de Julio Cortázar, inspirada en el mito de Teseo y el Minotauro; "Mosaico griego", que tomó textos de Esquilo, Eurípides y Sófocles, y "Necesito que me quieran, aunque sea en un baño", basada en la historia de amor entre Hiparquia y el filósofo Crates. Por su parte, el 4 de junio, el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín estrenará en la ala Martín Coronado una versión de "Medea", de Eurípides, con música de Dmitry Shostakovich. Todas ellas son versiones absolutamente libres y hasta profanas que, por lo general, toman al mito, a sus arquetipos, a las consecuencias de los actos de sus personajes, y a sus caracteres, como reflejo social. El denso simbolismo de Esquilo, el equilibrio expresivo de Sófocles y el realismo reflexivo de Eurípides parecen ser formas ideales para describir sintomatologías de la sociedad, la moral y la política de la Argentina actual. Algo similar a lo que pretendían expresar estos dramaturgos con sus obras.
¿Pero puede o no considerarse una moda volver a estas raíces más profundas del teatro para dar nuevos significados? “No lo veo como moda, sino más bien como una necesidad de volver, quizás, a textos con tanta contundencia conceptual, como lo es una tragedia y un cuento tan claro –dice Muscari, director de «Electra shock»–. En mi caso, el festival del Konex fue la bisagra para interiorizarme en profundidad de las tragedias y también reflexionar desde mí y mis posibilidades de acercamiento a un material estudiado hace tiempo en la escuela municipal de donde egresé. Pero esta vez con ocho años de experiencia como creador encima.”
Los héroes griegos son tan atrayentes por su heroicidad como por su cruel lucha por no sucumbir ante su destino. Aunque, para Nietzsche, no era el héroe quien fallaba, sino el universo entero al que el hombre no sabía o no podía adaptarse, según lo que escribió en “El origen de la tragedia”. Posteriormente, los existencialistas persistieron en esa idea y en la angustia del hombre por la nada previa y posterior a su existencia, y a ésta como un paso inútil. La fatalidad y sus consecuencias pueden ser vinculadas con franqueza e identificación con el hoy.
Para Guillermo Cacace, director y dramaturgista de “A mamá” y “Bacantes”: “El teatro griego y los clásicos en general, en un principio, fueron una cifra por desentrañar. A los quince años me costaba mucho leerlos, pero la admirada maestra que los introdujo en mí lo hizo con tal pasión que sólo se trataba de dar curso a esa extraña iniciación, vencer esa primera impresión y luego perderse. Un año más tarde, leía «Las bacantes» y veinte después las llevé a escena. Las interpretaciones del material se iban sucediendo junto a mi pasaje de la adolescencia a la adultez”.
Versiones muy libres
Todas estas puestas están reescritas y adaptadas con vueltas de tuerca y concepciones artísticas hechas por profesionales, más allá del resultado. “Bacantes” y “Electra shock” tienen una música estridente y una realización casi hiperquinética, en tanto “Los reyes” rescata la poética de Cortázar y el juego del poder y la palabra, en personajes vestidos con ropa actual. “Para un director es difícil encontrar actores de la talla de los que están en «Electra shock», que apuesten a una propuesta más riesgosa que la habitual y que ese riesgo no pase solamente por modernizar su forma, sino por hacer que la obra pueda ser entendida por todo el mundo y sea tan tragedia de verdad que el humor aparezca”, explica Muscari.
A su vez, es curiosa la mirada que Daniel Jorge Fernández le dio a “Necesito que me quieran, aunque sea en un baño”, una “trágica tragedia griega en cuatro trágicos actos sobre el amor en un baño”, basada en el romance entre la joven noble Hiparquia –considerada como la primera mujer filósofa y luchadora por los derechos femeninos– con Crates, un filósofo enrolado en la corriente de los cínicos. “Estos filósofos eran los hippies de la antigüedad y su figura relevante fue Diógenes, el Perro. Eran mendicantes, vivían de la basura, casi desnudos, pero tenían un conocimiento muy profundo de lo que era la filosofía imperante. Tenía ganas de partir de una situación de la antigüedad y encontré esta historia de amor en la que esta joven adolescente conoce a este filósofo bastante mayor que ella, impactada por su modo de vida. Mi personaje Dalmiro es la síntesis de Carates con Diógenes –explica Rodríguez–. La obra no pretende hacer un racconto de tipo histórico y la trabajé en tono de farsa. Trabajo personajes absurdos, donde Mora vive en un gran country, estudia en una universidad privada y conoce a este hombre que vive en un baño y tiene el delirio de creerse un filósofo y un dios renacido.” Por su parte, Cacace afirma que a las tragedias se les tiene un respeto insano. “Yo no me meto con un clásico, como suele decirse, sino con la excitación que me suscita. Hay prejuicios. Se los suele encarar con mucha solemnidad y ésa es una forma de leerlos y no la naturaleza del material, incluso a veces imagino que la energía que circularía en Grecia en sus representaciones debe haber tenido mucho que ver con la misma energía que circula hoy en un sambódromo.”
Por Pablo Gorlero De la Redacción de LA NACION
Productor y auténtico
Roberto Malkassian nació en Salónica, capital de la provincia griega de Macedonia. Hijo de un matrimonio armenio que huía de los turcos, emigraron a la Argentina en su juventud. Hoy es abogado y el año pasado produjo tres espectáculos muy elogiados: “De lágrimas”, “Me gusta y me marea” y “Afuera”. Pero guarda una faceta que salió a relucir con “Los reyes”, su última producción: es un fanático de la mitología griega. Todos los miércoles, dedica tres horas a estudiar “los mitos griegos en la literatura argentina y sus reflejos en la literatura contemporánea”, con Elena Hubert. “Leemos y releemos todos los clásicos, la lírica primitiva arcaica griega. Imaginate que cuando iba al colegio, en Grecia, nuestros héroes no eran Batman y Superman, sino Aquiles, Ulises y Alejandro Magno. Entre nosotros jugábamos a que éramos esos héroes. La salida esperada era ir a Pella, la capital de Alejandro Magno, a pocos kilómetros de Salónica. Tenía arroyos de agua transparente y una fuente de mármol antigua donde abrevaba Bucéfalo, el caballo de Alejandro. No es una entelequia, sino que lo vivís. El arte es un ámbito en el que es difícil mentir. Eso sos vos. Si lo capto, me enriquezco”, explica Malkassian.
Ahora está pensando en “Los siete contra Tebas”, una obra corta de Esquilo. “Cada tanto, los artistas sienten la necesidad de volver a las fuentes y a temas básicos de la naturaleza humana. Las tragedias griegas lo traducen con la mayor claridad y sensibilidad. Los griegos no sólo inventaron la primera novela de Occidente: «La Odisea», sino también el formato del teatro occidental”, afirma contundente y con orgullo.
Obras en cartel
Necesito que me quieran aunque sea en un baño: escrita y dirigida por Daniel Jorge Fernández, en Tadrón, Niceto Vega 4802. Miércoles, a las 20.30.
Los reyes: dirigida por Luciano Cáceres, en El Kafka, Lambaré 866, domingos, a las 19.
Electra shock: dirigida por José María Muscari, en el Regina, Santa Fe 1235, viernes y sábados, a las 20.30.
Medea: versión coreográfica de Mauricio Wainrot, con la participación de Maximiliano Guerra. A partir del 29, en el Teatro San Martín, martes, a las 20.30, y sábados y domingos, a las 17.30.
A mamá: dirigida por Guillermo Cacace, en Apacheta, Pasco 623, sábados, a las 23.
Bacantes (simulacros de lo mismo): dirigida por Guillermo Cacace, en Apacheta, Pasco 623, sábados, a las 21.
Link corto:
http://www.lanacion.com.ar/705006

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La áte en Antígona

Un estudio sobre Antígona
1. Áte: verdad y acontecimiento
Verdad y acontecimiento(1) son vertientes por las que cursa el análisis de Lacan sobre la esencia de la tragedia. El problema de la verdad en su dimensión atemporal, como lo permanente frente a lo cambiante, está representado por Antígona, imagen de la Áte y de lo que se halla situado en el mundo de las esencias; esta situación de lo esencial en Antígona responde a lo convenido para designar el mito, que en sentido estricto sería aquella construcción que se refiere a un orden del mundo anterior al orden actual, destinada a explicar una ley orgánica de la naturaleza de las cosas(2). El acontecimiento como hecho cultural, histórico, representado por Creonte, incluye otro orden de la verdad, el de la verdad hija del tiempo. Del acontecimiento nos ocuparemos en términos accesorios, ya que el objeto de esta referencia es el discurso de Áte en su dimensión sincrónica: Antígona frente a Creonte se sitúa como la sincronía opuesta a la diacronía; así lo refiere Lacan citando a Lévi –Strauss en su respuesta a la invitación de releer esta tragedia.Antígona, en la forma más corriente de la tradición, es hija de Edipo y Yocasta. Cuando Edipo, por medio del oráculo de Tiresias, conoce sus crímenes, se quita la vista y decreta su propio destierro de Tebas. Ciego y mendicante deambula por los caminos acompañado de esta hija. Cuando muere Edipo, Antígona regresa a Tebas; allí vive con su hermana Ismena, y allí también están sus hermanos, Eteocles y Polinices. En la Guerra de los Siete Jefes, Eteocles y Polinices luchan en bandos contrarios; mueren ambos, uno a manos del otro. Creonte, rey de Tebas y tío de los hermanos, decretó exequias solemnes para Eteocles, y prohibió que se diese sepultura a Polinices, acusado de traidor a la patria. Antígona considerando el deber sagrado de dar sepultura a los muertos, deber primero impuesto por los dioses y las leyes no escritas, infringió el decreto de Creonte y cumplió con la obligación religiosa. Fue condenada a muerte y enterrada viva en la tumba de sus ascendientes, los Labdácidas. Se ahorcó en su prisión, y Hemón, su prometido e hijo de Creonte, se suicidó sobre su cadáver.2. Apunte sobre la significación mitológica de Áte y la dimensión del concepto en la tragedia.El concepto plantea dificultades de traducción, tanto por la tradición como por el sentido. Áte, en Hesíodo, es la hija de Éride, la discordia; en Homero es la primogénita de Zeus, una diosa que responde a la personificación del error; este concepto se extiende en su significación dificultando el logro de un término equivalente en lenguaje actual. Áte, en el mundo helénico, expresa al mismo tiempo la ceguera moral que induce al hombre a rebasar sus propios límites, la falta cometida, el castigo fatal de los dioses y la desgracia que acarrea dicho castigo; todo esto es contemplado como conjunto, como fenómeno que no admite que pueda darse alguno de los aspectos mencionados con exclusión de los demás (3).En la tragedia, Áte parece representar cierto estado de locura, respuesta del ser poseído por la divinidad; cuando el término se refiere a lo familiar se podría traducir como maldición. Lacan lee la Áte de Antígona como lugar del Otro, e indica que allotría áte es el término que dice del lugar en el que se sitúa Antígona, en la Áte que depende del Otro, del campo del Otro, lugar del destino, de la maldición familiar, de los dioses; Antígona se sitúa en ese lugar, poseída por el Otro, sin mediación.Grimal(4) conceptualiza Até como personificación del error, y describe esta divinidad como ligera: Sus pies sólo se posan sobre la cabeza de los mortales, sin que ellos lo sepan. Esta lectura se orienta al señalamiento de lo esencial, dando a lo narrativo la dimensión de punto de apoyo accesorio, de revestimiento carnal. A la personificación del error añade la condición de ignorancia, la de los mortales que actúan respondiendo a la ligereza del acto de transmisión: no hay palabra, es un acto que apunta a lo corporal, a lo imaginario como soporte de algo a significar. Esta lectura de Grimal es articulable con la función de Áte en Antígona en tanto que en ambas dimensiones, la mitológica y la trágica, se representa la transmisión de lo divino fuera de cadena significante.3. La Áte de Antígona¿Qué hay en Antígona y que imagen presenta esta tragedia?: Una palabra -é Paîz, la chiquilla-, una acción, y el Coro. Estos son los haberes de la pieza. La imagen de Antígona la plantearemos desde la articulación imagen-acción dirigida hacia el lugar del deseo en la economía de la Cosa freudiana.La chiquilla, una acción y el Coro.Creonte y Antígona parecen desconocer el temor y la compasión; pero el curso de los acontecimientos desbroza las apariencias y aclara que es seguro que Antígona es quien desconoce esas pasiones; Creonte las conoce, y en ese conocimiento se sitúa la falta, la división subjetiva que se promueve desde la hamartía, traducible como error de juicio. El error de juicio de Creonte es querer hacer el bien valiéndose del lenguaje de la razón práctica: el fiel y el traidor no han de tener el mismo derecho; esta regla que puede tener un valor universal se objeta desde la tragedia mostrando que el bien no puede reinar sobre todo sin que aparezca un exceso real de fatales consecuencias. La hamartía no está a nivel del verdadero héroe, de aquél que se mantiene indiviso en su curso vital, de quien avanza sin temor sin compasión; es Áte el término que designa el núcleo del drama de Antígona. Áte designa el límite que la vida humana no podría atravesar durante mucho tiempo; es ahí a donde se dirige Antígona, a ese lugar de tiempo breve porque vive en lo que no puede soportar: en el hogar de Creonte y sometida a su ley.El enigma de Antígona y la radicalidad de su designio se vislumbran desde el inicio; en los diálogos con Ismena la presencia de lo inhumano se incorpora en los dichos con los que rechaza la consideración solidaria de su hermana, antes de cometer lo prohibido. El Coro la nombra como omós, inflexible, tan omós como su padre. Antígona sale así de los límites humanos: su deseo apunta al más allá de lo que no debe ser visto, y vela para la mirada lo que por decreto ha de ser desplegado como podredumbre. Al decreto de Creonte que ordena la dispersión del polvo que cubre el cadáver de Polinice, Antígona responde insistiendo en la transgresión; regresa para recubrir el cuerpo, y esta segunda vez se deja sorprender.Se dice que la tragedia es una acción. ¿Es ágein, actuar en un sentido, o práttein, obrar en sí? El significante introduce dos órdenes en el mundo, la verdad y el acontecimiento, y lo que en el acto es significado, pasa de un significante a otro en la cadena, bajo todas las significaciones. En general, en la tragedia no hay ninguna especie de verdadero acontecimiento, sino una acumulación de las presencias de los héroes en el tiempo: el héroe y lo que le rodea se sitúan en relación al punto de mira del deseo; este sería el sentido de la acción en Antígona, el obrar conforme a su deseo, más allá del límite de la ley de los hombres; la verdad estaría en obrar ese franqueamiento.El Coro señala dos dimensiones de la ley bien diferenciadas: las leyes de los hombres y lo que ordenan los dioses, leyes de distinta naturaleza cuya mezcla es poco conveniente; lo que no conviene es avanzar en dirección a lo que no está bien. El Coro no quiere tener relaciones de proximidad, ni tener el mismo deseo que el de quien confunde las leyes, y separa su deseo de ese deseo del otro confundido. Lacan se pregunta si Creonte confunde las leyes de la tierra con la Díke, en tanto que las identifica, y plantea la ambigüedad que presenta el texto como indiscernible. Antígona se presenta con claridad: se opone al decreto de Creonte en nombre del vínculo de sangre; por la naturaleza del vínculo y por acatar esa ley primera, la de sepultar a los muertos, está en posición de poner de su lado la Díke de los dioses. El Coro se interesa por Antígona en la medida en que va hacia esa Áte, y con el propósito de franquearla; es ella, dice, quien por su deseo viola los límites de la Áte.La imagen de esta tragediaLacan plantea la tragedia como presencia en la experiencia psicoanalítica articulada al contenido mítico y a la noción de catarsis: lo mítico en las formaciones culturales y en las novelas familiares como construcciones que dan respuesta al orden del mundo, y lo catártico como acción que satisface la descarga de una emoción en suspenso mediante las palabras que la articulan.Mito y catarsis, articulación de imagen y acción que apunta al lugar del deseo en la economía de la Cosa freudiana. Antígona permite ver el punto de mira que define el deseo; este punto de mira apunta a una imagen fascinante, la chiquilla, que desde el mismo centro de la pieza nos retiene y nos intimida, más allá del acontecimiento y del discurso moralizante. Desde esa retención que intimida es desde donde hay que buscar el verdadero alcance de la tragedia: temor y compasión en forma, para purgar temor y compasión. Dicho de otra manera, de la serie de lo imaginario somos purgados por intermedio de una imagen entre otras. ¿Qué produce Antígona, esa imagen entre otras, que disipa aquello que la rodea? El Coro canta la belleza de Antígona; Lacan insiste en esta evocación para introducirnos a lo bello como localización de la segunda muerte imaginada, representada en el centro de la pieza como articulaciones alrededor de la condena de Antígona, de su posición de ser que vive la muerte de manera anticipada: ... muerte segunda en la medida que es convocada como lugar en el que se aniquila el ciclo de las transformaciones naturales... En el atravesamiento de esa zona se refleja y refracta el deseo brindándonos ese efecto singular, que es el más profundo, el efecto de lo bello sobre el deseo,... que en Antígona resulta de la relación del héroe con el límite, definible por cierta Áte - pgs. 299 y 342-.Pero ¿Qué efecto tiene lo bello sobre el deseo? Doble efecto, indica Lacan, y refiere la lectura de Santo Tomás que está en la vía del efecto de extinción o atemperamento del deseo, y la posición de Kant en La crítica del juicio que apunta a la disrupción del objeto, al brillo como señuelo, y a la presencia de lo real de la turbación, del abatimiento, de la pérdida de potencia.La imagen que presenta Antígona no es el espectáculo en su dimensión auditiva y escenográfica, es algo que va más allá y que tiene que ver con la ilusión, el espejismo, al que apunta una sucesión de imágenes. Por otra parte, y en relación a la lectura de los acontecimientos, Lacan toma lo que se apunta en la lectura de Goethe para indicar que no se trata de una contraposición de derechos y deberes, sino de un perjuicio que se opone a una pasión marcada por el escándalo. Esta pasión es la que define la mira de Antígona: Se trata aquí de mi propio hermano... nacido del mismo padre y de la misma madre... ahora que el padre y la madre están ocultos en el Hades no hay ninguna posibilidad de que un hermano vuelva a nacer...El error de Antígona no es error propio, sino error que depende del campo del Otro. Áte no toca a Antígona por error, no es un error de juicio. No ser un error de juicio diferencia este lugar del de la hamartía, lugar de Creonte legible como falta. El Coro, cuando Creonte llega con el cuerpo de su hijo, dice: no es esta una desgracia que le sea ajena, sino autós hamartón, su propio error. Y dice también, después de la condena de Antígona, que es ella la que ha ido a buscar su Áte, que es ella la que por su deseo viola los límites de la Áte.Antígona sabe de entrada que la muerte es el encuentro con el extremo de su deseo, deseo que Lacan identifica como deseo puro, y el deseo puro es deseo de muerte porque no se articula con la libido, es deseo desprovisto de toda ligazón libidinal, de todo vínculo con los bienes. Até en Antígona, un toque ligero que avisa del ser de lo que es porque es así, sin posibilidad de que algo irrumpa y divida la trayectoria.Sobre el lugar en el que se ubica Antígona, Lacan toma las explicaciones que da a Creonte acerca del incumplimiento de lo decretado: Antígona se afirma en un es así porque es así, como presentificación de la individualidad absoluta. Hay límite, sí, pero para Antígona no está en el horizonte de las leyes decretadas por los hombres, sino en cierta legalidad consecuencia de las leyes no escritas de los dioses. Así, Antígona evoca algo que es del orden de la ley, pero sin desarrollo en cadena significante alguna, y es desde el lugar de una ley previa a la que rige a los mortales, desde este límite en el que ella ya ha perdido la vida, donde Antígona está más allá, y desde ese más allá puede ver la vida, vivirla bajo la forma de lo que está perdido.4. Sobre la lectura de Antígona de Goethe, Hegel y KantLacan desestima la lectura que hace Hegel en términos de conflicto de discursos orientados a una conciliación subjetiva; de la lectura de Goethe destaca que Creonte, impulsado por su deseo, apunta a la segunda muerte de Polinice, y esto basta para precipitarlo hacia su pérdida. Hace una lectura Kantiana de la posición de Antígona, en tanto que lo designado se localiza próximo a las atribuciones del imperativo categórico: Antígona no cede en su deseo, no cede ante algo que debe ser obedecido más allá de toda inclinación, ajeno a todo cálculo sobre los bienes; el deseo de Antígona es deseo puro porque trasciende todo vínculo libidinal, es deseo de muerte porque va más allá de toda ligazón placentera o utilitaria. Lacan opone el deseo de Antígona al servicio de los bienes, deseo ajeno a las inclinaciones kantianas. Antígona encarna el puro y simple deseo de muerte y lo lleva hasta el límite. ¿Qué ocurre con su deseo? ¿No debe ser el deseo del Otro y conectarse con el deseo de la madre? El deseo de la madre es deseo fundador de toda estructura, el que da a luz a Eteocles, Polinice, Antígona e Ismena, pero es al mismo tiempo un deseo criminal. En Antígona no es posible mediación alguna, solo media ese deseo radicalmente destructivo. La descendencia de la unión incestuosa se desdobló en dos hermanos: el uno representa la potencia, el otro el crimen... No hay nadie para asumir el crimen, y Antígona elige ser pura y simplemente la guardiana del ser criminal como tal... inmortalizando así esa Áte.Pero en lo tocante al deseo, a su cesión, no se trata de negar los bienes; en la medida que definimos el deseo como la metonimia de nuestro ser, podemos decir que no hay más bien que el que puede servir para pagar el precio de acceso al deseo. (Las paradojas de la ética,pg.382,s.7)Montserrat Rodríguez Garzo

Notas:
Utilizamos el término acontecimiento para designar la narración de sucesos, no en el sentido que señala Lacan como verdadero acontecimiento en tanto que la verdad de lo que acontece significa cuestionamiento. Pierre Grimal: Diccionario de Mitología Griega y Romana. Paidos, Buenos Aires, 1989. Falcón Martínez, C. y otros, Diccionario de la Mitología clásica. Alianza , Madrid 1981. o.c.nota 2.

El mito de Sísifo. CAMUS, Albert

Una relectura del mito de Sísifo para explicar el existencialismo.
Los dioses habían condenado a Sísifo a rodar sin cesar una roca hasta la cima de una montaña desde donde la piedra volvería a caer por su propio peso. Habían pensado con algún fundamento que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza.Si se ha de creer a Homero, Sísifo era el más sabio y prudente de los mortales. No obstante,según otra tradición, se inclinaba al oficio de bandido. No veo en ello contradicción. Difieren las opiniones sobre los motivos que le convirtieron en un trabajador inútil en los infiernos. Se le reprocha, ante todo, alguna ligereza con los dioses. Reveló sus secretos. Egina, hija de Asopo, fue raptada por Júpiter. Al padre le asombró esa desaparición y se quejó a Sísifo. Éste, que conocía el rapto, se ofreció a informar sobre él a Asopo con la condición de que diese agua a la ciudadela de Corinto. Prefirió la bendición del agua a los rayos celestes.Por ello le castigaron enviándole al infierno. Homero nos cuenta también que Sísifo había encadenado a la Muerte. Plutón no pudo soportar el espectáculo de su imperio desierto y silencioso. Envió al dios de la guerra, quien liberó a la Muerte de manos de su vencedor. Se dice también que Sísifo, cuando estaba a punto de morir, quiso imprudentemente poner a prueba el amor de su esposa. le ordenó que arrojara su cuerpo sin sepultura en medio de la plaza pública. Sísifo se encontró en los infiernos y allí irritado por una obediencia tan contraria al amor humano, obtuvo de Plutón el permiso para volver a la tierra con objeto de castigar a su esposa. Pero cuando volvió a ver este mundo, a gustar del agua y el sol, de las piedras cálidas y el mar, ya no quiso volver a la sombra infernal.Los llamamientos, las iras y las advertencias no sirvieron para nada. Vivió muchos años más ante la curva del golfo, la mar brillante y las sonrisas de la tierra. Fue necesario un decreto de los dioses. Mercurio bajó a la tierra a coger al audaz por la fuerza, le apartó de sus goces y le llevó por la fuerza a los infiernos, donde estaba ya preparada su roca. Se ha comprendido ya que Sísifo es el héroe absurdo. Lo es en tanto por sus pasiones como por su tormento. Su desprecio de los dioses, su odio a la muerte y su apasionamiento por la vida le valieron ese suplicio indecible en el que todo el ser dedica a no acabar nada. Es el precio que hay que pagar por las pasiones de esta tierra. no se nos dice nada sobre Sísifo en los infiernos. los mitos están hechos para que la imaginación los anime. Con respecto a éste, lo único que se ve es todo el esfuerzo de un cuerpo tenso para levantar la enorme piedra, hacerla rodar y ayudarla a subir una pendiente cien veces recorrida; se ve el rostro crispado, la mejilla pegada a la piedra, la ayuda de un hombro que recibe la masa cubierta de arcilla, de un pie que la calza, la tensión de los brazos, la seguridad enteramente humana de dos manos llenas de tierra. Al final de ese largo esfuerzo, medido por el espacio sin cielo y el tiempo sin profundidad, se alcanza la meta. Sísifo ve entonces como la piedra desciende en algunos instantes hacia ese mundo inferior desde el que habrá de volverla a subir hacia las cimas, y baja de nuevo a la llanura. Sísifo me interesa durante ese regreso, esa pausa. Un rostro que sufre tan cerca de las piedras es ya él mismo piedra.Veo a ese hombre volver a bajar con paso lento pero igual hacia el tormento cuyo fin no conocerá. Esta hora que es como una respiración y que vuelve tan seguramente como su desdicha, es la hora de la conciencia. En cada uno de los instantes en que abandona las cimas y se hunde poco a poco en las guaridas de los dioses, es superior a su destino. Es más fuerte que su roca. Si este mito es trágico lo es porque su protagonista tiene conciencia.¿ En qué consistiría, en efecto, su castigo si a cada paso le sostuviera la esperanza de conseguir su propósito?. El obrero actual trabaja durante todos los días de su vida en las mismas tareas y ese destino no es menos absurdo.Pero no es trágico sino en los raros momentos en se hace consciente. Sísifo, proletario de los dioses, impotente y rebelde conoce toda la magnitud de su condición miserable: en ella piensa durante su descenso. La clarividencia que debía constituir su tormento consuma al mismo tiempo su victoria. No hay destino que no venza con el desprecio.Por lo tanto, si el descenso se hace algunos días con dolor, puede hacerse también con alegría. Esta palabra no está de mas. Sigo imaginándome a Sísifo volviendo hacia su roca, y el dolor estaba al comienzo. Cuando las imágenes de la tierra se aferran demasiado fuertemente al recuerdo, cuando el llamamiento de la dicha se hace demasiado apremiante, sucede que la tristeza surge en el corazón del hombre: es la victoria de la roca, la roca misma. La inmensa angustia es demasiado pesada para poderla sobrellevar. Son nuestras noches de Getsemaní.Pero las verdades aplastantes perecen al ser reconocidas. Así, Edipo obedece primeramente al destino sin saberlo, pero su tragedia comienza en el momento en que sabe.Pero en el mismo instante, ciego y desesperado, reconoce que el único vínculo que le une al mundo es la mano fresca de una muchacha. Entonces resuena una frase desesperada: "A pesar de tantas pruebas, mi edad avanzada y la grandeza de mi alma me hacen juzgar que todo está bien". El Edipo de Sófocles, como el Kirilov de Dostoievsky, da así la fórmula de la victoria absurda. La sabiduría antigua coincide con el heroismo moderno. No se descubre lo absurdo sin sentirse tentado a escribir algún manual de la dicha. " Eh, cómo!. ¿ Por caminos tan estrechos...?". Pero no hay más que un mundo. La dicha y lo absurdo son dos hijos de la misma tierra. Son inseparables. Sería un error decir que la dicha nace forzosamente del descubrimiento absurdo. Sucede también que la sensación de lo absurdo nace de la dicha. " Juzgo que todo está bien", dice Edipo, y esta palabra es sagrada. Resuena en el universo y limitado del hombre. Enseña que todo no es ni ha sido agotado.Expulsa de este mundo a un dios que había entrado en él con la insatisfacción y afición a los dolores inútiles.Hace del destino un asunto humano, que debe ser arreglado entre los hombres. Toda la alegría silenciosa de Sísifo consiste en eso. Su destino le pertenece. Su roca es su cosa. Del mismo modo el hombre absurdo, cuando contempla su tormento, hace callar a todos los ídolos.En el universo vuelto de pronto a su silencio se alzan las mil vocecitas maravillosas de la tierra. Lamamientos inconscientes y secretos, invitaciones de todos los rostros constituyen el reverso necesario y el premio de la victoria. No hay sol sin sombra y es necesario conocer la noche. El hombre absurdo dice que sí y su esfuerzo no terminará nunca. Si hay un destino personal, no hay un destino superior, o, por lo menos no hay más que uno al que juzga fatal y despreciable. Por lo demás, sabe que es dueño de sus días. En ese instante sutil en que el hombre vuelve sobre su vida, como Sísifo vuelve hacia su roca, en ese ligero giro, contempla esa serie de actos desvinculados que se convierten en su destino, creado por el, unido bajo la mirada de su memoria y pronto sellado por su muerte. Así, persuadido del origen enteramente humano de todo lo que es humano, ciego que desea ver y que sabe que la noche no tiene fin, está siempre en marcha. La roca sigue rodando. Dejo a Sísifo al pie de la montaña. Se vuelve a encontrar siempre su carga. Pero Sísifo enseña la fidelidad superior que niega a los dioses y levanta las rocas. El también juzga que todo está bien. Este universo en adelante sin amo no le parece estéril ni fútil. Cada uno de los granos de esta piedra, cada trozo mineral de esta montaña llena de oscuridad forma por sí solo un mundo. El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre.Hay que imaginarse a Sísifo dichoso.

ULISES Y LAS SIRENAS

Las sirenas son personajes mitológicos cuyo canto embrujador llevaba a los marinos a la perdición. Sus métodos de seducción variaban de un relato a otro, pero todas ejercían una atracción sin parangón sobre los navegantes.El primer testimonio acerca de la aparición de sirenas se remonta a La Odisea de Hornero, que relata las aventuras tumultuosas del héroe griego Ulises, durante su largo viaje de regreso a ítaca, después de la guerra de Troya. Las sirenas de la época no son esos seres mitad mujer, mitad pez, que las leyendas más modernas retuvieron, sino unas aves con cabeza y pecho de mujer.
Un canto melodioso e irresistible
En la mitología griega, las sirenas viven en una isla del Mediterráneo. Su canto es tan bello que los marinos que las escuchan no pueden resistírseles y dirigen sus naves contra los arrecifes. Los supervivientes son asesinados sin piedad. Cuando Ulises abandona la morada de la hechicera Circe, sabe que debe pasar cerca de la isla de las sirenas. Siguiendo los consejos de la hechicera, el astuto héroe recurre a una estratagema que le permitirá oír y no obstante salvar la nave y a sus compañeros. Tapa los oídos de sus hombres con cera después de haberles pedido ser fuertemente atado al mástil. Así podrá saciar su curiosidad escuchando el canto de las sirenas, sin ceder a su encantamiento.
Este canto se revela melodioso y desgarrador, y está colmado de bellas promesas. Ulises les grita a sus compañeros que lo desaten, pero por supuesto éstos permanecen sordos a sus gritos. Finalmente, el barco pasa y los héroes escapan al funesto destino de tantos otros marinos.
Sin embargo, Ulises no es el único en enfrentarse a las sirenas. El poeta mítico Orfeo, que acompaña a Jasón en búsqueda del vellocino de oro, logra también resistir a su fatal encanto. En el instante en que Jasón y sus hombres, los argonautas, atraídos por las melodiosas voces, cambian de rumbo y se dirigen peligrosamente hacia los arrecifes de la isla, Orfeo toma su lira y entona un canto tan sublime que cubre las melopeas de las sirenas y salva a los marinos, arrancándolos de su mortal contemplación.
¿Quiénes son las sirenas?
Las sirenas de la época homérica son tres hermanas, hijas del dios río Aquelloo y de la musa de la poesía Calíope. Lidia toca la flauta, Fartenopea la lira y Leucosea lee los textos y los cantos. Antiguas compañeras de Perséfo-ne, hija de Zeus y de Deméter, raptada por Hades, el dios de los Infiernos, pidieron a los dioses que les otorgaran alas para poder salvar a la joven y traerla de vuelta sobre la tierra. Según otra versión, deben su
apariencia a Deméter, que quiso castigarlas por haber sido negligentes en el cuidado de su hija. Su nombre proviene del término latino siren, que a su vez proviene del griego seirén, de la palabra seim, lazo, cuerda, recordando sin duda el poder cautivador de las sirenas.
Mujeres-pájaro, luego mujeres-pez
La apariencia física de las sirenas evolucionó. En época griega, eran representadas como seres alados, con cara humana y cuerpo de ave como lo prueban diferentes vasijas griegas antiguas. Su transformación en criaturas mitad mujer, mitad pez, con la parte inferior recubierta de escamas, se remonta al parecer a la Edad Media y a las leyendas celtas y germánicas.
Pero, ya bajo el Imperio romano, se les confunde con las Nereidas, las cincuenta hijas de Nereo, dios marino, y de Doris, descendiente del titán Océano.Las bellas Nereidas son las ninfas del mar y por lo tanto no es sorprendente que hayan sido tomadas por sirenas, también figuras marinas...
Sea como sea, esta leyenda, nacida de la mitología griega y transmitida a través de los siglos, permanece durante mucho tiempo vivaz y continúa asediando la imaginación de los navegantes del mundo entero.
Las sirenas a través de los tiemposAunque las sirenas nacieron de la imaginación de los poetas griegos antiguos, la tradición que éstas inspiraron se transformó y se desarrolló con el paso del tiempo, particularmente bajo la influencia del folklore nórdico.
La mitología nórdica. Las leyendas irlandesas e inglesas hacen todas referencia a la presencia de sirenas a lo largo de sus costas, mientras que la mitología germánica las ve surgir de la espuma de las olas. La tradición bretona relata que Ahez, hija del rey Grallon, habría sido sumergida en las aguas por haber entregado la ciudad de Ys al diablo y a las olas, y se habría convertido en sirena. Saxo Grammaticus, un cronista de los siglos XII y XIII, describe por su parte el combate del rey danés Hadding, hijo de Gram, contra un monstruo acuático, mitad hombre, mitad pez.
Donde se pesca a un hombre-sire-na. Las representaciones de sirenas se multiplican durante la Edad Media y se transforman en uno de los temas favoritos de decoración de los manuscritos. Hacia el año 1200, el cronista inglés Ralph de Coggeshall escribe: "Durante el siglo pasado, bajo el reinado del rey Enrique II, unos pescadores de Oxford capturaron en el Canal de la Mancha a un hombre desnudo, que nadaba con soltura bajo el agua. Encerrado durante varios días, éste se alimentó principalmente de pescado.No pronunciaba la más mínima palabra, aun bajo las peores torturas. Devuelto al agua, rasgó la red que lo retenía y consiguió hacerse mar adentro. Después de un tiempo, volvió a la orilla y vivió durante dos meses entre la gente de Oxford antes de volver definitivamente a su elemento natural".
Las sirenas de Cristóbal Colón. Mientras se encuentra frente a las Antillas, el navegante genovés cree divisar tres de estas criaturas que bailan en el agua. Son feas y mudas, pero él descubre en su mirada una cierta "nostalgia de Grecia".Un encuentro moderno. En 1869, en las Bahamas, seis hombres que se dirigen en canoa hacia una bahía divisan una sirena de deslumbrante belleza, con los cabellos azules flotando sobre sus hombros y las manos hendidas. Ésta emite unos grititos de sorpresa al ver a los marinos y desaparece poco después, sin dejar que se acerquen.
Los fabricantes de sirenas. El sentido comercial de algunos pueblos asiáticos contribuyó igualmente al desarrollo de la leyenda. Incluso se amasaron fortunas con la venta de curiosidades a los europeos: monstruos fabricados con la ayuda de pedazos de animales, simio y pez. Asimismo, en Djibuti, el esqueleto de una auténtica sirena es vendido a unos estadounidenses. Por supuesto, se trata de una falsificación hecha por unos comerciantes.
Fuente: Los Grandes Enigmas(Larousse)